GELMA: un problema más para los productores agropecuarios cubanos
Elías Amor Bravo, economista
Si hay un sector en la economía cubana actual, que se encuentra alejado de la circulación de divisas, no es otro que la agricultura. La política de arrendamiento de tierras, iniciada por Raúl Castro, tenía como objetivo incrementar la superficie cultivable, explotar tierras que estaban ociosas en manos del estado y de los miliares, pero nunca garantizar los derechos de propiedad de la misma. Como consecuencia de ello, no se ha podido alcanzar niveles de producción suficientes para alimentar a toda la población, agravándose la situación durante el covid19.
La asignatura pendiente de las reformas agropecuarias cubanas ha sido la productividad, que tiene mucho que ver con el régimen de distribución de la propiedad de la tierra, que en Cuba se mantuvo inalterado. Si la tierra no pertenece a quién la trabaja, no hay que buscar milagros. Solo será posible una agricultura próspera en Cuba si los guajiros se convierten en propietarios y pueden vender, comprar, alquilar o dedicar sus tierras a cualquier actividad con la única información de los precios de mercado, que les permitan tomar las decisiones más adecuadas de producción y de venta. El régimen es consciente de ello. Si no lo facilita, es porque no quiere perder el control de la producción. La responsabilidad de falta de alimentos en las bodegas es culpa, en exclusiva, del gobierno.
Paralelamente, había que implementar una profunda reforma de la distribución comercial mayorista, dejando atrás el monopolio estatal de distribución obsoleto e ineficiente representado por Acopio, cuya capacidad para atender las necesidades de los consumidores es muy limitada. En tal caso, lo conveniente sería autorizar a las empresas privadas de distribución comercial el traslado de las cosechas de los campos a los mercados minoristas de las ciudades. No existe alternativa a este modelo. El social comunista ha sido un rotundo fracaso.
Para colmo de males, la mayor parte de las transacciones realizadas en el sector agropecuario se nominan en CUP, y en algunos casos, en CUC. El acceso al dólar es poco frecuente en este sector y solo tiene lugar bajo determinadas condiciones muy concretas.
Por ello, con la baja productividad estructural, la deficiente comercialización y el predominio de transacciones en CUP, no es fácil entender los motivos de la nueva política del Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de la Agricultura (GELMA), encargado de la comercialización mayorista de materias primas y equipos especializados al sector, según la cuál, los agricultores cubanos tendrán que comprar a esta entidad sus insumos en dólares.
¿Un ejercicio más de captación de divisas por el gobierno, como en las tiendas en MLC, la venta de paquetes turísticos o incluso las tarifas de ETECSA? No lo parece.
El nuevo procedimiento va a crear problemas complejos al campo cubano. En buena medida, si no se dispone de divisas, porque las transacciones se hacen en CUP, no se podrá acceder a los bienes intermedios, las materias primas y maquinarias suministrados en dólares por GELMA. No se trata de un problema de eficacia en la gestión de los productores agropecuarios. Se trata de una norma administrativa del operador, auspiciada por el gobierno comunista, que obliga a los campesinos a obtener dólares si quieren o necesitan insumos para sus producciones.
Pero como ya se ha destacado, el agro cubano opera sus transacciones económicas en moneda nacional, el CUP, excepto cuando se destina a la venta en el mercado interno en divisas o al turismo. Pero esto suele ocurrir en casos muy concretos, y no se puede aplicar como un principio de carácter general. Conseguir dólares por parte de los campesinos, se puede convertir en un gran dolor de cabeza para muchos ya que obligará a trasladar sus resultados en CUP a dólares o euros. El dólar en las CADECAS se encuentra limitado por la disponibilidad de la divisa e irá escaseando cada vez más. Una necesidad urgente de dinerario puede llevar a recurrir al cambio en los mercados informales donde el dólar presenta una notable apreciación con respecto al CUP o CUC. Las pérdidas por el cambio están aseguradas. Por otra parte, en los bancos estatales no se pueden abrir las cuentas en divisas si no se presenta el importe nominal de las mismas. De momento, no se aceptan el CUP o el CUC.
