La evolución de la población como reflejo del fracaso del sistema económico social comunista cubano
Elías Amor Bravo, economista
Los datos demográficos van de mal en peor. En una reunión de alto nivel celebrada hace unos días, con Díaz-Canel al frente, fue Murillo el que encendió la luz roja. En el primer trimestre de 2020 hubo solo 23.666 nacimientos y las defunciones llegaron a 27.269, tendencia que supone un significativo descenso vegetativo de la población, o sea, la población de Cuba disminuye.
Los datos de 2019 ya dieron la primera alarma. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Salud, ese año el número de nacimientos disminuyó en 6.617 con respecto a 2018, la tasa de natalidad fue de 9,8 nacidos vivos por 1.000 habitantes, disminuyó en un 5,8% respecto al año anterior. La tasa de fecundidad general tan solo fue de 42,5 nacidos vivos por cada mil mujeres de 15 a 49 años.
Como además, es impensable en las condiciones actuales, que se vayan a producir movimientos migratorios del exterior que compensen la deficiente demografía interna, la crisis es compleja.
Además, el escenario es mucho peor a medio plazo, porque se indicó también que el número de cubanos con 60 años o más fue del 20,8 % del total de la población; cifra que para 2020 se estima crezca hasta un 21,2 %. Un envejecimiento acelerado de la población difícil de observar en otros países.
Díaz-Canel se enfrenta así a una economía al bordel del colapso, una grave crisis sanitaria y un país en declive poblacional, con muy bajos niveles de fecundidad y creciente envejecimiento. Casi nada. Necesita adoptar políticas que cambien el curso de los acontecimientos, políticas de calado, no meras actuaciones superficiales.
Y como suele ocurrir en este tipo de cosas, los participantes de la reunión de alto nivel cubierta por Granma, se dedicaron a ver “por donde le entra el agua al coco”. Díaz-Canel, por ejemplo, dijo que había que aumentar la natalidad, y dijo que se han centrado el esfuerzo en las parejas infértiles, unas 138.977 en Cuba, a las que se ha atendido en un 99,9%, la mayoría de ellas en consultas municipales y provinciales y centros de alta tecnología, logrando 11.678 embarazos. Tremendo éxito. Menos de la mitad de los nacimientos.
Como si el problema fuera de parejas infértiles, o mayor protección a las embarazadas, a las madres trabajadoras y los padres, y las familias encargadas del cuidado de los menores. Esto habría que haberlo resuelto hace décadas. Ahora tiene una importancia secundaria, porque el problema principal está en que la economía no funciona, la pandemia agiganta sus esfuerzos y los cubanos ya no aguantan más el clima asfixiante en que sobreviven.
Hay que advertir a Díaz-Canel que la dinámica demográfica no se curva con medidas de gasto público, que ya no hay forma de aumentar más porque el presupuesto va a estallar, ni tampoco promoviendo parches, como el "incremento de capacidades en círculos infantiles, la creación de mejores condiciones en hogares de ancianos y casas de abuelos, así como sus viviendas".
En vez de este recuento de parches a cuenta gotas, que poco sirven para aumentar la natalidad, lo que hay que hacer es atender los signos de los tiempos. La caída en picado de la población se produce porque el sistema social comunista que rige la economía cubana desde 1959 ha fracasado, y es incapaz de dar solución a los problemas de población. Si Díaz Canel cree que una medida, como la prioridad a las madres con tres o más hijos menores de 12 años en 32 municipios de nueve provincias, en el acceso a la vivienda, puede corregir el desastre que se avecina, es que sus asesores no le dan buena información.
Centrar las medidas de aumento de la natalidad solamente en las madres es un grave error. Es el típico diseño de políticas populistas basadas en una gobernanza ineficaz del gasto público. La mujer cubana no tiene hijos porque no ve futuro para sus vástagos, porque no quiere que padezcan los mismos sufrimientos, miseria y escasez que han tenido que sufrir dos generaciones de cubanos. Pero este no es un asunto de la mujer, es un asunto de toda la sociedad que Cuba observe cómo se desploman sus cifras de población. No es un asunto de demografía moderna, como algún irresponsable se lanzará a advertir, comparando los datos de Cuba con los de Italia o España, sin razón alguna.
Díaz-Canel está en su derecho de creer lo que quiera. Pero si busca un indicador del fracaso general del sistema económico y de la necesidad de implementar un giro de 180º, lo tiene delante. Murillo se lo ha descrito de forma clara. La caída de la natalidad no se resuelve en Cuba con más gasto público, con subsidios, con viviendas ni con hogares para ancianos, sino con una reforma en profundidad de la economía que haga a los cubanos más prósperos, que puedan generar riqueza y acumular patrimonio, que puedan elegir con absoluta libertad.
Mientras tanto, las autoridades se cierran en banda a estos reclamos y se ponen a jugar con ensayos metafísicos en el horizonte de la agenda 2030, que ya se ha quedado obsoleta en sus principales objetivos.
Granma habla de los testimonios que se consiguen “a lo largo y ancho del país” de las que se sienten “agradecidas por el apoyo incondicional de su gobierno”. Lamentablemente, no recaban la opinión de quienes opinan lo contrario, que seguramente serían muchos más. Granma dice que se deben “reconocer los avances del trabajo desarrollado para la protección de quienes disfrutan de la maternidad con tres hijos o más”, pero la cuestión es ¿quién reconoce qué y cómo? También aquí, si preguntaran libremente a los cubanos podrían encontrarse con muchos más que no reconocen y además cuestionan.
Díaz-Canel ha insistido en la celeridad de estos parches, después de escuchar los números. Una vez más, se pierde la referencia de lo que se tiene que hacer. No hay que correr, sino enfocar de forma adecuada los cambios. De hecho, el problema es grave, y si como dice Granma se quiere ofrecer seguridad y confianza, “no solo a quienes ya cuentan con tres o más pequeños, sino a aquellos cubanos y cubanas que se encuentran inmersos en el sueño de ser progenitores”, las soluciones deben ir por otro sitio. Hace días en este blog explicamos por qué en Cuba no existe clase media, ni la habrá con el actual sistema social comunista. Los cubanos están trasmitiendo un mensaje muy claro al gobierno de Díaz-Canel: no lo quieren. No quieren más comunismo y desean apertura a la libertad económica. Han sido 61 años perdidos, y ahora toca cambiar el curso de los acontecimientos. ¿Cuándo se darán cuenta?
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