Las medidas comunistas desafinarán la música cubana
Elías Amor Bravo, economista
Ahora le tocó a los
artistas. En las reuniones de “chequeo” de Díaz-Canel, se acaba
de celebrar en el palacio de la revolución una reunión de
directivos
del ministerio
de cultura
y de la Uneac, con
artistas cubanos, entre ellos varios premios
nacionales
de música.
El objetivo
de la reunión, realizar un
análisis
del
sistema empresarial de la música en Cuba, según
Cubadebate,
“uno de los temas más complejos que enfrenta hoy el sector al
implicar a más de 20 mil artistas en toda la Isla”.
¿Tema complejo la música cubana? No lo creo. En cualquier discoteca
de España, Francia o Italia, no dejan de sonar los ritmos cubanos,
los antiguos y los actuales, generando derechos. La creatividad,
calidad y competitividad de los profesionales de este sector es extraordinaria. Cada año
aparecen nuevas figuras, se incorporan nuevos ritmos y melodías,
todavía no ha desaparecido un/una intérprete ya asoma otro/a. La
música, el arte, la cultura, forman parte del ADN cubano. Un orgullo
de la nación.
Por
eso, el diagnóstico realizado en esta reunión del
sistema empresarial, al
que
“destacan
descapitalización financiera, no aprovechamiento de los
encadenamientos con el turismo y la preferencia por la música
grabada o por agrupaciones de escasa complejidad técnica”, se
debe interpretar
en clave de
situación interna de la isla, más
que con el
referente internacional en el que no existen ni bloqueos ni embargos.
En las principales
emisoras de radio, discotecas
y salas de
fiestas de
EEUU la música cubana es mayoritaria, se
escucha sin problemas, y
si hablamos de Miami, qué
decir. No
hay bloqueo. Por
lo tanto, si el sistema empresarial de la música en Cuba está en
esa situación de crisis a
la que se refieren en Cubadebate,
la responsabilidad directa es del marco jurídico económico
existente en Cuba, que es negativo incluso para la música cubana.
No
contentos con el análisis anterior, también se hizo referencia al
“sobredimensionamiento
de los catálogos profesionales de la música en todo el país; la
arbitrariedad
y falta de transparencia en la fijación de los porcientos que
retienen las empresas; y la coexistencia en ellas de artistas bajo
regímenes comerciales y subvencionados, lo
que produce
distorsiones y dificulta el ejercicio de la política cultural”. Yo
no lo podría explicar mejor. La política económica
intervencionista en el sector musical no funciona, y debe ser
reducida a la mínima expresión. La motivación debe venir explicada
por los resultados. De
igual modo, se citaron otros
problemas
como “la
falta de intencionalidad en la promoción del talento artístico
representado por las empresas del sector de la cultura
en los medios de comunicación, lo
que provoca
que la circulación dependa más de la popularidad que de la calidad
de la agrupación”. Es
decir, para salir en la televisión cubana hay que pasar unos filtros
políticos de censura que deberían ser erradicados porque van en
contra de las demandas de la población.
En efecto. Nada que no se resuelva con libertad económica, mercado y
derechos de propiedad extendidos en el sector musical cubano. Si en
vez de obligar a todos esos músicos a trabajar para el estado
comunista o sus órganos intermedios, se les autoriza a funcionar
libremente, ni más ni menos que como en el resto del mundo, el
problema se resolvería de forma inmediata.
Sin embargo, y aquí viene lo mejor, todos los reunidos en el palacio
de la revolución decidieron que la mejor forma de resolver los
problemas acumulados durante muchos años y planteados por los
creadores en disímiles escenarios, era “la creación de un grupo
de trabajo para el perfeccionamiento del sistema empresarial de la
música”. Si, como lo oyen. Patada hacia arriba y a correr. Otro
grupo de trabajo más, al que los comunistas encargan, ni más ni
menos, que “abordar el asunto desde una perspectiva integral y
transdisciplinaria, teniendo en cuenta la responsabilidad del
ministerio de cultura y también de otros organismos de la
administración central del estado”. Si alguien no lo ha entendido
aún, los comunistas cubanos no renuncian a mantener el control
absoluto sobre el sector musical, en el que ven grandes oportunidades
como instrumento de captación de divisas. En vez de preocuparse por
mejorar el sector y sus profesionales y liberalizar sus estructuras
obsoletas, la actuación es justo la contraria. El estado interviene
como elefante en cacharrería, y todos a callar.
