¿Por qué hay apagones en Cuba? Capítulo enésimo
Elías Amor Bravo economista
No hay forma de justificar aquello en lo que no tiene razón alguna. Lamentable. Por eso, tiene poco sentido que el ministro cubano de Energía y Minas, Livan Arronte, salga en televisión para explicar por qué ocurren los apagones en Cuba. Porque esto no es de ahora, y por desgracia, tres generaciones de cubanos después de 1959 han tenido que sobrevivir adaptándose a situaciones de falta de suministro de electricidad que, al menos en una primera etapa, trastocaron completamente la vida de las familias.
A mi no tiene nada que explicar este ministro, porque los apagones empezaron en Cuba en la década de los años 60 y, ya entonces, eran causa de molestias y de incomprensión por parte de una población que se tenía que ir adaptando a las privaciones, el racionamiento y la represión comunista.
Por eso, ahora, casi 60 años después, llegar con estas monsergas, tiene poco interés y solo puede responder al creciente malestar social que provocó el estallido del pasado 11 J, que tiene mucho que ver con la compleja situación eléctrica en la que siempre se encuentra el país.
El apagón ha formado parte de la vida de los cubanos, bien sea como consecuencia de los graves ciclones y huracanes que sacuden el país, todos los años, así como también, y esto es lo peor, es el resultado de una deficiente provisión del servicio eléctrico por el estado comunista tanto en lo relativo a producción como suministro.
Las explicaciones ofrecidas por el ministro no son nuevas. La persistencia de estos apagones tiene mucho que ver, en la práctica, con la rotura de plantas termoeléctricas de alta generación y la falta de combustible.
Lo segundo es evidente, Cuba no produce petróleo, carbón o gas, y esto ocurre a muchos países del mundo que hacen lo que pueden para aprovisionar sus plantas de transformación para evitar la parálisis. En el caso de Cuba, la dependencia energética de Venezuela es absoluta, ya que el país carece de acceso a los mercados mundiales de petróleo y cuando Venezuela se enferma, como ocurrió a partir de 2016, Cuba va detrás.
Los problemas de falta de combustible que declaran las autoridades comunistas cubanas tienen que ver con esa reducción de los suministros desde Venezuela, y el incumplimiento de los acuerdos de intercambio de servicios por petróleo, que si bien se ha intentado llevar a otros países, no ha alcanzado ni las dimensiones ni la relevancia de los acuerdos de Chávez con Castro.
De modo que sabiendo que esa dependencia de combustibles fósiles no es buena, ni tampoco sostenible, el gobierno comunista debería haber empezado hace dos décadas a implementar las energías renovables, de las que Cuba posee una reserva interminable. Pero no. A diferencia de otros países, el régimen comunista que controla el 80% de los recursos generados en la economía, invierte de forma sistemática en programas de gasto corriente que no dejan bases para el futuro, y así les va.
La energía renovable no alcanza ni el 2% de la generación total, y lo peor es que los planes para su desarrollo se hacen depender de una supuesta inversión extranjera que, al menos hasta la fecha, se ha mostrado indiferente a estos proyectos contenidos en la cartera de oportunidades de todos los años. El ministro culpa ese atraso inversor en renovables a las fuertes restricciones económicas que ha sufrido el país, sobre todo por la crisis generada por la pandemia de covid-19 y que ha tenido un impacto en los inversionistas, pero el problema es estructural y, como ya se ha señalado, tiene que ver con la escasa atención que el régimen otorga a las inversiones en infraestructuras básicas, menos del 10% del PIB.
Ahora bien, el ministro culpó, cómo no, a la Ley Helms-Burton de los apagones. En su opinión, este es el origen de los desperfectos de las plantas termoeléctricas de alta generación existentes en la isla. Según el ministro, no se pueden comprar los elementos que se utilizan para arreglar las averías técnicas porque no se facilita la financiación necesaria para ello. Más o menos lo mismo que el petróleo. Esto es lo que ocurre con las plantas de ENERGAS, abrumadas por las roturas las cuales utilizan el gas acompañante. Dichas instalaciones se encuentran en Varadero, otra en Puerto Escondido y otra en Jaruco y el descenso en los niveles de gas ha llevado a una capacidad que no se logra completar por déficit del mismo.
Una problemática similar cabe atribuir a las 8 plantas de generación eléctrica, muchas de ellas de fabricación soviética o de países del Este de Europa que, desde el derrumbe del muro de Berlín dejaron atrás las tecnologías obsoletas aplicadas en Cuba para dirigirse a otros formatos compatibles con la protección del medio ambiente. Junto a estas plantas, la producción eléctrica depende de motores de generación distribuida a fueloil y diésel y se cuenta con tres patanas en Mariel (plantas térmicas), muy similares a las plantas de 18MW.
