Los retos del turismo para la economía cubana en 2020
Elías Amor Bravo, economista
Nadie, absolutamente nadie,
ha salido en el régimen castrista para asumir las responsabilidades
por el fracaso de la campaña turística en 2019. El descenso en el
número de viajeros en un 9,3% no parece perturbar a las autoridades,
ni tampoco a los empresarios hoteleros acreditados en la isla, y el
silencio se ha vuelto a adueñar del escenario. Todo lo más, se ha
intentado explicar de forma burda los pésimos resultados con
referencia a las medidas del gobierno de EEUU o la caída de Thomas Cook. La dinámica del
turismo a Cuba no se puede justificar solo con ese argumento como se
tendrá ocasión de exponer.
Nadie
en Cuba se está dando cuenta que la industria turística mundial
está en pleno proceso de transformación, exigiendo a las potencias
dominantes, España, Francia, EEUU, Italia, la adopción de nuevas
estrategias para adaptarse a los cambios en la demanda y la creciente
especialización que se está produciendo en la misma. Mientras
tanto, en Cuba, las autoridades siguen confiando en un modelo de sol y
playa, inaugurando día si día no, hoteles propiedad del estado (para los que se
necesitan inversiones que se podrían destinar a otras actividades
“sociales”) que se ceden a la gestión de grupos empresariales
internacionales. Visto desde esta perspectiva de la oferta, el
resultado de la demanda en 2019 es perfectamente coincidente.
Las
autoridades parecen querer ignorar un hecho importante, y es que la disminución más intensa
de la llegada de turistas a Cuba se ha producido principalmente en el
momento en que comenzó la temporada alta, justo cuando el Caribe
empieza a atraer a viajeros de los países del norte afectados por
los fríos y nieves. De modo que con una demanda a la baja en la
temporada alta, era fácil prever un descenso a lo largo del
ejercicio. Y así ha sido, el turismo no ha conseguido remontar las
cifras de 2018, y lo que es peor, las estimaciones para 2020 tampoco
son halagüeñas. Sin duda, en esto el sector turístico cubano se
encuentra afectado, como el del resto del mundo, por la conjunción
de una serie de factores geopolíticos y económicos, entre los que
se encuentra la desaceleración del crecimiento económico mundial, sobre todo en Europa, o las
consecuencias del Brexit.
Todos
estos factores van a tener un impacto sobre la llegada de viajeros y
las autoridades no han dado muestras de desarrollar un plan de
contingencia para hacer frente al nuevo escenario. A diferencia de lo
que ocurre en otros países, el sector turístico cubano no consigue
atraer viajeros procedentes del resto del mundo, y salvo el caso de
los rusos, la llegada de latinoamericanos o asiáticos apenas tiene
incidencia en la demanda total. El problema se encuentra en la
intensa caída de viajeros procedentes de los principales mercados
emisores, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia y España, que no
se ha compensado con las llegadas de otros países, salvo la
comunidad cubana en el exterior, en su mayoría procedentes de EEUU. Dicho de otro modo, las cuentas no se podrán salvar, y cuando se publiquen los ingresos
por turismo los resultados serán todavía peores, dado el
comportamiento de las principales divisas.
Las
autoridades responsables del turismo en Cuba deberían tratar de
acercarse a estos datos y valorarlos para hacer frente a un escenario
muy complicado. Lo que tienen que entender, y es bueno que avisemos con tiempo, es que la caída del número de viajeros
procedentes de los principales mercados clave va a continuar
manifestándose en 2020, porque no se puede considerar un hecho aislado,
sino que es un fenómeno directamente relacionado con la
mejoría que experimentan una serie de destinos competitivos, como los países del
norte de África, una zona que atrae a los europeos por sus precios y
calidades, seguridad e instalaciones, y que conforme ha ido dejando atrás los
problemas asociados a la inestabilidad de la llamada “primavera
árabe”, va a ejercer una notable presión sobre otros destinos turísticos, incluso los más
distantes, como Cuba.
Este
escenario de incertidumbre debe llevar a las autoridades del régimen
a actuar con responsabilidad y dejar de culpar a EEUU de todos los
males de la economía cubana. No es bueno caer en este disco rayado, e incluso puede a la larga llegar a producir más costes que beneficios adoptar esta actitud
reactiva y permanentemente crítica con el vecino del norte. Y desde luego, es mucho mejor
aprovechar la situación actual para empezar a redefinir el modelo
turístico antes que se acabe muriendo de éxito, porque el que
existe en Cuba no sirve.
Hay
que revisar en profundidad cuestiones de gran relevancia, como la
política de promoción de Cuba en los mercados mundiales, apostando
por algo más que sol, playas y descanso. Cuba tiene grandes
potencialidades para ello y su integración en el Caribe es mucho más que estratégica. Además, es necesario mejorar la
recaudación de ingresos por turismo, por su aportación a la economía, y para ello, la iniciativa
privada debe tener un papel mucho más destacado. En varias
ocasiones, se ha señalado en este post la conveniencia de privatizar
el sector turístico al 100% en la economía cubana.
No
tiene sentido que el estado se dedique a limpiar habitaciones de
hotel o servir mojitos en el bar de la piscina. Y si queda tiempo
después de este ingente esfuerzo, hay que empezar a apostar por las
nuevas tecnologías de la sociedad de la información aplicadas al
turismo, una de las enseñanzas recientes de FITUR 2020, donde se
habló de la inteligencia turística y el big data o la
digitalización para mejorar el diseño de las prestaciones para los
viajeros, la mejora de los servicios de transporte y la puesta en
marcha de una política tributaria que no obstruya el dinamismo del
sector, por supuesto de los agentes económicos privados. La agenda a
desarrollar es importante, y hay mucho en juego.
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