Más experimentos en la economía: ahora con el dinero de plástico

Elías Amor Bravo, economista
La operatoria del sistema bancario estatal en Cuba es tan primitiva que se les ha ocurrido aplicar descuentos en las compras en determinados establecimientos, con las escasas tarjetas que circulan por el país. Vaya por delante que esta medida se puede aplicar cuando todo pertenece al mismo dueño, el estado. Y aquí entran las categorías de los bancos, los establecimientos donde se realizan las compras y cómo no, la procedencia de los ingresos obtenidos. Al pertenecer todo el circuito mercantil al estado, el se lo guisa y se lo come solo. Las consecuencias de todo esto, ya se verán.
La idea de los responsables de los bancos implicados en la operación, Banco de Crédito y Comercio (BANDEC), Banco Popular de Ahorro (BPA) y Banco Metropolitano (BANMET), insisto que todos ellos propiedad del estado comunista, es incentivar el uso de tarjetas magnéticas como un medio de pago seguro y eficiente. Para ello, la ocurrencia es aplicar aplicar una bonificación o descuento entre el 2% y el 5%, a los pagos que se realicen por los clientes con sus tarjetas magnéticas a través de la red de terminales de postventa. Servicio que no estará disponible en todos los establecimientos comerciales del país, sino solamente en las cadenas Caribe, Cimex, Palco, y en un cierto tiempo, en los puntos de Etecsa y pagos de otros servicios, sin precisar cuáles.Todas ellas, lógicamente, del estado.
Si lo que se pretende con este experimento es aumentar el número de tarjetas magnéticas asociadas al pago de salarios y estímulos, pensiones de los jubilados y las cuentas de ahorro, tanto en pesos cubanos como convertibles, es decir, incrementar el dinero de plástico, la medida no es correcta. Lo que realmente respalda el interés de un consumidor por contar con una tarjeta no se determina únicamente por el descuento que puede obtener al comprar, sino que existen muchos aspectos a considerar. La doctrina castrista basada en la idea que toda la economía funciona como el burro que se dirige a comer la zanahoria, es incorrecta del todo. Los incentivos no se comportan de esa forma.
Superar la bajísima cifra de tarjetas en circulación en Cuba, 4.116.038, que todavía no alcanza al total de los 11 millones de habitantes (en España, por ejemplo, hay más de 4 tarjetas y media por habitante, por citar un ejemplo, más de 200 millones de tarjetas) requiere atender a otras muchas cosas. Para empezar, mejorar la capacidad adquisitiva. Cuando se gana poco más de 20 dólares al mes de pensión, la posibilidad de comprar algún producto en las cadenas Caribe, Cimex, Palco, que participan en esta operación, solo es accesible si se recibe una remesa del extranjero y se deposita en una cuenta previamente abierta por el pensionista. Y aquí viene la segunda parte. ¿Cuántos cubanos tienen y operan con cuentas corrientes? Este dato no suele ser difundido en las estadísticas oficiales del régimen comunista, porque la realidad cierta es que los cubanos desconfían de los bancos, y hacen bien, porque la experiencia desde 1959 con este tipo de entidades dominadas por el estado, deja mucho que desear.
Si lo que se pretende es desarrollar la informatización de la sociedad, el otro aspecto a tener en cuenta es que allí donde los cubanos realizan la mayor parte de sus compras diarias, en las tiendas estatales en los mercados agropecuarios estatales, los terminales de puntos de venta son inexistentes. Todo se paga en numerario efectivo. Por eso es que en Cuba las tasas de crecimiento de la cantidad de dinero en circulación cada año se sitúan en dos dígitos, porque la máquina de crear papel no deja de dar vueltas para emitir un papel moneda cuyo valor, tanto del CUP como del CUC es artificial y no responde a la realidad del mercado.
¿Para qué usan los pocos cubanos que tienen tarjetas, el dinero de plástico? El dato lo dan los funcionarios del régimen. En 2017 el 90% de los movimientos de saldos en cuentas asociadas a tarjetas magnéticas (es decir prácticamente todo) consistió en extracciones de dinero en efectivo en los cajeros automáticos o en ventanillas de los bancos, para realizar después pagos en moneda para adquirir los bienes y servicios que precisan. Y añaden las autoridades, junto lo contrario que persigue el objetivo de la banca electrónica.
Es posible culpar a los cubanos de una falta de cultura financiera y bancaria al operar de este modo. En absoluto, conozco casos concretos de compatriotas que llegan a España o a Hialeah y que al día siguiente de obtener la primera nómina en sus nuevos empleos muestran con orgullo las tarjetas de débito y de crédito que obtienen en las distintas entidades financieras privadas con las que operan. Compran de todo, además en cualquier sitio, y además pagan sin descuentos. Y tan felices.
El problema de que todo este nuevo experimento no funcione y salga mal está en la realidad económica del régimen castrista que es un paquidermo del pasado siglo incapaz de modernizarse. Y si las autoridades del régimen se empeñan en conseguir los objetivos de incrementar el uso del dinero de plástico en Cuba aplicando más descuentos, como han señalado, las cuentas de resultados de los bancos acusarán el golpe, pero además, el problema lo van a trasladar a los establecimientos comerciales que participan en la operación, porque muchos clientes que pagan en efectivo sus compras, y no lo van a hacer con tarjeta por desconfianza, no van a considerar una actuación correcta que a ellos no se les aplique también el descuento. Y ahora que a los comunistas cubanos les ha dado por “proteger a los consumidores”, no me extraña que se caiga alguna queja. Yo lo haría.
El drama de todo esto es que las decisiones que se toman en la economía cubana siguen siendo desafortunadas e incorrectas. El dirigismo con el que se pretende ejercer influencia en el comportamiento de los agentes económicos, no sirve. La realidad es tozuda y eso lo deberían entender. La planificación central y la intervención de la economía son actuaciones contrarias a la razón humana, que ni chinos ni vietnamitas practican y que a este paso, Corea del Norte va a dejar también muy pronto, atrás. 
Los castristas siguen empeñados en dirigir, planificar, controlar e intervenir, y así les va. La cifra es patética. En toda Cuba dicen que funcionan 936 cajeros automáticos que operan en 69 localidades, es decir, 8 equipos cada 100 mil habitantes (en España, tras la reconversión bancaria, todavía hay más de 150 equipos por 100 mil habitantes, hubo muchos más). La realidad es bien distinta no se empeñen en no querer verla.


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