¿Por qué la Contraloría elige el peor momento económico para sus auditorías anuales?
Elías Amor Bravo, economista
En medio de la grave crisis abierta
en la economía cubana, aparece en el escenario, nada más y nada
menos, que la enérgica y siempre sorprendente, Gladys Bejarano, al
frente de su “pequeño ejército”, la denominada
Contraloría, para realizar, o al menos eso declara,
“un diagnóstico integral de todas las entidades entre el 6 de
abril y el 21 de mayo próximos”. Sinceramente,
la
Contraloría elige un momento fatal, el peor posible, para llevar a
cabo esta “auditoría estratégica nacional”,
en ejercicio de sus competencias, y más de uno se pregunta, con
miedo, qué puede salir de todo esto.
Como ya se ha señalado, este
ejercicio de control de 2020, se va a realizar en un momento complejo
para la economía, en el que van a coincidir sobre
las empresas varios
factores, todos ellos negativos. Las consecuencias del fallido pago
de intereses de la deuda sobre la financiación internacional, el
nuevo descenso de los suministros petroleros de Venezuela, la caída
de las remesas, el estancamiento de los ingresos por servicios
profesionales vendidos en el
exterior, el freno del
turismo y de las inversiones extranjeras, la debilidad de la
producción agropecuaria y el marasmo del sector presupuestado, entre
otros, serán los elementos que van
a enmarcar este ejercicio de
auditoria de la señora
Bejarano. Este, por lo
general, suele acabar
proporcionando informaciones que, lejos de ayudar
a la
solución de los
problemas detectados,
lo que hacen es agravarlos, al crear suspicacias, indicios de delitos
inexistentes o malas praxis, que son el día a día de la
gestión de la economía en Cuba.
Desde hace años, la Contraloría realiza sus auditorías utilizando
una "guía de autocontrol que deben cumplimentar las empresas", que tiene como objetivo ser “un instrumento que contribuya al
mejoramiento de la gestión y desempeño de la institución”. Lo
cierto es que sus resultados, ejercicio tras ejercicio, vienen a
mostrar, notables deficiencias en la gestión de las empresas, en buena medida
provocadas por los corsés establecidos por el modelo económico, que
impiden un funcionamiento eficiente de las mismas, en condiciones normales. Todo ello unido
al temor a que, de resultas de esta actividad de control, se adopten
medidas de tipo represivo contra los gestores de las empresas. Cualquier cosa es posible. La Contraloría es un arma del poder
burocrático que inmoviliza, atemoriza, frena, más que ayudar a una
mejor gestión. Y eso solamente se puede entender en términos de la
personalidad de quien está al frente de la entidad.
Por el contrario, en las economías libres, las auditorías
son una pieza esencial de la gestión empresarial que sirven para
informar a los stakeholders sobre el cumplimiento, por parte de las
empresas, de una serie de indicadores que se someten a evaluación.
Muchas de las decisiones que día a día se adoptan por las empresas
dependen de estos ejercicios de control sistemático. Decisiones de
negocios, de contratación con proveedores, de apertura de mercados,
de estrategias de responsabilidad social, a otras más arriesgadas de
inversión o participación en el capital accionarial, tienen su
referencia en las auditorías y su capacidad para fiscalizar la
actividad empresarial.
El problema surge cuando la
herramienta utilizada para auditar no se define para conseguir los
objetivos citados, sino para ejercer una acción directa de
vigilancia, control y represión
sobre los directivos y los ejecutivos que están al frente de las
entidades e incluso, sobre los trabajadores. No conviene olvidar que
en Cuba, el único dueño de las empresas es el estado, y por tanto,
quien define el
cumplimiento o no de los objetivos, misiones, tareas y compromisos en
todos los ámbitos en las organizaciones y entidades es el estado. Si
el estado, como dueño de las empresas, no está de acuerdo con la
valoración de la gestión realizada, debe proponer
las medidas para corregir los problemas, que siempre estarán en su
ámbito de influencia.
Y aquí surge otra diferencia importante entre la Contraloría cubana
y las auditorias en las empresas de economías libres. En Cuba el
estado, la Contraloría (que depende del estado) fiscaliza a sus
propias empresas (que pertenecen al estado, igualmente). Digamos que
todo queda en casa. En cambio, en las economías libres, las
auditorias se realizan por entidades independientes de las empresas,
ya que solo así se otorga credibilidad a los informes. La diferencia
es importante, porque mientras en este último caso no existe
inconveniente a la hora de denunciar cualquier infracción de la
gestión, en el ámbito de Cuba las consideraciones políticas e
ideológicas influyen, y mucho, en esa actividad de control,
inspección y vigilancia.
Al fin y al cabo, lo que la
señora Bejarano quiere detectar con su auditoría a las entidades es
la existencia de lo que en el régimen califican de “manifestaciones
de indisciplinas, ilegalidades, delitos y corrupción”, hechos que
en cualquier país del mundo, con economía de libre empresa, son
actividades y gestiones habituales de las organizaciones para hacer
negocios y ser rentables y sostenibles. La tabla de medir en el caso
cubano es tan rasa, que mejor ni mencionarla.
Las empresas, en su mayoría
dependientes del estado, se rigen bajo la obediencia de este, y cuando se habla del estado, se quiere decir la dirección
comunista burocrática
del país, que es la menos interesada en conseguir una gestión
administrativa eficiente e impulsar el control como práctica
cotidiana. Por eso, cuando la señora Bejarano entra como “elefante
en cacharrería” en las empresas, todo el mundo se pone a temblar,
porque si
se quiere, dado el rígido marco de gestión existente,
siempre aparecerá una
indisciplina, una ilegalidad o un delito de corrupción. Empiezan por
los pagos incumplidos, continúan
por la rotación de stocks, y
acaban por donde menos uno lo piensa. Y si no aparecen los problemas,
se inventan, si el objetivo es llevarse a alguien por delante.
No sé por qué me temo que
este año va a haber mucho
movimiento
a resultas de la actividad de la Contraloría. El espectáculo de permanente pulso de
poder entre la dirección comunista ideológica del país y el poder
empresarial vinculado al ejército y seguridad del estado, puede
ofrecer algún espectáculo incendiario antes del verano. Además,
ahora a quien toca mantener el equilibrio entre estos dos poderes en
juego, es a Díaz-Canel, que es un miembro distinguido del primer
grupo citado. Ya veremos qué hace cuando la señora Bejarano le
ponga encima de la mesa el cadáver destripado de las empresas de la
economía. No habrá que perdérselo.
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