Destrabando la economía cubana desde la plataforma de restauración neo liberal

Elías Amor Bravo, economista
No cabe duda que les ha gustado la “palabra” y cada vez la usan más, y de forma imprudente. Este es el resumen de una crónica de Granma sobre la nueva reunión de trabajo del ministerio de economía que, mes tras mes, continua con el escrutinio de los pocos indicadores disponibles para saber si la luz del oscuro túnel está cerca, e incluso, si existe alguna luz. La palabra a la que me refiero, desconocida en los manuales de la ciencia económica moderna, es “destrabar”, que en la dialéctica de los comunistas cubanos encabezados por Díaz-Canel y su ministro de economía, Alejandro Gil, y un largo etcétera de autoridades del régimen, se asocia con “encontrar soluciones a los problemas de la economía en las condiciones del socialismo”. Lástima que sigan con el lastre de la ideología para intentar dar de comer a los cubanos. Después de 61 años de fracasos, deberían ir buscando la alternativa.
Pero en fin, así son las cosas en la Cuba neo comunista, y este lunes en la reunión ministerial se ha vuelto a insistir en que “la planificación desde un enfoque más integral, dinámico, innovador y generador de soluciones debe trascender la responsabilidad de emitir el plan para concentrarse en el funcionamiento eficiente de la economía”. Una frase larga, confusa y recurrente. Dicho de otro modo, no contentos con la herida de muerte, van y se pegan un tiro en la pierna. Morir con dolor.
Alguien tiene que decir a Díaz-Canel que está absolutamente equivocado cuando dice que, desconozco quién, le pretenden imponer una “plataforma de restauración neo liberal” en contraposición al uso de la obsoleta planificación central de la economía en aras a mejorar la gestión de los asuntos económicos. Se equivoca, porque no es intención de nadie imponer nada. Si de eso se trata, él y su régimen político, llevan 61 años imponiendo a los cubanos unas condiciones económicas imposibles de asumir en cualquier país del mundo, un sistema de extorsión, delación y chantaje que ha roto las familias y provocado que alrededor del 20% de la población se haya tenido que establecer en el exterior. Cuando se habla de imposiciones, mejor dejar las cosas en paz.
Díaz-Canel afirma que hay que identificar las trabas que existen en la economía, y estamos de acuerdo con este punto, el problema es que para lograr dicho objetivo hay que desprenderse del modelo económico ideado por Fidel Castro hace 61 años, y que ha llegado a su final. Cualquier intento de buscar soluciones a los problemas dentro de la planificación comunista, resultará en un fracaso rotundo.
Gil insiste en definir “un plan menos detallista, más abierto y flexible”, que se centre en dos asuntos principales: “la incorporación de todo lo que se puede hacer aquí y hoy se importa, y las prioridades, o sea, aquellas actividades que más impactan en el Producto Interno Bruto”. El problema con este tipo de medidas parciales es que, al centrarse en solo unas cuestiones concretas, olvidan el resto. La economía es un proceso multisectorial. Cuando se atiende una actividad y se olvidan otras, surge el desequilibrio con más fuerza aún. Y después es más complicado atraer lo olvidado al tronco central de la economía. Por otra parte, no existe plan “dinamizador”, porque los planes castristas precisamente lastran la toma de decisiones en las empresas, y limitan el ámbito de actuación de los agentes económicos. Por mucho que hablen ahora de renunciar a la planificación centralizada, sigue existiendo esa influencia jerárquica que, a posteriori, se manifiesta con las inspecciones de la Contraloría, lo que acaba siendo peor. Solo desde la libertad económica desde un marco jurídico de derechos de propiedad para todos, puede una economía funcionar y hacerlo de manera racional. Esto tampoco es una “restauración neo liberal”.
Otro ejemplo, Díaz-Canel insiste en “mantener las medidas de ahorro”. Pero ¿se puede saber qué ahorro puede realizar un pueblo que vive al límite de sus posibilidades?¿Qué ahorro pueden hacer unas empresas que postergan año tras año sus inversiones en equipamientos y tecnología porque no las pueden importar al carecer de divisas para hacerlo?¿cómo se puede ahorrar en las inversiones en infraestructuras, vivienda, carreteras, energía, aguas, cuando el país se está cayendo a pedazos? El ahorro, del que habla Díaz-Canel, solo puede estar localizado en determinados segmentos sociales pertenecientes o vinculados al conglomerado de las empresas del ejército y seguridad del estado. El cubano medio, difícilmente puede ahorrar nada. Por tanto, hay que olvidar esa “hoja de ruta” si se pretende salir del penoso atolladero de la economía cubana.
También se habló del ministerio de economía como líder de pensamiento. Realmente, nadie necesita que un ministerio lidere el pensamiento económico, ni que lidere nada. Los ministerios están para lo que están, la actividad administrativa, y los agentes económicos privados son los que mejor pueden realizar sus actividades orientadas a satisfacer a sus clientes, cobrar un precio justo por los productos o servicios, atender sus costes y generar beneficios y empleo. Esa es la lógica de la racionalidad económica que Díaz-Canel quiere interferir con un ministerio de planificación “pensante”, burócratas decidiendo por el conjunto de la población. Más de lo mismo.
Dicho de otro modo, y esto no es ninguna imposición neo liberal, si se pretende promover “una conducción de la economía totalmente innovadora” lo mejor que puede hacer el ministerio es apartarse de la circulación y publicar normas y regulaciones que fomenten en desarrollo de la economía privada, que deje a los agentes económicos privados decidir si se tienen que sustituir los mecanismos administrativos por otros económico- financieros, porque en ocasiones, eso no es conveniente ni tampoco posible. Una vez más, eso es construir la casa empezando por el tejado.
La cuestión es que se pierde un precioso tiempo con este tipo de debates sobre las relaciones entre los agentes económicos, el papel que debe jugar un ministerio, o las respuestas sobre la relación entre centralización y descentralización de los procesos económicos. Todas estas cuestiones están obsoletas, no representan nada, no interesan a nadie, y son el principal obstáculo que traba el desempeño de la economía. Mientras que Díaz-Canel no se dé cuenta de esto, y reaccione, la economía cubana seguirá postrada y secuestrada por la ideología comunista.
Por último se habló, y mucho, del desarrollo local. Una apuesta del régimen para promover la actividad económica otorgando más poder de decisión a los órganos comunistas provinciales y locales. Es decir, más de lo mismo. Hay que decir abiertamente que los proyectos de desarrollo local no favorecen ni los encadenamientos productivos, ni las exportaciones y mucho menos resuelven los problemas de producción de alimentos en los territorios, básicamente porque no aprovechan algo que en economía es fundamental, que son las denominadas economías de escala que permiten producir a costes más bajos cuando aumenta el volumen de producción de las empresas para atender mercados en crecimiento.
El desarrollo local que persigue Díaz-Canel quiere empresas diminutas, sometidas al poder comunista más cercano que las puede controlar mejor, y que nunca van a alcanzar escalas eficientes para evitar que se conviertan en contra poderes. Ellos lo reconocen, cuando hablan de manera explícita, de minindustrias, pequeños nichos, sin pretender grandes operaciones. Eso es lo que quieren, y por ello, les va a salir mal, básicamente porque va en contra de las reglas básicas de la economía que apuestan por la libertad, el crecimiento del mercado y de la producción. Lo peor de todo es cuando hablan de extender ese dominio de las empresas estatales a las privadas. Mal asunto para los emprendedores cubanos, a los que se piensa igualmente someter a control. 

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