El mercado secundario de divisas de Gil: más embargo interno y menos libertad.

Elías Amor Bravo economista

Una de las propuestas lanzadas por el ministro Gil durante su intervención en el Parlamento para hablar del estado de la economía cubana, sorprendió a más de uno, por inesperada y, desde luego, precipitada y poco reflexionada para ser puesta en marcha en una economía con graves problemas de equilibrio externo.

¿En qué consiste la ocurrencia del ministro Gil, por llamarla de algún modo? Pues ni más ni menos que la implementación, eso sí, dijo que “con gradualidad y selectividad de un esquema cambiario para la venta de MLC a proveedores nacionales estatales y no estatales, pactando con ellos niveles de producción y precios, para su comercialización en pesos cubanos”.

¿Alguien ha entendido qué significa esto?

A modo de resumen, el gobierno quiere por medio de un nuevo mercado cambiario, intervenir de forma directa y con criterios políticos, en el mercado de divisas, así que mejor olvidarse de un tipo de cambio fijo como se proponía en la Tarea ordenamiento. 

Esto significa reconocer que, en las condiciones actuales de la economía, que son las mismas que había cuando se adoptó la Tarea ordenamiento, el gobierno comunista reconoce que no es posible atender una oferta estable de divisas en un mercado cambiario a un tipo de 1 USD X 24 CUP, por lo tanto, se corta por lo poco que queda sano, y andando. 

De modo que adiós al tipo de cambio fijo y a cualquier método de acceso a las divisas por los cubanos, y de forma alternativa, ahora el régimen dirá a qué proveedores nacionales se les asignan las divisas. Eso en Cuba todos saben que consiste en portarse bien, y obedecer las consignas. Nada que ver con el mercado competitivo o la libre empresa. Así que, vayan poniéndose en cola y cuando les toque, ya se verá que ocurre.

No cabe duda de que esta decisión antieconómica, tiene implicaciones muy importantes. Traslada el control de cambios de divisas al poder político y se vincula con unos niveles de producción y precios, que, en concreto, significan trasladar los controles de precios y los precios topados al sector importador. Conclusión, no podrán seguir con sus actividades, salvo que pierdan dinero. 

Por lo pronto, este modelo ya fue implantado en Venezuela y resultó un absoluto fracaso, porque la disponibilidad de divisas se desplegó hacia una dolarización de la economía, no solo en el mercado formal, sino del informal que estaba paralizado por las reformas de Chaves. El drama de Venezuela es que ahora, quieren dar marcha atrás, pero no pueden. Parece que en Cuba, al ministro Gil le ha entrado miedo con la dolarización de la economía, aunque las bases de partida son muy distintas.

El ministro justificó el nuevo mecanismo de injerencia en la economía, porque, según dijo, “existe una pieza faltante en el esquema monetario del país, que es la venta de divisas, lo cual está generando una brecha importante entre la tasa de cambio formal e informal”. Como siempre, para el ministro los problemas se analizan en la superficie, y no se entra en la evaluación de los aspectos de fondo que gravitan sobre la economía.

Decir que en Cuba no existe la venta de divisas es una gran mentira, porque supone no aceptar las funciones del mercado informal que ha venido precisamente, dando solución al problema que señala el ministro. Los cubanos desde hace tiempo saben que disponer de divisas en los bancos, en los cajeros, en las cadecas, hasta en el aeropuerto, es una misión imposible. Por lo tanto, recurren al mercado informal, donde pagando el precio, pueden conseguir lo que necesitan. Un precio alto, es cierto, pero al fin y al cabo, el precio real de la moneda nacional, que no ha sido cuidada ni protegida por el Banco Central de Cuba. Es decir, por el régimen.

Ese mercado informal ha funcionado de forma eficiente, como reflejan los cambios de valor de las divisas en función de indicadores como comercio exterior, inflación o crecimiento económico. Si el ministro quisiera actuar de forma correcta, sus decisiones se deberían ir dirigidas a cimentar los indicadores del mercado informal de cambios en la economía cubana y no poner palos en las ruedas de la libertad.

Pero no, como buen comunista de ideología reaccionaria, su iniciativa es controlar y dirigir cualquier atisbo de economía privada, como es el mercado informal de divisas, de modo que lo que quiere es “ir manejando la disponibilidad de divisas, y, de manera gradual y selectiva, dar los primeros pasos para crear un sistema secundario de asignación”. 

¿Qué? Si hemos escuchado bien, un segundo mercado oficial de divisas, porque el primero ya no sirve ni funciona, y en ese nuevo mercado el ministro está dispuesto a aceptar que se vendan divisas a actores económicos estatales y no estatales, a un tipo de cambio superior a 1 USD X 24 CUP, pero inferior al tipo de cambio informal, que en algunos lugares ronda el 1 USD X 115 CUP. Una devaluación encubierta solo para importadores. Pero, ¿esto que es?

El ministro está convencido que, “con su decisión, va a respaldar determinadas importaciones para hacer producciones, que luego se comercialicen a la población en pesos cubanos, a través de entidades estatales. Además, esto nos conduce a ir creando las condiciones para, más adelante, disponer de un mercado cambiario y pensar en restablecer la venta de divisas a la población”.

De eso nada. Lo que va a ocurrir ya se lo anticipamos aquí para que se prepare. Aparecerán tres mercados de divisas en Cuba. El mercado oficial de 1 X 24, clásico y moribundo, el que se creó para un tipo de cambio fijo que no ha existido realmente salvo para el interés del régimen. El mercado secundario del ministro para aquellos que “se porten bien” y acepten precios topados en sus operaciones con el exterior. Y un mercado informal cada vez más potente, porque a la vista de los dos primeros, más y más clientes necesitarán acudir al mismo para aprovisionarse de divisas. Y esperen que no aparezca dentro del mercado informal, que es el más dinámico y eficiente, una línea específica para esos productores a los que el ministro quiere topar precios, y que se porten bien, y que lógicamente, no están en condiciones de aceptar nada de eso.

En su momento, cuando se anunciaron las primeras medidas de la Tarea ordenamiento, se supo que la apuesta por un sistema de tipo de cambio fijo para el peso era un despropósito, porque no se daban las condiciones para ello. Ni el Banco Central disponía de suficientes divisas para atender las demandas, ni el tipo calculado era el resultado de un análisis de los fundamentales de la economía. Luego llegó el aumento de la inflación y todas las previsiones se fueron al traste. 

El régimen echó la marcha atrás al diseño cambiario, se olvidó del asunto, y hasta cierto punto permitió que el mercado informal rigiera las condiciones de compra y venta de divisas. Desde entonces ha llovido mucho, tanto que hasta han tenido que regular las criptomonedas. Da la sensación de que el régimen va corriendo detrás de las fuerzas del mercado que van imponiendo el movimiento. Cuando no pueden más, frenan e imponen medidas de control como esta anunciada del mercado secundario de divisas sin preocuparse de conocer cuáles son las necesidades de la población. Con ello acaban en lo mismo de siempre: más embargo interno y menos libertad, justo lo que no necesita la economía cubana.

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