Los medicamentos y el círculo vicioso de la economía comunista cubana

Elías Amor Bravo economista

Una vez más, la prensa oficial comunista equivoca el tiro a la hora de identificar los problemas, y por ende, las propuestas de solución. El artículo de Granma titulado “Nadie tiene derecho a sacar provecho del dolor ajeno” viene a mostrar con evidencia esta cuestión. Su contenido está dirigido a lanzar duros ataques  “a quienes, en medio de la crítica situación que vive el país a causa del actual rebrote de la pandemia, se dedican a obtener beneficios a costa del dolor de los demás, mediante la venta ilegal de medicamentos”.

El artículo, claro está, no se plantea el por qué de estas actividades que califican de “delictivas” pero que, en el fondo, vienen a resolver el problema que, para muchas familias cubanas, significa tener que convivir con farmacias vacías, en las que no se ofrecen esos medicamentos, que solo la economía informal puede ofrecer. Este es el problema real: ¿Cómo es posible que, en plena pandemia y con los registros de covid-19  disparados a nivel mundial, las farmacias cubanas estén vacías y de muestren indolentes a la hora de vender los distintos medicamentos? Y además, que estas cosas ocurran en una gran “potencia médica mundial” no deja de ser un motivo más para afirmar que son responsabilidad directa de un gobierno que, fracaso tras fracaso, se muestra incapaz de resolver problema alguno, culpando a los demás de sus propios errores.

Lo cierto es que en el régimen comunista cubano siempre ha existido una venta ilegal de medicamentos, que mejor sería calificar como “venta informal” porque su origen no se basa en el incumplimiento de ninguna norma, sino en la existencia de demandas en la población que no se satisfacen por el estado centralista e interventor. Las medicinas existen, pero como los médicos o los maestros, se destinan a otros cometidos. Y claro, cuando se necesitan estos productos o servicios, el cubano se encuentra con escasez o lo que es peor, ausencia y ninguna información sobre cuando volverán a aparecer. 

En tales condiciones, no debería ser considerada una actividad ilegal la búsqueda en los canales informales de los medicamentos, ni mucho menos su venta o distribución por personas que dedican su tiempo a ello. Es lo mismo que el “colero”; al régimen comunista no le gusta que exista esta figura, pero ellos son los primeros que provocan la aparición y el negocio de los coleros, al ser incapaces de mantener mercados abiertos y bien suministrados de todo tipo de bienes y servicios.

Esa venta “ilegal” de medicamentos o la actividad de los “coleros” solo ocurren en Cuba. No hay países en el mundo en que la gente tenga que recurrir a mercados informales para comprar medicamentos. Los antibióticos o cualquier otro tipo de fármaco se consiguen fácilmente en las farmacias, incluso, sin receta médica. No hace falta que aparezcan vendedores informales para suministrar esos productos a personas que los necesitan. Esta actividad es impensable, porque en estos países, las oficinas de farmacias son empresas privadas, que buscan el beneficio y tratan con ello de satisfacer las demandas de sus clientes. Es una actividad comercial habitual y regular, que elimina la informalidad, los precios desorbitados y la sensación de sálvese quien pueda que existe en Cuba.

En Cuba, es más fácil para los comunistas usar los medios oficiales de comunicación para construir una campaña contra lo que denominan “personas inescrupulosas” a las que avisan de una firme represión por, según dicen, “tratar de lucrarse a costa de la vida de otras”.

Pero es que el enfoque es erróneo por donde quiera que se mire. Primero que todo, la gente necesita medicamentos y además en gran cantidad, porque la enfermedad y la pandemia están causando estragos. Los consultorios y el sistema de salud están bloqueados por el aumento de los casos, muchos de ellos, irrecuperables. Segundo, para atender esas necesidades van al médico, y tras no pocas dificultades para recabar el servicio (como han denunciado los jóvenes galenos en redes sociales) va con su receta a la farmacia, y ahí llega el segundo problema. 

Resulta, tercero, que el fármaco ni está ni se le espera. La situación es desesperante y entonces, se decide lo que es lógico: hay que buscar el medicamentos donde sea y pagar por él lo que se pide, porque no hay alternativa. Hay que entender esta decisión porque es humana y tiene sentido, al anteponer la vida humana a cualquier acumulación de riqueza o numerario. Esto significa, cuarto, que se paga por el producto lo que sea con tal de poder acceder. Esos precios más elevados hacen que sea rentable dedicarse a la actividad que el régimen denomina “delictiva”, pero si los precios son altos y en muchos casos, inaccesibles para mucha gente es por culpa del gobierno que no produce los medicamentos que demanda la población, y vuelta a empezar.

