Inversiones en Cuba: en busca de la eficiencia perdida
Elías Amor Bravo, economista
Ahora los comunistas
quieren invertir con eficiencia. Otra consigna más. Esta vez en el
programa Mesa redonda de
la televisión castrista
se habló de las
inversiones
en Cuba. La voz cantante a
cargo de
directivos del ministerio
de economía,
con el viceministro Adonis Núñez, al frente. ¿De qué
hablaron?¿Cómo se sitúa en este momento el problema de las
inversiones en Cuba? El
objetivo fue tratar aspectos
como la
efectividad de
las inversiones,
lograr que tengan
un impacto mayor en la vida económica de la nación o
los
proyectos que cobran
fuerza. ¿Sirvió
para algo?
Para
empezar, se habló solo de pasada de una cuestión fundamental que
debería haber servido como punto de partida para el análisis, y que
exige un análisis sosegado y más profundo. Me refiero al dato, sin
duda deficiente, que presenta Cuba con relación al porcentaje de la
formación bruta de capital fijo en relación con el PIB, de media un
10% en la década pasada, según informó el viceministro,
prácticamente la mitad del que se registra en el conjunto de los
países de América Latina, donde niveles del 20-25% son lo habitual.
En
la mesa redonda se pasó por encima de este dato, y nadie quiso
explicar su motivo. Quizás porque es tirar piedras contra el tejado
propio. En Cuba, el estado, dueño de todos los activos productivos,
prioriza los gastos en favor de los gastos corrientes y penaliza las
inversiones, porque su objetivo es mantener educación y salud,
precios subsidiados y empresas no rentables a cualquier precio, en
vez de reparar carreteras, construir infraestructuras y abrir
espacios al ahorro energético, por ejemplo. Esa prioridad del gasto
lastra el capital en inversiones, y de ahí ese 10%.
Las
pocas inversiones que hace el estado se concentran en hoteles, no en
vivienda, y los derrumbes se adueñan de los centros de las capitales
porque nadie es dueño de nada, y no existen incentivos para
invertir. Este debería haber sido el punto de partida de la “mesa
redonda”, pero obviamente, nadie lo mencionó. Querer alcanzar un
porcentaje del 20% está muy bien, como enunciado, pero exige mucho
más que expresar un deseo, requiere estrategia económica viable
para ello.
El
viceministro empezó
diciendo algo obvio
“invertir comienza
desde la planificación, pasa por la ejecución y termina en el
chequeo de cada proyecto” e
insistió una vez más, como sus jefes hacen de forma continua, en la
necesidad de
“eliminar
trabas y fortalecer
lo práctico y dinámico del proceso” pero
manteniendo el mismo oscuro silencio sobre qué es lo que traba y por
qué.
Segunda
cuestión, el viceministro dijo que “las prioridades de la economía
y las políticas aprobadas determinan las inversiones, que se
sustenta en normas jurídicas, contratos de ejecución de obras y
normativas de calidad”. Ah, pero ¿es que acaso no era así? ¿Es
que las inversiones no se plantean, acaso, “a través de un proceso
de conciliación con los proyectistas, suministradores y
constructores sobre la base de las capacidades productivas de las
empresas y la disponibilidad de recursos materiales y financieros”.
Entonces, ¿cómo se plantean las inversiones en Cuba?
Tercero,
ahora se pretende que
“las prioridades de las inversiones están dirigidas al incremento
de las exportaciones, a la disminución de las importaciones, y a
aquellas inversiones capaces de recuperarse con su propio
rendimiento”, pero
nadie informa que para invertir, sobre todo en bienes de equipo,
tecnologías e incluso bienes intermedios, hay que importar antes, es
decir, muchos de esos equipamientos no se producen en Cuba y se
tienen que traer de fuera, así que al final, más de lo mismo.¿Qué
fue primero, el huevo o la gallina?
Y
llegó el momento de los anuncios. Para 2020 se planifican
inversiones por 12.300 millones de pesos, lo que supone un aumento de
2.100 millones con respecto a 2019, un 20% que se dice pronto, pero
que en ningún caso llevaría el porcentaje de las inversiones en el
PIB a superar un 11%. Este tipo de mensajes “populistas”
requieren matices. Para empezar, según dijo el viceministro, las
inversiones se van a concentrar en turismo (4 mil habitaciones), la
vivienda (40.800 terminadas, 15.300 por el estado y 4.700 millones de
m3 de áridos, 1.400.000 toneladas de cemento, 51.000
metros cúbicos de madera y 90.460 de toneladas de acero), los
alimentos, la infraestructura (rehabilitar 45 km de redes e
incrementar capacidades para 285 mil m3 de combustibles) y
los sectores biotecnológicos y energéticos (de los que no se
ofrecieron datos tan precisos). ¿Es esto lo correcto?¿Existen
alternativas?