A ello se añade que los agricultores que exportan son muy pocos, aunque cabe esperar que sean cada vez más. Cabe incluso pensar que detrás de esta medida del GELMA, el gobierno puede querer que los agricultores se vean obligados a exportar y conseguir divisas con dicha actividad. Para ello pueden contar con las empresas especializadas de Malmierca, y pagar la comisión (más ingresos para el estado). Pero si los agricultores se concentran en exportar sus producciones y no atienden la demanda interna en condiciones, la escasez puede llegar a ser mayor y las colas eternizarse. Algo raro hay en todo esto, ya que la única posibilidad de lograr un equilibrio es produciendo más, y si no hay más tierra (incrementar la superficie de las parcelas para alcanzar rendimientos a escala crecientes) no se podrá producir más para atender el mercado interno y exportar más.
La medida del GELMA puede tener un efecto directo sobre los precios de los alimentos, ya que los productores agropecuarios tendrán que vender sus productos a precios más elevados, para hacer frente a un cambio desfavorable del dólar, con la aparición de la inflación o su correlato castrista de los precios topados al afrontar la demanda con menos oferta dirigida al mercado interno.
Otra consecuencia que cabe esperar es el aumento de la desigualdad entre los agricultores privilegiados, como los productores de tabaco y de otros cultivos destinados a la exportación, que obtienen un porciento de sus cosechas en Moneda Libremente Convertible (MLC), y el resto del campesinado que produce para el consumo nacional, a precios controlados y no bien remunerados.
El proceso en curso puede llevar a una situación anómala en la que un agricultor que posea CUP suficientes, la moneda nacional y soberana del país, no pueda acceder a los insumos de GELMA, una entidad estatal, por no disponer de dólares o euros lo que podría arrastrar pérdidas para su negocio.
En el fondo de esta cuestión subsiste el debate sobre una eventual dolarización de la economía, que no es tal. Cierto es que el gobierno ha introducido las tiendas que venden en MLC, los paquetes turísticos en MLC, ahora los insumos agrarios, se encuentran en estudio las tarifas de ETECSA, pero estas medidas, en ningún caso, van a suponer la dolarización de la economía, por cuanto el número de dólares que circulan es claramente inferior a los de CUC y CUP, y además se encuentran localizados en sectores concretos de la población con acceso a las divisas.
No habrá dolarización, pero este proceso, promovido por las autoridades comunistas, va a ejercer efectos notables sobre los niveles de desigualdad en la sociedad y en la distribución de los ingresos, que no tienen nada que ver ni con las cualificaciones, ni con la productividad, sino tan solo con la posibilidad de acceso a la divisa de EEUU. Tan solo una buena noticia en el horizonte. Algunos agricultores recurrirán a servicios privados para aprovisionarse de los insumos que necesitan para producir, pagando en CUP, y esta línea de negocio puede acabar generando una actividad económica importante bajo control aduanero. En todo caso, el principio de igualdad de oportunidades queda pervertido una vez más. La desigualdad respecto al dólar caerá como una pesada losa sobre la sociedad cubana y las protestas sociales no se harán esperar.
¿Cómo se corrige este problema? No existe otra alternativa que la unificación monetaria y cambiaria, estableciendo un tipo de cambio dólar con CUP que garantice la estabilidad de la economía y su crecimiento sostenible a medio plazo. En la medida que a partir de entonces, todas las transacciones se realicen en CUP, no solo se estaría garantizando la soberanía monetaria de la nación, sino que todas las eventuales desigualdades propiciadas por la dolarización, acabarían desapareciendo.
Con la unificación monetaria y cambiaria entraremos en otro laberinto económico, difícil de predecir todo lo que puede suceder, teniendo en cuenta que en cuba los que definen el rumbo a seguir, lo hacen más pensando en lo político que en el propio resultado económico
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