El minifundismo empresarial en la construcción no funciona

Elías Amor Bravo, economista

Mal empieza Díaz-Canel si está convencido que para resolver el problema, ciertamente grave de la vivienda en Cuba, la solución es potenciar la “producción local de materiales de construcción”. Esto es lo que se desprende de un artículo publicado en Granma hoy, en el que se da cuenta de una reunión de "chequeo" de las que va realizando el dirigente comunista cubano.

La producción local de materiales de la construcción no es la solución para atender las necesidades de la población, ni tampoco se puede considerar una estrategia eficiente, por mucho que se considere que “acercar la solución constructiva a los territorios, permite la participación colectiva y fortalece el papel de los municipios para resolver sus propios problemas habitacionales”. Ni los colectivos ni los municipios sirven para fabricar ladrillos, arena, cemento o losas para pisos. Sus funciones son otras, bien distintas.

La economía cubana posee una unidad territorial y nacional que la convierte en un mercado único, con diferencias significativas en la especialización productiva, que tienen profundas raíces históricas. No es posible ir en contra del tabaco de excepcional calidad de Pinar del Río, de la misma forma que el cafetal de las montañas orientales no tiene parangón. Los tempranos experimentos de Fidel Castro de traspasar los límites geoproductivos de la economía cubana fueron un rotundo fracaso.

Pues lo mismo se puede afirmar respecto de la producción de materiales de construcción. Querer, como piensan las autoridades comunistas, que cada localidad de la isla produzca individualmente sus propios materiales de construcción es un grave error de política económica que acabará en lo mismo de siempre, ni se producirán los necesarios insumos para el sector, ni se podrán arreglar las viviendas, ni mucho menos atender la demanda de nuevas. El mismo marasmo que en los últimos 59 años por el empeño trasnochado de mantener una política ideológica que no lleva a ningún resultado.

La producción local de materiales de construcción es ineficiente y despilfarra recursos.

Ineficiente porque impide alcanzar economías de escala que se derivan de producir grandes volúmenes de producto con series largas que permiten reducir los costes unitarios y vender a precios más competitivos. Para ello, lógicamente, se requiere la existencia de una moderna red de intermediarios y de distribución por todo el país, que el régimen comunista no quiere ni asumir, por el rechazo histórico a estos agentes, fundamentales en el desempeño de una economía.

Además, la producción local de materiales de construcción supone un despilfarro de recursos, porque exige en todas y cada una de las distintas plantas locales contar con todo tipo de materiales e insumos para ofertar la amplia gama de productos que utiliza el sector. Se duplican los aprovisionamientos, los stocks y los costes se incrementan, y lógicamente, en unos sitios habrá más y en otros menos, generando una situación de escasez permanente en el conjunto de la economía.

Pretender que en 230 consejos populares o ayuntamientos se produzcan los mismos materiales de construcción, en términos de precio, calidad y suministro, se me antoja una majadería sobre todo si se tiene en cuenta las notables diferencias de población y densidad que existen entre las distintas zonas del país, y asociado a ello, de todo tipo de bienes de consumo y servicios. Los retos mercadológicos, despreciados históricamente por el régimen castrista, pueden pasar factura en cualquier momento.

La producción local lleva a la creación de minindustrias que, en cuanto viene una situación difícil, acaban por tener problemas para superar la coyuntura; además, su capacidad de creación de empleo es limitada, sus condiciones financieras complicadas y en numerosas ocasiones, se producen desajustes entre los gastos y los pagos que acaban poniendo en grave peligro los proyectos. Aunque no seré yo quién cuestione a la pequeña empresa, porque considero que es fuente de libertad, independencia del poder y de riqueza, en Cuba, donde las regulaciones existentes asfixian a estas organizaciones, otorgar la producción de materiales locales a las microempresas no deja de ser una apuesta arraigada.

En todo caso, las cifras de estas minindustrias locales atestiguan su peso limitado en el sector. Así, por ejemplo, en 2017 los 316 mil metros cúbicos de áridos representan el 19,4% de la producción total que ascendió a 1.625,5 mil metros cúbicos, como los 40 millones de bloques de hormigón que alcanzan el 43% del total (según datos oficiales de ONEI), los 13 millones de ladrillos, o 1.200 metros cuadrados de mosaicos y baldosas ofrecidos en Granma. Unas producciones que, lejos de aumentar, se mantienen estables porque las variables que explican el consumo, capacidad adquisitiva de la población, régimen de tenencia o derechos, no estimulan ni el crecimiento de la producción ni su dinamismo en términos de empleo y riqueza.

En vez de apostar por minindustrias locales, la construcción funciona mucho mejor con empresas nacionales, con sede en los principales núcleos de población, que apuesten por dimensiones óptimas para alcanzar economías de escala que permitan después vender a precios competitivos y obtener la máxima rentabilidad en todo el territorio nacional. Las diferencias locales desaparecen cuando estas empresas, apoyadas en la unidad de mercado, pueden diseñar correctamente sus escalas de producción y distribución. Además, se requiere una especialización productiva que obliga a estar al tanto de las innovaciones tecnológicas en el sector. No es una actividad para minindustrias dedicadas a producir series cortas para molinos, moldes, bloqueras, extrusoras, prensas y hormigoneras. Esto es despilfarro y mala gestión de recursos.

Por este motivo, no hay que pensar en la producción local como solución “para ir resolviendo poco a poco los problemas de vivienda que se han ido acumulando”. Ni es cierto que “aún quedan potencialidades por explotar en el programa de viviendas”, ni que producir a escala local sea la solución a las deficiencias constructivas de la nación. Con esta estrategia lo que hacen es crear una serie de pequeñas empresas, poco competitivas, de altos costes y con problemas de suministro que acabarán siendo barridas por las empresas extranjeras que, en cualquier momento, puedan ser autorizadas a operar en el país. Se está perdiendo una oportunidad histórica para sentar las bases, a partir de la destrucción del patrimonio de vivienda del país y su notable escasez, de un sector cubano de construcción, integrado y óptimo a nivel de economía nacional, capaz de resolver los problemas de todos. Cuando se vengan a dar cuenta, será tarde. Como siempre.

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