En Cuba llueve sobre mojado: el fracaso de la gestión hidráulica
Elías Amor Bravo economista
Las lluvias torrenciales en el Este del país están provocando una reacción de las autoridades del régimen que, cuanto menos, llaman la atención.
Por un lado, el Estado Mayor de la Defensa Civil, con información del Instituto de Meteorología y la Defensa civil, pide a la población que cumpla con disciplina las indicaciones impartidas por las autoridades locales, con respeto a las normas de conductas y no cometer imprudencias.
La nota emitida ayer viernes, declara que “teniendo en cuenta que se incrementarán los niveles de riesgo en los territorios, debido a la saturación de los suelos, el impacto que han provocado las inundaciones y la persistencia de las precipitaciones en las próximas horas, se orienta a la población cumplir disciplinadamente las indicaciones impartidas por las autoridades locales”.
La situación parece que pinta fea. Desde horas muy tempranas del sábado, Díaz Canel contactó con los primeros secretarios del partido en cada una de las provincias afectadas por las intensas lluvias y dijo que, al grupo de trabajo que ya está en el oriente del país, se han sumado varios miembros del secretariado del comité central, al tiempo que reconoció que los daños son cuantiosos en la vivienda, los viales, la agricultura. Y acabó con el mantra que ya utiliza para todos los infortunios que le acompañan, “De esta lamentable situación también nos vamos a recuperar”.
Sin embargo, otra nota en la prensa estatal apunta a que las intensas lluvias alivian la situación de sequía que afectaba el suministro de agua en Cuba. Nunca llueve a gusto de todos, ni en el universo castrista.
Como los tiempos de los egipcios, cuando las crecidas del Nilo permitían a la población obtener generosas cosechas que daban de comer e inflaban las arcas de los faraones. Para ello, los egipcios habían estudiado un sistema hidráulico, sin duda avanzado para su tiempo, que llegó de la mano de los invasores árabes a amplios territorios del sureste de la península ibérica.
Los comunistas cubanos, igual que los faraones, alertan a la población de la amenaza de las inundaciones, pero también se alegran de que llegue el agua que ponga al menos un final, de momento, a la pertinaz sequía. Los informes del Instituto de Meteorología explican con detalle el porqué de estas lluvias fuertes e intensas en las regiones central y oriental de Cuba, que, por otra parte, junto a los meteoros más violentos, forman parte de las circunstancias naturales y climáticas de la Isla.
Es decir, no es nada nuevo que no se haya vivido antes. De hecho, ya se han preocupado de presentar el acontecimiento de este año como récord histórico, pero los mayores saben que no es así y que en Cuba, en los últimos 64 años, se han producido numerosos episodios como el actual, e incluso peores.
Y esta es la cuestión, porque si se sabe que las lluvias torrenciales llegarán en algún momento y causarán los daños, entonces qué motivos hay para que no se adopten medidas preventivas y paliativas para evitar que las numerosas inundaciones y crecidas de ríos acaben causando perjuicios indeseables en la población y la economía.
La administración de la gestión de los recursos hídricos y sus diferentes usos es una de las políticas peor gestionadas por el régimen comunista cubano, según me refirió no hace muchos años un preso político de paso por Valencia, que era especialista de esta actividad.
La práctica política de las autoridades castristas en materia hidráulica tenía su base en un análisis coste beneficio que combinaba costes de las inundaciones cuando tenían lugar, con el alivio de la sequía, una especie de mal necesario. En tales condiciones, nadie decidía nada y las cosas se iban manteniendo en el tiempo, con los limites de inversión que tiene el depender toda actividad del presupuesto estatal, que no puede crecer de forma indefinida.
En la actual situación de inundaciones en el extremo oriental del país está ocurriendo que la lluvia cae con más intensidad donde se encuentran los embalses, que también acumulan años como obras de infraestructura, pero que siguen dando el mínimo nivel de servicio con que fueron planificados por el comandante. De modo que si sigue lloviendo, el agua embalsada se tendrá que verter a los ríos, so pena que se produzcan sucesos peores.
De ahí que las autoridades estén observando con cierta preocupación los porcentajes de agua embalsada que de niveles muy bajos antes del comienzo de este episodio de lluvias torrenciales, se acercan al 70 y 80% de sus capacidades. Y ello, cuando la temporada ciclónica aún no empezó.
Lo descrito pone de manifiesto la precariedad de la política de gestión de recursos hidráulicos en Cuba, que mantiene unos esquemas de funcionamiento básicamente primitivos, y no es capaz de incorporar los avances más recientes en este ámbito que van dirigidos en varias direcciones: previsión, uso y aprovechamiento máximo de recursos, incorporación de las nuevas tecnologías e intercambios de recursos en el territorio.
Décadas de ausencia de inversiones sitúan al dispositivo hidráulico estatal en las mismas condiciones que el eléctrico, con los consabidos apagones, o el combustible en las gasolineras. La falta de inversiones en infraestructuras es uno de los rasgos de la gestión pública del castrismo, que ha antepuesto históricamente los programas de gasto corriente que incrementan el déficit, a la realización de inversiones productivas. Este es un buen ejemplo. El Estado Mayor o Díaz Canel, avisando a la gente y los responsables hidráulicos celebrando que vuelve a haber agua.
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