La guerra castrista contra "especuladores y acaparadores"
Elías Amor Bravo, economista
En Cubadebate cargan a cuchillo contra los especuladores y acaparadores. Un artículo de Enrique Ojito hace referencia a más de
mil ochenta denuncias contra lo que califican de “acaparadores”,
y otras 62 denuncias más contra “especuladores” en Sancti Spiritus. El artículo
dice que a pesar de las regulaciones en los centros estatales, “el
fenómeno de la compra con destino a la reventa echó raíces
profundas en tierras espirituanas”.
Es bueno saber que el sentido de lo que está
ocurriendo es justo el contrario. Y es bueno que el articulista sepa
que si existe reventa es porque la normativa y las regulaciones en
los establecimientos estatales no permite satisfacer las demandas y
necesidades legítimas de la población. Lo uno trae consigo lo otro.
Si los cubanos de a pie supieran que, siempre que necesitan un
determinado artículo o producto lo pueden conseguir fácilmente en
el establecimiento de la esquina de su casa, no tendrán que
especular, ni acaparar, ni esperar a alguien que les revenda. Es lo
que yo denomino, “la normalidad” de la economía de mercado. Algo
que los cubanos no han conseguido experimentar en los últimos 60
años.
La población, en ocasiones, suele acaparar
artículos cuando sobreviene una debacle o una catástrofe. Es lo
habitual, como precaución frente a posibles carestías prolongadas.
Pero en Miami o Madrid nadie, absolutamente nadie, practica estas
actividades porque sabe que no es necesario en el día a día, e
incluso cuando ocurren desgracias climáticas, tampoco. Los suministros y la
reposición de artículos en los supermercados e hipermercados, suele producirse rápido, no se tiene que
esperar.
En Cuba, la policía revolucionaria se ha implicado a
fondo contra estas prácticas. Recuerdo que en los años 60 los delatores estaban al frente de los llamados comités
de defensa, encargados de la misión de preguntar, una y otra vez, ¿qué llevas ahí?
Todo se tenía que justificar a la oficialidad comunista. Nadie era
libre de nada. Lo que yo me pregunto es qué lleva a un pobre
ciudadano a esconder en una bolsa 10 tubos de mortadella, acabados de
comprar en una feria agropecuaria.
Ese acaparamiento de alimentos y de cualquier cosa
con valor, no es un deporte. Es una necesidad y un acto racional
frente a una situación imprevisible en los abastecimientos del régimen. La inseguridad
sobre los productos que se ponen a disposición de la gente, combinada con la necesidad de “resolver”,
justifican estas prácticas, contra las que se emplea bien a fondo la seguridad del estado.
Denuncias y más denuncias contra ciudadanos que
lo único que hacen es aprovisionarse frente a situaciones de
racionamiento, o en el mejor de los casos, obtener unos ingresos
complementarios revendiendo sus excedentes a otras personas. En este último
caso, lo que hacen es realmente un favor a aquellos que, por
desgracia, después de estar horas en una cola, se quedaron sin el
artículo buscado. Que nadie engañe a nadie. Esa es la realidad de
la vida cotidiana de muchos cubanos que no tienen acceso a los
productos y servicios de los mercados en moneda fuerte y que malviven
son salarios nominales más bajos del mundo, solo superados por los
de Venezuela.
Me consta que estas prácticas no las realizan los
cubanos cuando abandonan la isla. No lo necesitan. Esa recuperación
de la “normalidad” del mercado es lo que más ayuda a recomponer
la dura pédida de tener que abandonar el lugar de nacimiento, porque
la vida es muy difícil allí. Mientras que el régimen comunista
siga impidiendo un desarrollo del comercio y la distribución como en
otros países, en manos privadas y eficaces, seguirán existiendo
acaparadores, revendedores, especuladores, y en fin, toda esa red de
economía informal que no tiene fácil llegar a fin de mes, y que no
son millonarios al uso, como trata de terjiversar Cubadebate, sino
gente que lucha por salir adelante en las condiciones más difíciles
de supervivencia.
Y claro,
la solución para el régimen está en más policía y gobierno interventor, y ya se pueden imaginar lo que eso significa: cortar
cabezas. Luchar contra lo que denominan “impunidad”, que yo creo
que es otra cosa bien distinta. Más vigilancia y control en las
ferias dominicales, en las tiendas recaudadoras de
divisas, más regulación de la venta de productos de alta demanda
comercializados de forma liberada. Ya se jactan de haber cogido con
las manos en la masa a ciertos acaparadores y dependientes cómplices.
¿Sanciones? La finalidad es “perseguir al acaparador y al compinche para que se
sientan con el agua al cuello”. Multas para unos; separación del
puesto de trabajo para otros, acciones administrativas y por qué no,
penales. El autor del artículo considera que son pequeñas y que
deberían ser aun mayores. ¡Qué lejos de la realidad! Qué
necesarios son los sindicatos libres que puedan enfrentar acusaciones
de estas características contra los trabajadores. No. En Cuba toca
obedecer y cumplir órdenes, como en el ejército.
El articulista se pregunta que en
Sancti Spíritus, donde
no existen
fábricas de cemento ni de producción de acero privadas, “¿de
dónde salieron las 1.446 bolsas y 1.230 cabillas de 9 metros
ocupadas por la PNR desde el pasado año hasta inicios de abril?”
¡Qué
pregunta caballero, que fácil es responder y cómo cuesta entender
que alguien no lo sepa o no lo quiera saber!
Si el peso de la ley cae sobre lo que llaman
“acaparadores y especuladores” la cosa puede ir mucho peor,
porque entonces sí que desaparecerán los pocos artículos que se
pueden conseguir en los canales informales, no controlados por el
régimen. Es evidente que solo el retorno a lo que he denominado "normalidad del mercado" puede ser la solución a este problema. Pero el régimen no parece que va por ahí. El propio articulista reconoce que estas actividades son
necesarias, ¿cómo si no puede resistirse a ese jugo que le ofrecen
mientras espera en el hospital?
Me disculpa el articulista, pero sobre el hecho de que el cubano cuando vive fuera pierde ésta práctica cotidiana de acaparar no es del todo cierto, pues en los casos de determinadas regiones donde la población migrante cubana es numerosa y está concentrada, como ciertas ciudades de La Florida, hay que ver la debacle que se arma cuando entra algún ciclón, hasta Wall-Mart y Home Depot se quedan con los anaqueles vacíos, porque esa cultura del acaparamiento la tenemos muy arraigada los cubanos.
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