Amenazas en ciernes al turismo cubano en 2023
Elias Amor Bravo economista
El que avisa no es traidor. El turista que viaje este verano a las playas cubanas se va a encontrar con un espectáculo nada gratificante. Los sargazos y la arena del desierto han provocado una destrucción de numerosos enclaves turísticos que harán muy difícil el disfrute a plenitud de estos espacios. Siempre quedara el jacuzzi del hotel, pero no es lo mismo.
Aunque no nos parezca una estrategia acertada, el turismo cubano vende un producto de "sol y playa", en buena medida obsoleto y poco competitivo con otros destinos del Caribe, y en ello están desde que a Fidel Castro no le quedara otro remedio que abrir el sector en pleno período especial para obtener las divisas que ya no llegaban de la URSS. Pocos cambios se han producido desde entonces.
A causa de la pandemia del COVID-19 la Isla lleva tres años con desastrosos registros turísticos que no consiguen remontar las cifras de 2019, último año antes de los eventos conocidos que obligaron a detener los movimientos internacionales de pasajeros. Otros países ya ha recuperado los niveles anteriores, pero Cuba sigue estando un 40% por debajo.
Y lo que es peor, sin planes concretos de mejora. Y ahora, para colmo de desgracias, el polvo del desierto y los sargazos empiezan a causar alarma, y hasta la prensa oficial dedica su atención a lo que puede acabar dando la puntilla al turismo internacional de este año. Ver el artículo de Granma titulado "Polvo del Sáhara y sargazos: una peligrosa alianza".
Se trata de dos fenómenos que están igualmente presentes en otros destinos de la zona del Caribe, pero que en Cuba adquieren una relevancia singular porque no existen planes ni soluciones para afrontarlos. Lo cierto es que contra las nubes de polvo sahariano hay poco que hacer, y si no, que se lo digan a los canarios respecto de sus calimas, pero con todo, las islas Canarias son uno de los enclaves turísticos más importantes del mundo y año tras año, los europeos del norte vuelven a elegir esta zona para sus vacaciones, aunque haya arena del desierto y calimas.
Los especialistas cubanos ya han ofrecido su diagnóstico. La arena en suspensión transporta contaminantes, perjudiciales para la salud humana y el medio ambiente, sobre todo en los ecosistemas marinos, las poblaciones de arrecifes coralinos y, para colmo, favorecen la proliferación de los denominados eventos de marea roja, asociados a grandes floraciones de algas, muchas de ellas tóxicas.
De modo que al polvo del desierto en suspensión, los sargazos amenazan con arruinar la temporada de playa de verano del turismo cubano, y otro año, los dirigentes pueden quedarse con las manos vacías, a la hora de recaudar las divisas que necesitan para sus planes.
El posible vínculo que pueda existir entre las nubes de polvo del Sahara y el creciente aumento de los eventos de mareas rojas en la región del Caribe parece que viene favoreciendo el crecimiento y reproducción de las algas de sargazo, que invaden no solo las playas cubanas, sino las de México, Belice, Martinica, Jamaica, República Dominicana, Barbados, e incluso, en las del sur de la Florida. Pero allí, al parecer, los turistas disfrutan de zonas de arenas blancas y limpias, porque se han puesto en marcha iniciativas empresariales para frenar la invasión de las algas.
De hecho, cuando se advirtió hace meses que el Sargazo del Atlántico era de los más grandes observados para el tercer mes del año, acumulando 13 millones de toneladas (la densidad del sargazo muestra su punto máximo en verano en los meses de junio y julio), algunos países se pusieron en marcha para afrontar el daño en ciernes.
Y los que han tenido éxito, han evitado dos cosas muy negativas. De un lado, que se frene el proceso de fotosíntesis de muchas especies, incluidos los corales, lo que exige limpiar las aguas cercanas a las costas. Y de otro, no permitir la acumulación y depósito de algas putrefactas en las playas de arena blanca. ¿Cómo lo consiguen? Desde luego que lo hacen, y quizás hablando menos y actuando más.
No hace falta tanto diagnóstico científico para algo que se conoce y que se repite con frecuencia. Los que están dispuestos a colaborar reciben el correspondiente pago por sus servicios, y he aquí como, los pescadores de proximidad y otros empresarios que se dedican a las actividades marítimas, prestan sus servicios para combatir la invasión de algas a los dos niveles. La solución pasa por una colaboración público y privada activa y eficiente.
En Cuba están todavía dando vueltas a qué hacer. Hay dudas sobre las capacidades para seguir actuaciones similares a las implementadas en otras zonas del Caribe. Crece la alarma y reportajes en la prensa estatal como el referido, no hacen otra cosa que denunciar supuestos peligros para la salud humana, cambios neurológicos y cardiovasculares, dificultad para respirar, náuseas, mareos, dolor de cabeza, vértigo y erupciones en la piel. En fin, un auténtico desastre que, de buen seguro, puede dejar vacías las paradisíacas playas cubanas en este verano de 2023 que es cuando estos ciclos de sargazos alcanzan su punto culminante.
El diagnóstico establece que el aumento de las temperaturas oceánicas, provocado por el calentamiento global, los cambios en los patrones de las corrientes marinas, incitados por el derretimiento de glaciares, y el exceso de nutrientes en los océanos, aportados por otras fuentes (escorrentía agrícola, aguas residuales) junto a la descarga y los vertidos de la industria y la agricultura en las desembocaduras de los grandes ríos de América del Sur, como el Amazonas y el Orinoco, son, entre otros, los factores que provocan que las algas se desarrollen a gran velocidad inundando las costas cercanas. Qué iban a decir. Los problemas de la Isla siempre vienen de fuera, aunque las soluciones, como en cualquier otro país, deberían estar dentro.
De modo que mientras los científicos hacen lo que pueden, que no es mucho, los dirigentes se sienten complacidos con lo que tienen y no toman medidas de proximidad para luchar contra la invasión en ciernes que ya está afectando numerosas playas. Ni se les pasa por la cabeza. Contra la nube de arenas saharianas hay poco que hacer, y no parece, al menos por la experiencia canaria, que sean determinantes.
Pero el turista canadiense que sueña todo el año con una playa de arena blanca y aguas transparentes, y llega a Cuba, sin previamente ser asesorado y se encuentra con el espectáculo arruinado, o se marcha indignado de forma inmediata, o no vuelve más y lo que es peor, lo contará a otros en su zona de residencia. Su experiencia habrá sido muy negativa comparada con las expectativas y eso, en marketing de servicios, y el turismo lo es, apunta a desastre. Luego no digan que no se les avisó.
Situación a atender con celeridad entre muchas viejas y nuevas. Al parecer el motor solo gira para atrás.
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