Díaz-Canel, destrabar la economía y los economistas cubanos: una reflexión
Elías Amor Bravo, economista
Díaz-Canel acaba de declarar en una visita en Sancti Spíritu que
“el sector privado es un complemento de la economía estatal”. Y
yo me pregunto, ¿no será al revés? Lo cierto es que una vez
superado el oscuro período de la “guerra fría” en todos los
países del mundo, el estado es el que asume un papel subsidiario con
respecto a la actividad privada y para ello se han creado, por los
economistas, unas reglas, procedimientos y metodologías que han
probado su utilidad y eficacia.
La anormalidad que representa Cuba, en estas condiciones, se
convierte en un factor adicional para dudar sobre la credibilidad de
la economía y un argumento esencial para explicar el fracaso de los
últimos 61 años. No hay muchos economistas en el mundo que piensen
igual que Díaz-Canel, incluso dentro de Cuba, donde la disensión es
castigada.
La profesión, de forma mayoritaria, se decanta por la libertad
económica, el respeto a los derechos de propiedad, la creación de
patrimonios personales a partir del trabajo y el ahorro, la inversión
productiva y rentable, el mercado como instrumento de asignación, la
libre elección de consumidores y productores. Y en todo ese juego,
el estado debe participar de forma subsidiaria, cumpliendo con
eficacia sus tres funciones básicas: estabilidad económica,
distribución justa de la renta y asignación de bienes y servicios
no suministrados por el mercado.
Y poco más. Este modelo funciona, y se encuentra presente en todo
tipo de países y sistemas políticos y económicos. Es el que rige
en EEUU, pero igualmente en República Dominicana, Japón o España,
Italia, República Checa, e incluso en Vietnam o China. Querer
convertir lo blanco en negro, como pretende Díaz-Canel, es una
torpeza y a la vez, un grave riesgo.
En ese sentido, choca que una de las frases más citadas por
Díaz-Canel en los últimos tiempos es el concepto de "destrabar
la economía", que cada vez que tiene ocasión la menciona en
sus visitas de trabajo por diferentes territorios cubanas. Al tiempo
que habla de “destrabar”, pide a la gente, a los directivos de
las empresas, a todo el mundo que aporten ideas y que ayuden a
identificar qué factores impiden avanzar.
No hace muchos días, Díaz-Canel ofreció la posibilidad de realizar
un ejercicio de pensamiento colectivo para elaborar “un banco de
situaciones en las que existen esas trabas donde la burocracia puede
obstaculizar el tipo de decisiones que se tienen que adoptar”.
Disponer de ese banco de problemas para buscar los caminos que
permitan ir eliminando, destrabando, ir soltando esas amarras, es una
tarea primordial para Díaz-Canel. O al menos, eso parece.
Un paso importante ha sido pedir la colaboración de los economistas
cubanos, los colegas de profesión dentro de la isla, que suelen
realizar con tiento sus recomendaciones, casi siempre acertadas, por
el temor a que se interpreten de forma alevosa por los dirigentes
políticos y acaben siendo víctimas de la represión habitual.
Ciertamente, hace bien Díaz-Canel al pedir a los economistas que
elaboren propuestas para mejorar la situación de la economía, pero
que no se olvide que después hay que llevarlas a la práctica, y eso
exige una gobernanza en la que también se tiene que trabajar, y
duro.
Un ejemplo es cómo abordar la política turística en la actualidad.
Sin tener en cuenta la opinión de los agentes que operan en el
sector, sobre todo los privados, difícilmente se puede acertar. En
ese sentido, por ejemplo, de nada sirve potenciar determinados
destinos en la isla, si los viajeros buscan otro tipo de alternativas
y experiencias. Incluso el diseño de la gastronomía o actividades
culturales tiene un impacto en la demanda. De todo ello, los agentes
privados tienen información y mediante una colaboración con el
estado, se puede avanzar mucho más y de forma sólida.
Lo peor de Díaz-Canel es que muchas veces, las cosas que dice, no se
pueden entender bien. Es como si el tuviera miedo a algo o alguien.
¿Cómo que destrabar las fuerzas productivas no tiene que ver con la
actividad del sector privado? Es impensable, y además tiene poco
sentido, desvestir un santo para vestir a otro. Si realmente se
quiere destrabar la economía, hay que dirigir todos los esfuerzos a
los agentes privados, para que pasen a ocupar el papel de principal
actor económico, como ocurre en el resto de países del mundo.
