Raúl Castro dijo “en Cuba es posible vivir sin trabajar”

Elías Amor Bravo economista 

Fue una de las frases más recordadas del viejo dictador, que no gustó a nadie. Ahora, casi una década después, la prensa estatal cubana se hace eco de un fenómeno que empieza a ser alarmante: “el aumento de las plazas vacantes se ha vuelto un dolor de cabeza para no pocos directivos, y genera tensiones, atrasos y otros contratiempos que impactan en las dinámicas internas de las entidades, y también en la población”.

En efecto, la economía cubana se adentra en un escenario desconocido en que las empresas no encuentran empleados para cubrir sus puestos de trabajo. Y los dirigentes comunistas vuelven a errar en el diagnóstico de este fenómeno, al señalar que obedece "al reacomodo de los distintos actores de la economía en un contexto de crisis, desabastecimiento e inflación, complicado por un largo periodo de pandemia de la COVID-19”. 

No es verdad. Las plantillas incompletas y la falta de empleo cualificado pertenecen a un proceso mucho más complejo y letal que está asociado al pésimo funcionamiento del modelo económico de la constitución de 2019 y la ubicación de los recursos humanos en las empresas y organismos. No querer verlo es un grave error.

De momento, sectores como servicios comunales o la agricultura son los primeros en verse afectados por la falta de candidatos para los empleos, pero la lista aumenta en numerosas empresas y organismos. En Pinar del Río se estima que hay 282 puestos vacantes identificados en el territorio, en áreas que van desde la informática y las inversiones hasta la industria ligera, y desde la economía, el ordenamiento territorial y la transportación de pasajeros hasta el correo. De nuevo, al parecer la tarea ordenamiento supuso un antes y un después en esta tendencia, pero no es la única responsable. 

Tras su entrada en vigor, se produjo un efecto distinto en todo el país, al aumentar el número de personas interesadas en acceder a un empleo tras el paréntesis laboral del COVID-19, con cifras que superaban ampliamente los valores considerados normales. Tanto que sorprendieron a las autoridades, sobre todo por lo que refería a mujeres y jóvenes. Hacia finales de abril de 2021, más de 101.340 cubanos habían aceptado alguna oferta laboral en las direcciones de Trabajo; el 33 % de ellos, jóvenes menores de 35 años, y el 36 % mujeres. Pero ese auge, que incluso provocó colas, no duró mucho.

Y aquí vienen las explicaciones. Algunas hilarantes. La desatención de la gente a los empleos empezó por los bajos salarios que se pagaban y el predominio de las ofertas de empleo menos atractivas, básicamente recogida de desechos sólidos, auxiliar de limpieza o la de obrero agrícola.

Luego está la respuesta burocrática, al defender que el aumento de puestos vacantes que existe en la actualidad se debe a una mayor y mejor gestión de los organismos de empleo con las entidades para identificar los puestos de trabajo, y también, y aquí ya se empieza a bajar a la realidad, “otros factores como la emigración”.

La emigración que se cita de pasada en la prensa estatal, es, sin duda alguna, un factor que deseca las empresas cubanas de cualificación, y conforme la compleja situación económica que atraviesa el país se mantiene y se refuerza con la inflación y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, la salida es si cabe mayor aún.

De modo que las promesas de la tarea ordenamiento de incremento salarial y eliminación de subsidios y gratuidades excesivas se las llevó el viento y las personas desocupadas no se vieron condicionadas a buscar una fuente de ingresos para poder afrentar sus gastos.

Dos años y medio después, el problema se ha deteriorado más aún. Las empresas estatales, dominadas por bajos salarios reales y empleos poco atractivos sin perspectiva profesionales, pierden empleados que se trasladan al cuentapropismo y las mipymes, en busca de mejor remuneración. Incluso, puestos directivos y especializados, en el ámbito estatal se encuentran vacantes. Hay dificultades para encontrar informáticos, arquitectos, ingenieros civiles o ingenieros hidráulicos, incluso, especialistas audiovisuales, a pesar de que las ofertas se informan en las direcciones de trabajo, que dicen funcionar mejor. Los responsables de las entidades tienen dificultades reales para cubrir los empleos, y lo peor es que no se avizoran mejorías en el horizonte.

¿Qué está ocurriendo en Cuba que el país se descapitaliza en materia de recursos humanos? Nada se puede hacer, con el modelo de la constitución de 2019 para poner freno al envejecimiento acelerado de la población que incrementa los inactivos en detrimento de los ocupados. Una tendencia que arrancó de hace unos años, y que, al no existir componente migratorio positivo, se está dejando sentir de muchas formas. Una de ellas, es esta falta de empleo que no ha hecho más que comenzar.

Son muchos años sin hacer nada desde el régimen, y sin tener en cuenta que la población no aumenta con políticas sociales, sino con procesos de mejoría económica, desarrollo y prosperidad que no existen en la Isla desde hace 64 años. Bastante han aguantado los cubanos una situación complicada, que no se presenta en ningún otro país del mundo. La tendencia es que no solo será difícil hallar nuevos puestos disponibles, es que tampoco habrá personas suficientes para ellos. Alternativamente, el desarrollo tecnológico del país es tan bajo, que impide que se puedan adoptar soluciones de tecnificación y robótica en los empleos que no encuentran candidatos. La conclusión es que no se podrá producir, ni siquiera cumplir el objeto social de muchas entidades, manteniéndose la tendencia de la oferta a la baja que impide controlar la inflación.

Raúl Castro se equivocó también en su diagnóstico. La creciente cantidad de plazas vacantes que generan alarma en la actualidad son un síntoma de un problema mucho más grave, el invierno demográfico que vive el país desde hace años. Hacer frente a este proceso requiere no solo acciones como la formación de población laboral necesaria para el desarrollo, o la fijación de incentivos para retenerla. La solución pasa por cambiar el modelo económico 180º y orientarlo en una dirección que facilite las libertades económicas, los derechos de propiedad, el mercado y la libre elección. Lo contrario de lo que hay.  

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