El panorama de la oferta es obsoleto e ineficiente y no garantiza el suministro eficiente y continuo a la población por parte del monopolio encargado de estos servicios eléctricos que primero se basa en plantas que emplean fueloil de más baja calidad y por último el diésel, con escasa o nula presencia de renovables. Estando en condiciones óptimas la generación térmica, el diésel solo se emplea en los horarios de máxima demanda. Pero como se ha tenido baja disponibilidad en las termoeléctricas se ha tenido que utilizar las plantas de diésel en régimen continuo lo que aumenta los costes de la electricidad, que es la segunda parte de la ecuación.
Básicamente, porque las actuaciones que se van desarrollando para paliar la situación no daban resultados, reconocido por el ministro, y que citó, como las inversiones en parques, las pequeñas capacidades en la hídrica o el programa con la solar-fotovoltaica, basado en la biomasa con Azcuba. Junto a ello, cito la construcción de cuatro nuevos bloques, tres en Este Habana y uno en el Mariel que empleen crudo nacional. Todos con financiación rusa.
Con respecto al mantenimiento para evitar las roturas y averías, el ministro explico la razón del pésimo funcionamiento. El programa que existe parte del carácter planificado de la economía, de modo que cuando se elabora el plan de la economía del próximo año, se informa de cuánta energía se dispone en base a los mantenimientos que se quieran dar y las inversiones a ejecutarse. Un año antes se intenta dar respuesta a problemas sobrevenidos por diversos motivos, casi siempre imposibles de prever y por numerosos medios muy variados y complejos que luego se someten a indicadores como “horas en funcionamiento”, lo que tiene poco sentido si se piensa que este es uno de los factores que puede llevar a potenciales averías.
Para el ministro, desarrollar unos mantenimientos adecuados es otro factor que depende de Trump, que entorpeció el acceso de buques que pudieran suministrar combustibles al país y después pusieron sanciones contra todos los proveedores para encarecer el acceso a las tecnologías además de frenar las líneas de créditos para comprar los insumos.
En todo caso, el ministro dijo que los mantenimientos que no se han dado no son por falta de previsión ni preparación del personal, sino por carecer de los recursos necesarios para hacerlos, para añadir que en Cuba siempre se han dado mantenimientos a las unidades de generación térmica y nadie se entera en tanto que con los motores de generación distribuida ha pasado lo mismo.
No deja de ser curioso que el ministro reconozca que todas estas limitaciones comenzaron desde el 2016, el año que Venezuela empezó a enviar menos petróleo a Cuba, y destacó que desde entonces, han sido acumulativas. A partir de esa fecha no solo surgió el problema del suministro sino la imposibilidad de reparar equipos e instalaciones. La razón, porque el escaso dinero disponible se dedicó a la compra de medicamentos y alimentos. Conviene recordar al ministro que la pandemia empezó cuatro años después, en 2020.
En cuanto a los apagones de larga duración, el ministro se entretuvo explicando argumentos técnicos relativos a la reserva que debe tener un sistema para ser confiable, y que debe ser superior a la máquina más grande en el sistema, que en el caso de Cuba son 250 MW. El problema viene cuando, como en Cuba, se opera con una potencia menor a la máxima capacidad que tiene el sistema, entonces vienen los problemas.
De hecho, la situación es especialmente grave ya que Cuba está operando sin reservas, sobre todo porque las unidades están trabajando con limitaciones. De modo que el ministro lo dijo claramente, “por mucho que se planifique, al estar trabajando en estas condiciones, la más mínima afectación puede alargar los apagones”. El ministro no dijo nada de por qué se ha llegado a esta situación de operar por debajo de la potencia de reserva, pero nadie le preguntó.
A ello se añaden las afectaciones en el sistema de distribución, provocadas por el deficiente estado de líneas, subestaciones, transformadores afectados por la misma falta de piezas de repuesto. Basta observar el estado de los viejos postes en medio de las calles de las ciudades, con sus líneas desvencijadas y en mal estado, para obtener una idea de la situación. Según el ministro, los daños en la red aumentan en el verano, porque crece el consumo y también inciden las descargas eléctricas que afectan al sistema de distribución al ser la mayoría sistemas aéreos. No habrán tenido años para prever este tipo de situaciones y corregirlas.
Con este escenario difícil de encontrar en otros países, se pretende justificar la autorización reciente que ha dado el gobierno comunista a la población para la adquisición de paneles y otros equipos que utilizan energías renovables. El cántaro de leche antes que la vaca. El ministro comunista advirtió que, una vez instalado el dispositivo renovable, se procede por el monopolio estatal a instalar otro metro contador, que sirve para medir tanto el consumo del hogar como lo que genere la celda fotovoltaica. A partir de este cálculo se le hace un descuento a la población y en el caso de que genere más de lo que necesita se le paga. Quién lo iba a decir, los dirigentes comunistas hacen sus apuestas: los cubanos produciendo renovables en sus casas, suministrando el exceso a la red, cobrando por ello, y alejando los apagones. ¿Hay quién da más?
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