De vuelta de Francia, con las manos vacías
Elías Amor Bravo economista
Díaz Canel se ha vuelto de Francia con las manos vacías. Eso sí, ha logrado una pasarela de imagen internacional gracias a la presidencia del Grupo G-77+ China, que ahora se financia con cargo al exhausto presupuesto cubano. Pero nada de nada. Ni un céntimo de euro. Además, nadie sabe bien de dónde se saca Díaz Canel que G-77 más China, es la agrupación más representativa de las naciones en desarrollo y la que históricamente ha sido bandera y portavoz de sus demandas. Los asesores no han estado “finos” en este tema.
De hecho, ni la prensa castrista, habituada a contar una realidad inexistente, ha querido reconocer éxito alguno de Díaz Canel en Francia, señalando que la última sesión de la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial tan solo “llegó a su fin con la esperanza de movilizar esfuerzos para apoyar a los países más pobres y golpeados por el cambio climático” pero en realidad, no hubo nada concreto, ni mucho menos se prestó atención a las propuestas de Díaz Canel, más propias de los tiempos enrarecidos de Fidel Castro.
A Díaz Canel, la propuesta de Macron de un nuevo mecanismo tributario internacional para financiar a los países del tercer mundo, le suena a ciencia ficción, y él no quiere ni oír hablar de eso. No sorprende la mirada extrañada que dirige a Macron durante su exposición.
Por otro lado, la demanda urgente de Díaz Canel de una nueva arquitectura financiera internacional y una relación de iguales entre los países del Norte y del Sur, no recibió apoyo alguno, y fue Macron el que, al final y en calidad de organizador de este extraño evento, impuso sus tesis como financiero profesional que es.
De modo que a Díaz Canel y su séquito, que asistían a esa sesión, solo les cupo aplaudir algo que justamente iba en dirección contraria a lo que había dicho tan solo un rato antes. A ver quién se atreve a contradecir a Macron. Ninguno de los jefes de estado y de gobierno que hicieron presencia en Paris en una jornada gris y lluviosa, está en condiciones de plantarse como trató de hacer Díaz Canel y ponerse en contra de la corriente internacional.
La mayoría vino a Francia a otras cosas, como dejarse conocer, prometer que van a cumplir con las deudas y al mismo tiempo, plantear una nueva ronda de financiación. Díaz Canel tiene poco o nada que hacer contra este modelo que, por cierto, está avalado por Macron.
Díaz Canel hizo el ridículo criticando el Tratado de Breton Woods, que si tuviera algún conocimiento de historia, sabría qué, la República de Cuba fue uno de los estados signatarios del tratado gracias a la posición de liderazgo que ocupaba la nación a finales de los años 40 del siglo pasado. De la guerra fría y otras babosadas del discurso de Díaz Canel, ya se ha comentado en otra entrada de este blog.
No parece muy razonable vincular el dinero al "cambio climático y urgencias de un mundo cada vez más vulnerable y caótico". Eso solo cabe en mentes calenturientas que no se quieren dar cuenta de que el entorno internacional ha cambiado y que se acabó el tiempo de la utopía y hay que ser prácticos.
De hecho, cuando Macron, dijo en su discurso de cierre que “hay que intentar reconciliar la lucha contra la pobreza, la lucha por la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático”, realmente estaba hablando de nuevas líneas de financiación que deben ser respaldadas por estados confiables, creíbles y responsables en la gestión del endeudamiento. Proyectos que se plasmen en actuaciones que generen valor y riqueza. No hay otra.
Hizo bien Macron al reclamar la recuperación de la confianza “entre unos Estados del Norte y un Sur global asfixiado por la pobreza histórica y las calamidades climáticas”. En la deuda internacional, nada de enfrentamiento ni de hostilidades, ni mucho menos el lenguaje de trinchera de Díaz Canel. Con este mensaje, Macron invalidó de un plumazo lo dicho el día anterior por el que anda por el mundo haciendo valer la presidencia del G 77+ China.
El caso es que Díaz Canel se ha vuelto de Francia con las manos vacías. Antes del regreso a Cuba, mantuvo una reunión “con amigos de la solidaridad, cubanos residentes en este país, así como una representación del personal diplomático que labora en las embajadas de la Isla en Francia y la Unesco” en la sala Alejo Carpentier de la embajada de Paris, que se quedó deslucida para el número reducido de asistentes, sobre todo lo que la prensa estatal llama “representantes de organizaciones de solidaridad” esa izquierda añeja europea que se resigna a ver el régimen castrista como lo que es: una dictadura comunista en el Caribe, la última de la guerra fría.
A este público entregado, les regaló la monserga del cambio en el actual orden mundial que “tanto nos afecta” que apenas fue escuchado en la cumbre de Macron. Y por supuesto, habló de la compleja situación que vive Cuba en la actualidad, atribuyendo toda la culpa al embargo/bloqueo, sin asumir ni una sola de las muchas de su régimen. De paso, si se conseguía alguna ayuda solidaria, bien vendría. Por eso dijo que la “capacidad de resistencia del heroico pueblo cubano, tiene mucho que ver con el apoyo que ustedes nos dan, tiene que ver mucho con la solidaridad”. Más claro, blanco y en botella.
De vuelta a Cuba con la cartera vacía Rodríguez debió intentar justificar a su jefe de filas el fracaso de esta iniciativa vinculada con la presidencia del G77+China. Tal vez un poco más de alboroto en el Foro de Francia habría sido más del agrado de los castristas, pero la realidad del escenario de deuda que se encontraron tiene muy poco que ver con los mensajes que se pueden extraer de los discursos de Fidel Castro sobre la deuda del tercer mundo.
Corren otros tiempos, y la diplomacia castrista de Rodríguez tiene que asumir el reto de cambiar, cambiar de mensaje, de discurso y de posición. Podría ser una buena forma de empezar por algún sitio. Luego, cuando el banco chino los lleve a los tribunales en los próximos meses, que no se quejen. La deuda hay que pagarla. No hay alternativa.
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