Salir de este círculo vicioso, es fundamental para que Cuba recupere su potencial económico y consiga avanzar. Las restricciones de oferta que mantiene la planificación central del gobierno, como principal propietario de los medios de producción de la Isla, hacen que la economía y los cubanos no puedan prosperar, y que los medicamentos, en momentos críticos, se tengan que comprar los vendedores informales. Insisto. No hay país en el mundo en que se produzcan estos procesos y mucho menos, en momentos como los actuales.

Que en los mercados informales haya medicamentos que no se encuentran en las oficinas de farmacias es algo que dice mucho, y desde luego, mal, de quien es dueño de todos los medios de producción y dice dirigir la economía nacional. Hubo épocas en el pasado, no demasiado remoto, que los cubanos no tenían más remedio que la resignación ante situaciones como la descrita, porque el gobierno era el dueño de toda la comunicación. Pero en 2021 gracias a las redes sociales, los cubanos  pueden comprar todo tipo de artículos, como los medicamentos, y satisfacer así sus necesidades. 

Y los vendedores de estos productos alcanzan mercados de mayores dimensiones y ganan más dinero, que es en suma, lo que justifica que alguien se dedique a una actividad que solo se puede calificar como “delictiva” por aquellos que la provocan, como es el gobierno comunista. Para ellos, la solución pasa por delación, represión y sanciones a los vendedores que satisfacen las necesidades de la población, y vuelta a empezar. Es el "círculo vicioso de comunismo cubano" del que el pueblo dijo el 11 J estar harto y querer el cambio.

Si las farmacias cubanas estuvieran bien surtidas de fármacos de todo tipo, la gente no tendría que recurrir a los mercados informales y pagar unos precios desorbitados por los medicamentos. El origen de problema está bien identificado, y se pierde un valioso tiempo organizando “caza mayor” contra los vendedores y compradores. Es algo que los comunistas no consiguen entender desde su visión del funcionamiento de la economía. Los mercados son espontáneos y funcionan de forma eficiente cuando satisfacen necesidades. Por mucho que se quieran eliminar, lo único que van a conseguir es que se desarrollen a otros niveles, posiblemente de precios más elevados.

Como la situación no es nueva, sino que se tiende a reproducir a lo largo de la historia, en la prensa oficial no tienen otra ocurrencia que echar todas las culpas, en primer lugar, a los “efectos del criminal bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de Estados Unidos que impide la adquisición de insumos fundamentales para la elaboración de diferentes tipos de fármacos” Además, el bloqueo “dificulta el pago a algunos bancos y son casi imposibles las transacciones monetarias; complica las operaciones destinadas a la importación de las materias primas necesarias para elaborar alrededor de 263 medicamentos pertenecientes al cuadro básico del año en curso”. Si se eliminase esta última frase, este argumento podría ser el mismo que utiliza el régimen para justificar la escasez de alimentos, la falta de viviendas o los problemas de todo tipo de la economía. Es el mismo disco rayado que tampoco se creen los cubanos que salieron a las calles el 11 J.

No obstante, en esta ocasión, además de los vendedores sin escrúpulos o el bloqueo, se citan otras causas, como el “descontrol, la desidia y a la falta de sensibilidad que prima en varios responsables de controlar el movimiento de tales medicamentos, resquicios por donde se cuelan quienes sustraen o desvían los fármacos para favorecer a unos pocos, o simplemente para revenderlos, sin que parezca importarles el perjuicio que generan”.

Cualquier cosa sirve. Los responsables de controlar los medicamentos. N se puede ser más rastrero a la hora de escurrir el bulto. Lo único que no se toca es la responsabilidad directa de los gobernantes, que a pesar de tener el control absoluto de la economía y los medios de producción, no producen medicamentos cuando más falta hacen.

El asunto para los comunistas se reduce a las conductas reprochables, las actividades delictivas, el desorden y la mala praxis. Y claro está, la solución para ello, es la misma de siempre: mano dura, delaciones, represión y sanciones de gran dureza para resolver el problema. No hace falta ser un gran especialista para afirmar que los medicamentos van a faltar en las farmacias, y cada vez más, pero si hay algo seguro es que la venta informal va a continuar, por mucho que los comunistas la quieran eliminar. No hay vuelta de ello.


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