¿Por qué hay que dejar en libertad a las CNA?

Elías Amor Bravo, economista

La economía cubana no está en su mejor momento. El sector empresarial estatal se encuentra ante un escenario complejo, lleno de incertidumbres, para el que no obtiene respuestas claras del gobierno. La excesiva dependencia de las empresas de las decisiones políticas está pasando factura a las mismas. Por la misma razón, el potente sector público que se financia con cargo al presupuesto, se encuentra con numerosos límites para incrementar su nivel de actividad porque no hay ingresos. De lo cuál, cabe concluir que el único resquicio de vitalidad económica en la Isla se encuentra en el sector no estatal, integrado por las distintas formas de organización que ha ido autorizando el gobierno comunista, como son los trabajadores por cuenta propia o las cooperativas.

Un artículo en ACN ha dedicado atención a las cooperativas no agropecuarias (CNA) a partir de unas declaraciones de Ramón Labañino, vicepresidente de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC). Según Labañino, estas cooperativas “entran ahora en una etapa de consolidación” en la que, entre otras cosas, tendrán que adaptarse al proceso de unificación monetaria y cambiaria en el país. Más o menos como el resto de los agentes económicos.

Según Labañino, este proceso de adaptación debe pasar por “buscar las vías o mecanismos para continuar progresando bajo las nuevas tasas de cambio y el necesario encadenamiento con las restantes formas de gestión productiva, tanto las no estatales como la empresa estatal socialista”. Seguro que lo harán y además, bien. Les sobran razones para ello.

Desde la creación hace solo seis años de esta figura, el paisaje de las CNA en Cuba ha cambiado notablemente. Existen 398, que integran a 17.551 socios y a más de 700 trabajadores contratados. Alguien podría pensar, tal vez con razón, que la participación en términos de empleo y producción de las CNA es intrascendente, pero cuando se analiza con algo más de detalle esta figura, se concluye que no es así.

Aunque el sistema social comunista cubano quiere que la empresa estatal socialista sea el centro de la economía, y que el resto de formas organizativas giren a su alrededor, la realidad es que esa centralidad está perdiendo relevancia de forma natural y espontánea, y muchas de las cooperativas no agropecuarias que han surgido en Cuba en los últimos años, lejos de actuar como un complemento se han convertido en una referencia fundamental de la economía cubana. Después de los experimentos que presidieron el origen de las CNA, las que están funcionando actualmente han consolidado sus posiciones y parece que están capeando la compleja situación actual mucho mejor que las empresas estatales.

Habría que preguntarse por qué ocurre esto y la respuesta nos lleva de nuevo a los elementos de conocimiento del mercado, motivación y deseos de superación de los socios cooperativistas. Las CNA se han especializado precisamente en la producción de bienes y servicios dirigidos a satisfacer necesidades de los consumidores, facilitando la libre elección de los mismos. Un modelo que choca de manera frontal con las trabas de la planificación central y la intervención estatal en la economía. Se diría que las cooperativas han creado una corriente de aire fresco en la economía cubana que para mucha gente resulta muy necesaria. Esa orientación al mercado es fundamental para el éxito de las empresas.

En cuanto a la motivación, los socios de las CNA saben que de ellos depende la viabilidad de las mismas. No hay ningún burócrata de partido dando órdenes absurdas dominadas por una ideología obsoleta, sino que se trata de atender a los clientes que demandan sus productos y servicios, y además, hacerlo de la mejor forma posible. La motivación incide en la calidad del trabajo, el cumplimiento de los compromisos, las ganas de trabajar y de acudir todos los días al puesto, el desempeño y los resultados. Las cooperativas se aproximan en su funcionamiento a las empresas privadas, e incluso las superan gracias a esa motivación y compromiso de los socios y los trabajadores, lo que entraña igualmente un gran deseo de superación.

El gobierno comunista ha visto que las CNA despuntan, y ni corto ni perezoso ha movido ficha para reforzar el control de las mismas antes que sea imposible fijar sus posiciones. En estos términos es como se debe entender la iniciativa del Grupo Temporal de Trabajo de la Comisión Permanente de Implementación de los Lineamientos que prevé la creación de un “instituto” que promueva el desarrollo de esa forma de gestión.

¿Un organismo más? ¿Para qué el instituto? ¿Qué funciones de desarrollo se le van a asignar? Al parecer este instituto haría todo lo posible para que las CNA incrementen la producción de bienes y servicios, sustituyan importaciones y fomenten las exportaciones. ¿Por qué tiene que ser ello así? ¿Por qué tiene que decidir el gobierno por las CNA que se supone tienen independencia y autonomía plena? Es que incluso, obligar a seguir estas directrices puede acabar siendo contraproducente para los objetivos de las CNA que pueden ir en una dirección y sentido diferente. Habrá cooperativas que tengan el mercado interno como prioridad y otras, aspiren a exportar o en su caso importar, en tales condiciones, ¿qué hace el gobierno intruso metiéndose en la vida de estas organizaciones?

Seguro que aquellas cooperativas no agrarias que quieran exportar ( ya se mencionan contratos con productos como carbón vegetal, frutas y vegetales frescos y en conserva, madera ecológica, aves ornamentales, químicos naturales, jabón de miel, así como servicios informáticos y software) lo harán, no me cabe la menor duda, pero aplicar el mismo formato a todas por igual, es un gran error de planteamiento.

Mucho más conveniente sería continuar autorizando nuevas CNA y flexibilizar al máximo los procedimientos, para que la decisión de crear las cooperativas se pueda agililizar al máximo y hacerse de la forma más simple. No ha sido fácil la evolución de las cooperativas en los últimos seis años. El gobierno las ha sometido a todo tipo de pruebas, controles y trabas, pero ahora que empiezan a despuntar sería un error de graves consecuencias, impedir su despegue.

Las CNA se constituyen voluntariamente por sus socios, que tienen igualdad de derechos; se organizan de forma empresarial con equipos directivos profesionales que responden ante una Asamblea general de socios; y por tanto despliegan un método eficiente de gestión. Además, sus postulados inciden en la satisfacción del interés social y el de sus miembros, después de fijar un objetivo de rentabilidad que permite a la cooperativa crecer en tamaño y continuar prestando sus servicios.

Si el régimen comunista de Cuba quiere realmente que las CNA desempeñen un papel más relevante en la compleja crisis provocada por la pandemia, lo que tiene que hacer es no interferir en las mismas, ni tratar de controlar su evolución. Una muestra de la desconfianza comunista en las cooperativas y en cualquier forma de organización no estatal de la economía, es la creación de ese “instituto” que supondrá un desembolso de más gasto público para realizar unas actividades que, al menos de momento, se desconocen.

La economía cubana necesita empresas solventes y competitivas. Que produzcan más y mejor para atender las necesidades de los consumidores y evitar colas y desabastecimiento. Para lograr dicho objetivo, se necesita evolucionar hacia empresas dirigidas por criterios de eficacia, motivación y compromiso. La empresa privada es un paradigma, pero las cooperativas no agropecuarias también lo son, y de hecho, en algunos países, como España o Italia, estas cooperativas ocupan posiciones de liderazgo en empleo y valor añadido en numerosos sectores de la economía. Para que esto ocurra en Cuba, la ideología intervencionista de la economía debe quedar atrás, y con ella, la centralidad de la empresa estatal socialista. Todas las empresas caben, por supuesto, pero en su justa medida. 

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