Más
de lo mismo que en años anteriores, con los resultados ya conocidos.
Al final, se priorizan los gastos corrientes y se reduce el dinero
destinado a inversiones, pero vamos a suponer que se consiguiera el
objetivo. ¿Qué garantías existen de que la rentabilidad asociada a
los mismos será superior al coste actualizado de las inversiones?
Ah, ¿es que no se ha realizado este análisis del valor descontado?
Entonces, una vez más, ¿cómo se valora la eficiencia del proceso
inversor?
El
viceministro lo dijo varias veces: “el
proceso inversionista no logra alcanzar los niveles de eficiencia
esperados”.
¿Problemas burocráticos? Parece que sí, y cito textualmente, “es
importante que cada inversión rinda lo planificado según los
estudios de factibilidad. Es necesario que cumplan el tiempo y que la
explotación sea eficiente. Muchas veces terminamos una obra y no se
chequea su funcionamiento. No se trata solo de crecer en las
inversiones, sino hacerlo con calidad”¿Se imagina alguien en una
economía como la española, estadounidense o italiana haciendo este
tipo de reflexiones? Lo cierto es que me cuesta entenderlo, pero en
Cuba, un viceministro lo hace, y además en un programa de máxima
audiencia ante miles de cubanos.
La
realidad es que, en Cuba, desde hace 61 años, el régimen se ha
preocupado poco, muy poco por las inversiones. Un buen ejemplo es el
absoluto desconocimiento que se tiene de cómo se planifican,
ejecutan y se evalúan. Y la razón es la misma de siempre. En una
economía en que no existe el coste de oportunidad, la valoración
esperada de las decisiones presentes en el futuro, es decir, “que
se vive al día”, la relevancia de las inversiones es nula.
El
cubano medio está acostumbrado a afrontar su realidad vital sin
patrimonio, sin capital privado, sin planes de inversión para el
futuro o planes de seguros para siniestros, no puede tener activos
productivos con los que generar ingresos, no se puede hipotecar para
obtener más ingresos con los que crecer, en definitiva, como se ha
dicho, “vive al día”. En ese círculo en que se encuentra
atrapado por el sistema económico, no puede construir ni disfrutar
de la riqueza no humana, que en cualquier país del mundo es el
resultado acumulado del trabajo, el ahorro, el esfuerzo, en
definitiva de los valores de la inversión. Y los gobernantes actúan
de la misma forma, sin prever el futuro, que es la clave de la
eficiencia de cualquier proceso inversor.
Y
como suele ocurrir con los principales asuntos económicos en Cuba,
el viceministro está
convencido que un Decreto
el número 327
de 2014, es la solución a
todos los problemas. Esa creencia en el poder de las
normas
coercitivas para asegurar el
funcionamiento económico es
otro de los fracasos más evidentes del régimen comunista. Porque,
por mucho que el Decreto de marras establezca
al
inversionista “como el sujeto principal para ejercer el control,
mientras implanta un sistema dirigido a la supervisión de las
inversiones y
establece el
control integral de las inversiones, de manera que se asegure su
explotación y rendimiento futuro”, o
que se otorgue prioridad “a
los controles a los volúmenes físicos que se ejecutan y al
rendimiento de las inversiones, bajo el principio de que estas se
recuperen con sus propias producciones o servicios, y a su vez
tributen al desarrollo de la economía”, si no existe una
percepción alternativa de riesgo, interés y rentabilidad asociado a
las inversiones, no se logrará avanzar mucho. La norma no sirve para
encajar el comportamiento efectivo y racional de los agentes
económicos. Es justo al revés. Y créanme, hay mucho que destrabar
en la economía cubana para conseguirlo.
Este
comportamiento económico, insisto, no está contenido en normas ni
en regulaciones, sino en el comportamiento libre de los agentes
económicos privados que asumen riesgos, se endeudan, valoran coste
de oportunidad y apuestan por incrementar sus escalas de producción
para generar más beneficios, más empleo y más actividad económica.
Sacrificio del presente para un futuro mejor. ¿Les suena a algo a
los castristas este mensaje? Probablemente si, pero no tiene mucho
que ver con la política de inversiones de la que estoy hablando. Si
fuera así, no estarían planificando 4 mil habitaciones de hotel
para 2020.
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