El turismo en Cuba en 2019: muy malos resultados absolutos y comparativos

Elías Amor Bravo, economista
Estos días se celebra en Madrid, FITUR 2020, el principal certamen del turismo internacional, donde se suelen ofrecer datos relativos a la evolución de esta actividad, y los operadores del sector conectan para formalizar negocios y operaciones de gran calado. En ese sentido, FITUR es un gran éxito internacional.
Uno de los datos más esperados es el que hace referencia a la evolución del turismo a nivel mundial. Según datos oficiales de la Organización Mundial del Turismo, el sector cerró 2019 con 1.500 millones de llegadas de turistas internacionales, lo que significa un crecimiento del 4% con respecto al ejercicio anterior, de modo que con el resultado producido en 2019, se suman diez años consecutivos de crecimiento.
Este dato de referencia del turismo a nivel internacional suele ser útil para que los países puedan realizar una comparación respecto de su evolución con el resto del mundo. Cuando este sencillo análisis lo hace Cuba, y obtiene el resultado de la comparación de su política y resultados turísticos a nivel nacional con el dato global, las consecuencias no pueden ser más decepcionantes. Alguien debería responder del desastre sin paliativos del turismo en Cuba.
Si Cuba cerrase el año en noviembre pasado (todavía no se han publicado las cifras oficiales de diciembre y por tanto, del conjunto del año) frente al crecimiento del turismo mundial de un 4%, el turismo que llega a Cuba por el contrario, ha registrado una caída del 8,5% con respecto al año pasado. Este contraste directo e inmediato en las cifras generales de actividad es el ejemplo del más que evidente fracaso de la política turística por parte de las autoridades comunistas que, de buen seguro, ya tendrán preparado el más amplio y diverso argumento para culpar a la Administración Trump de este pésimo resultado, como si EEUU fuera el único país que emite viajeros a la Isla.
No dirán que el principal mercado, Canadá, está prácticamente estancado; que los países europeos experimentan descensos superiores a un 15% de media; que el turismo latinoamericano no se activa en dirección a la isla, y que salvo los rusos, que aumentan un 25,4%, el resto de países confirman un escaso interés por el turismo de Cuba. Algo se está haciendo mal por quien tiene la responsabilidad de este sector, que en el caso del turismo cubano es el estado, el gobierno o el régimen, que es lo mismo, y donde nadie asume responsabilidades. En todo caso, si hubiera que identificar a alguien, el dato asociado a la gestión realizada por quien fue ministro de turismo, Marrero, antes de su nombramiento como “primer ministro” es demoledor. Mientras el mundo aumenta un 4% el turismo en Cuba se desploma un 8,5%. No hay justificantes, ni paliativos para este desastre.
Mientras que a nivel mundial, el número de viajeros se dispara en términos absolutos, con un aumento de 54 millones de turistas más que en 2018, lo que incrementa de forma notable los ingresos por esta actividad, en Cuba, por el contrario, se produce un descenso significativo de 360.152 turistas con respecto a 2018, con menos ingresos y actividad, de modo que el objetivo de "5 millones de viajeros" fijado por las autoridades fue rebajado sobre la marcha a 4 y, en todo caso, ya se verá si se alcanza finalmente. El retraso en la publicación de los datos oficiales del turismo de diciembre, y del conjunto del año, no deja de ser, cuanto menos, intrigante.
El ejemplo más rotundo del fracaso del régimen en la política turística en Cuba se puede explicar de varias formas. El turismo internacional en Cuba crece a trompicones a medio plazo, sin una tendencia estable. Si bien es cierto que experimenta una evolución más favorable que el conjunto de sectores de la economía cubana, no ha alcanzado los objetivos de actividad, empleo y producción planificados por las autoridades, pese a que se han modificado de forma significativa y el turismo ha recibido la máxima atención por parte del régimen comunista. Es evidente que ello tiene que ver con las condiciones de la oferta.
Como consecuencia de esa indefinición, el empleo en el turismo y restauración de Cuba ha descendido de 287,9 mil a 273 mil personas ocupadas de 2017 a 2018, un 5,5% menos. Y a resultas de ello, el valor añadido del sector en porcentaje sobre el PIB se ha estancado en torno a un 4,6% porcentaje de 2018, equivalente al de 2013, que era del 4,3%. Incluso los ingresos del turismo se han estancado con respecto al año anterior, -0,8% hasta septiembre, e incluso en lo relativo a alojamiento, el descenso de ingresos ha sido incluso mayor, -5,5%. Malos, muy malos indicadores, qué duda cabe, para un sector que las autoridades consideran estratégico y al que se dedican cuantiosas inversiones para la construcción y remodelación de hoteles, equipamientos y todo tipo de infraestructuras, pero en el que la participación de la libre empresa o el trabajo por cuenta propia sigue siendo minoritaria y está sometida a control comunista.
Destacar que para el año en curso, la OMT ha anunciado unas previsiones con un resultado similar al del año pasado, al tiempo que no se esperan cambios significativos en el ranking de los principales destinos turísticos mundiales. De acuerdo con sus estimaciones, la OMT espera que el turismo aumente entre el 3% y el 4% en 2020, consolidando las posiciones alcanzadas por los principales mercados del mundo, como España, Francia o Estados Unidos, y se vea beneficiado por grandes acontecimientos deportivos y culturales, como los Juegos Olímpicos de Tokio o la Expo de Dubai, respectivamente. Habría que preguntarse ¿dónde queda el turismo cubano en estos eventos?¿qué cabe esperar del mismo?¿serán capaces de cambiar la política ahora que están a tiempo?

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