Y no mediante cesiones o arrendamientos de tierras, o fórmulas
similares, sino por medio de un amplio y ordenado proceso de trasvase
de derechos de propiedad del estado a los actores privados, con la
creación de mercados en los que esos derechos de propiedad sean
jurídicamente respetados. En ese nuevo diseño, el sector estatal
debe limitarse tan solo a lograr que los procesos de privatización
se realicen de forma transparente y dentro de la más absoluta
legalidad, con el objetivo de dotar a los cubanos de medios de
subsistencia complementarios al trabajo, que permitan orientar sus
trayectorias personales y profesionales, sin necesidad de una
dependencia del estado.
Díaz-Canel se tiene que dar cuenta, y para ello los economistas le
asesorarán, que el sector privado no es complemento ninguno de la
economía estatal sino todo lo contrario. Que el sector privado
necesita libertad, por supuesto, pero también derechos de propiedad,
acumulación, inversión, ahorro, libertad de empresa y mercado como
instrumento para la asignación eficiente de recursos. Sus reformas,
vistas desde estas perspectivas, están a años luz de lo que se
necesita.
Si
Díaz-Canel aspira a “desatar el sector estatal sin frenar al
sector privado", así como "encontrar los adecuados
dimensionamientos que tiene que tener el Estado y que tienen que
tener lo privado y lo cooperativo, y las adecuadas relaciones"lo
tiene fácil. En América Latina, por ejemplo, sin ir más lejos, la
relación entre lo estatal y privado alcanza porcentajes de 25% y 75%
respectivamente en términos de producción, empleo y activos
económicos. En Cuba, esa relación es justo la opuesta, 75% estado y
25% privado. Hay que desatar y mucho.
Y aquí viene la segunda cuestión. Que no piense Díaz-Canel ni un
minuto que el proceso de unificación monetaria y cambiaria que
prepara va a servir para estabilizar las condiciones económicas de
la Isla permitiendo hacer muchas más cosas. Gran error. Es justo lo
contrario. Para que se pueda unificar las monedas y el cambio con las
divisas, lo que hace falta es estabilizar antes la economía, tanto a
nivel interno como externo. Si la eliminación de la doble moneda es
una prioridad para los dirigentes comunistas, que reflexionen sobre
esta cuestión porque el tiro puede salir por la culata. La crisis
que se ha instalado en la economía cubana desde el verano del pasado
año, no es el mejor escenario para experimentos y el colapso
económico de Venezuela, no está para andar jugando.
Cierto es que la circulación de las dos monedas es uno de los
principales escollos para la economía, pero lo ha sido en los
últimos 25 años desde que Fidel Castro decidiera crear el peso
convetrtible para evitar una sonrojante dolarización de la economía
cubana. La gestión de esa dualidad, desde entonces, ha sido un
desastre, y cuando se elimine aparecerán los problemas que se han
venido produciendo durante este tiempo. Si Díaz-Canel cree que “un
paso experimental” es la devolución en pesos cubanos de las
operaciones en CUC, allá el con lo suyo, pero la unificación
requiere mucho más que este tipo de decisiones. El daño es grande y
arreglarlo complicado.
"Si uno ve la lista de políticas que se han aprobado, el país
ha cambiado mucho en diez años, en los últimos quince años, y
seguirá cambiando, y seguirá cambiando para bien", auguró el
gobernante.
Sobre las propuestas de los economistas de analizar los modelos
económicos de China y Vietnam -países de ideología comunista pero
economías liberalizadas- para adaptarlos a Cuba, Díaz-Canel comentó
que se han estudiado las experiencias de esos países, pero recordó
que ninguno de ellos ha estado sometido a un embargo durante seis
décadas.
Si China y Vietnam no han tenido un 'bloqueo' de 60 años, ¿de dónde venía entonces la miseria que sufría la China maoísta antes de asumir la economía de mercado? ¿Y de dónde venía la miseria vietnamita antes de aplicar el Doi Moi en favor del libre mercado? Ambas proguntas tienen una sola respuesta: el sistema de economía centralizada era quien generaba aquella penosa miseria.
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