¿Puede la economía cubana crecer más y mejor?
Elías Amor Bravo, economista
Las previsiones de CEPAL para la economía cubana en 2020 no son
favorables. Tras haber registrado un crecimiento del 0,5% en 2019, el
organismo especializado en economía regional estima otra vez un 0,5%
para 2020, lo que supone una estabilidad a niveles muy bajos.
Comparada con el resto de economías de América Latina y el Caribe
el desempeño de Cuba es muy deficiente situándose en los puestos
más bajos de la clasificación. Sin ir más lejos, la previsión
para República Dominicana se sitúa en un 5%.
La
economía cubana se resiente de forma especialmente intensa de la
combinación de un estancamiento político y económico que impide
potenciar las fuerzas productivas internas. Las autoridades achacan
al embargo de EEUU la responsabilidad principal, pero ocultan que
buena parte del fracaso es debido a la combinación deficiente de
políticas económicas, así como la cerrazón ideológica a dar
carpetazo a un modelo que en 61 años ha arruinado a la economía
cubana.
Díaz-Canel, se supone que debe contar con la confianza de los poderes cada vez más visibles
dentro de la estructura del régimen; por tanto, sus decisiones de
política económica, ejecutadas por el ministro del ramo, tienen que
responder a un cierto consenso o acuerdo que debería servir para
mejorar los resultados de la gestión. La aprobación de la nueva
constitución, la formación de un gobierno con la figura de primer
ministro y las próximas elecciones de gobernadores y subgobernadores
de los territorios, hacen suponer que se dan las condiciones de
estabilidad política necesaria para la adopción de medidas de
política económica eficaces. Sin embargo, las reformas siguen sin
dar los resultados deseados.
Un
problema de las autoridades del régimen es la singularidad de la
economía cubana en el mundo. No existen actualmente referencias a
nivel internacional que sirvan como modelo de contraste para obtener
algún indicio sobre qué tipo de medidas son las más adecuadas en
Cuba. Por este motivo, la situación en la Isla es más complicada de
atender. De modo que la estabilidad política no se corresponde con
un escenario adecuado para la política económica, que se inspira en
mayor medida en experimentos, pruebas y tentativas que en planes
concretos para resolver los problemas. De modo que las decisiones se
toman, pero nunca se sabe cuánto durarán los procesos y si
finalmente se llevarán a cabo.
La
indefinición es absoluta y exasperante, como ocurre con la gestión
burocrática de la inversión extranjera. Los márgenes para la
adopción de decisiones no se encuentran constreñidos por las
mayorías parlamentarias o los acuerdos y consensos con las fuerzas
sociales. Los dirigentes de la economía cubana tienen espacio libre
para tomar decisiones de medio y largo plazo, pero su ejecutoria deja
mucho que desear. Y así la economía cubana se estanca y no crece lo
que mengua las posibilidades de prosperidad y mejora de calidad de
vida para la población.
A
lo largo de 2019, hay que reconocer que las autoridades económicas
no han estado quietas, y se han prodigado en numerosas decisiones e
iniciativas para incidir en la economía cubana, cuya enumeración
desborda los objetivos de este post, y que han sido expuestas en un
trabajo reciente en Cubadebate. Las principales medidas han ido
dirigidas a paliar situaciones de escasez de recursos, captar
divisas, orientar el proceso de unificación monetaria y afrontar el
bajo poder adquisitivo de la población, en un entorno de notable
incertidumbre que deja un espacio muy reducido para el desarrollo de
las actividades privadas que son las únicas que generan valor
añadido en la actual coyuntura.
El presupuesto ha mostrado una
orientación expansiva en el comportamiento de los gastos que, sin
embargo, no ha tenido su reflejo en una mayor recaudación
tributaria, lo que volverá a aumentar el déficit, en tanto que los
precios aumentan, a pesar de la política de toparlos. La sensación
de descontrol es real, a pesar de que el estado mantiene su
titularidad sobre los activos de la economía y el mercado tiene
numerosas dificultades para funcionar con la necesaria libertad,
eficiencia e independencia.
Teniendo
en cuenta las dificultades de las autoridades para reestablecer el
equilibrio interno y externo de la economía, habría que insistir,
una vez más, en qué políticas se deben evitar para no hacer más
daño a la estructura productiva.
En
primer lugar, hay que pedir a los dirigentes que eviten hundir la débil
competitividad de las empresas y actividades de la economía. La política económica se debe
orientar a promover la capacidad exportadora para obtener ingresos, y para ello, hay que
ser competitivos en los mercados mundiales. Todo aquello que
distorsione los márgenes unitarios de costes, debe ser borrado.
En
segundo lugar, hay que evitar que las reformas estructurales, que
será necesario acometer, pongan en peligro los avances logrados en
el ámbito del trabajo por cuenta propia y la empresa libre, que aún
siendo marginales y de reducida dimensión, han mostrado una
extraordinaria capacidad para afrontar la situación difícil y
continuar ofreciendo servicios a la población (transporte,
gastronomía, servicios a empresas).
En
tercer lugar, hay que frenar el aumento del endeudamiento y poner
disciplina en la gestión del presupuesto público. La estimación de
la deuda es desconocida. Las cancelaciones y condonaciones han
servido de poco porque Cuba sigue teniendo problemas para cumplir con
los pagos. Si la deuda no se paga, el crecimiento económico se verá
hipotecado sobre todo para las generaciones futuras.
En
cuarto lugar, hay que evitar que el sistema bancario continúe siendo
una correa de trasmisión del gobierno, y dotarlo, en sus procesos de
gestión, de eficiencia, profesionalidad e independencia para que
pueda contribuir realmente al desarrollo de un sistema financiero
capaz de aportar recursos a las inversiones que necesita la economía.
Si
se pretende que Cuba crezca más, y que lo haga por encima de la
media de América Latina y el Caribe, otra política económica es
necesaria. Habría que empezar por algo. Una propuesta a los
dirigentes del régimen: trabajar de forma simultánea en la
construcción de una sólida demanda interna y al mismo tiempo, sean
responsables con la financiación de la deuda. Esa debe ser la línea de estrategia y no apartarse de ahí. A veces es difícil encontrar la clave en los programas de política económica. En Cuba, hay instrumentos para
hacerlo y no son excesivamente complejos en su gestión, incluso en el ámbito de
una economía poco desarrollada como la cubana. Sinceramente, yo no lo veo, pero si
ya lo están haciendo, olviden esta recomendación.
Si la economía cubana sigue creciendo a las actuales tasas del 0.5% al año se necesitarán más de cincuenta años para que la producción por habitante se duplique. Dado que ya la renta por habitante es muy baja habría que liberalizar los controles de manera que cualquier cubano pueda desarrollar actividades dentro de la ética. Debería suprimirse el control de precios y evitar el gasto fiscal que exceda de los ingresos. El ejemplo de China y Vietnam es un modelo que debe imitarse. La iniciativa de los cubanos podrá desplegarse plenamente y ningún joven pensará en irse del país. Atentamente.
ResponderEliminar