En la reunión, los artistas aprovecharon para denunciar
irregularidades que afectan a la programación musical del país. Y
así, se citaron “los más de 30 años sin producirse ni circularse
partituras musicales en Cuba”, el posible, y tal vez necesario,
“rescate para la cultura de edificaciones abandonadas”, “el
ejemplo de Fábrica de Arte como lugar para la promoción cultural
con alto impacto en el turismo”, y la “creación de espacios
emblemáticos y asequibles para que el pueblo cubano escuche el Son o
baile casino regularmente”, “propuestas de quienes diariamente
hacen arte y que deben ser bien recibidas”, pero que en vez de ser
dirigidas a Díaz-Canel con tono implorante, podrían ser planteadas
para su ejecución a empresas privadas bajo fórmulas de patrocinio o
mecenazgo cultural que en otros países se encuentran ampliamente
desarrolladas, pero en Cuba, donde el estado lo quiere hacer todo, se
encuentran proscritas.
También se habló del mercado y de la “necesidad de organizar la
relación oferta-demanda que hoy no tiene reglas claras y es
absolutamente injusta, por ejemplo, con los músicos que no trabajan
en la capital”, en concreto “de poner orden en el sistema de
mercado donde se desarrolla la música cubana que favorece sobre todo
a los artistas menos nutritivos a la nación”. También se hizo
referencia a los servicios técnicos, dígase audios, luces o
transportación, “de altísimos precios y no siempre dentro de la
legalidad” y se propuso “la creación de un repositorio digital
de música cubana, a la disposición de todos”, con alusiones a lo
que llaman buen gusto.
¿Qué creen que dijo Díaz-Canel a todo esto? Pues ni más ni menos
que lo que viene siendo habitual. Que sí a todo, pero con calma. Que
son muchos los problemas acumulados y tiene que haber disposición,
voluntad y vocación para resolverlos todos, que no se van a resolver
de un golpe. Afirmó que en Cuba existen muchas instalaciones que no
se están utilizando o que se usan mal, que se pueden ir
acondicionando y tejiendo con proyectos musicales, por supuesto, por
el estado, que no tiene dinero para hacerlo. Ni se le pasó por la
cabeza apostar por la colaboración público y privada, como en el
resto de países del mundo.
También se comprometió a “estudiar todos los mecanismos por los
cuales pueda haber mejor disponibilidad de instrumentos musicales y
accesorios para vender a los artistas”, e hizo referencia a “las
relaciones de comercialización, que tienen que tener las reglas
claras en los que gestionan y en los que participan”, en un claro
mensaje a continuar interviniendo en el funcionamiento de un mercado
inexistente en la isla para el sector musical. También habló de
potenciar Cubadisco y aquí formuló una propuesta difícil de
entender, “que luego no se les dé todo el valor del premio a sus
ganadores, en cuanto a promoción, estímulos e incentivos”, si lo
han oído bien, los ganadores no recibirán todo el premio. No perdió
la ocasión para hacer referencia “a la insatisfacción con los
públicos que hoy formamos, en lo cual influye la ausencia de la
crítica musical” en clara alusión a los ritmos modernos que
molestan a la cúpula comunista del país, si bien añadió que “está
en contra de satanizar géneros” desmarcándose de la línea dura
reaccionaria.
El sector musical cubano presenta extraordinarias potencialidades que se tienen que explotar con un marco alternativo de derechos de propiedad y la extensión de la economía de mercado, que permita a los artistas recibir el beneficio de sus actividades como ocurre en otros países y contribuir con impuestos justos y equitativos. La intervención estatal tiene que ser revisada para que el sector cobre fuerza y se proyecte a nivel internacional. Este es uno de los sectores que más fácil lo tiene y que podría servir para explorar fórmulas de colaboración público y privado inexistentes en Cuba. Los cubanos deben saber que otra política económica es posible.
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