¿De qué depende el desarrollo en la economía cubana?

Elías Amor Bravo, economista
En la economía castrista, la única fuente de información sobre el estado y evolución de la economía procede de las autoridades cuando se deciden a ello. No existen, como en otros países, informes anuales de instituciones especializadas, como el Banco Central de Cuba, que permitan comprender, desde el punto de vista técnico, la marcha de la economía y de la política económica que son las dos caras de la misma moneda.
Los datos que se ofrecen confirman que la situación de la economía cubana no es buena, y que el crecimiento económico necesario para avanzar sigue siendo muy bajo, en el entorno del 1% anula desde 2016, y lo que es peor, cabe incluso que sea menor, y que la economía entre en recesión, si el impacto de las medidas de la Administración Trump consigue sus objetivos. Al comparar la economía cubana con el entorno regional y resto de países de la zona, los resultados son si cabe, peores aún. Por ello, tal vez convenga recordar el pasado reciente, y los errores cometidos.
Desde 2016 la economía cubana no consigue mejorar sus niveles de PIB, porque se han reducido los suministros de petróleo procedentes de Venezuela, al tiempo que aumenta su endeudamiento y se rompen los equilibrios básicos internos y externos. La política económica aplicada, los llamados “lineamientos”, ha sido incapaz de lograr un proceso consolidado. Y ello por varias razones.
Uno de ellas es lo relativo al bajo nivel salarial. La actividad de la economía, medida por el PIB real se ha mantenido a ritmos muy bajos, y como consecuencia de ello el poder adquisitivo de la población se ha estancado en $32 mensuales de media, al tiempo que el nivel de renta por habitante se ha situado de forma sistemática por debajo de la media de América Latina, uno de los más bajos. El PIB per cápita cubano en 2018, valorado a precios constantes de 2010 se situó en $6.604, frente a $8.882 de media para América Latina, un 34% menor. Cada vez es más evidente que sin mejorar el poder adquisitivo de los cubanos, no será posible sentar las bases de un crecimiento más sostenible y equilibrado de la economía. La pobreza seguirá siendo un factor límite para la dinámica económica.
¿Por qué es difícil corregir la pobreza de los trabajadores cubanos? Porque el régimen no lo desea. En vez de ajustar los salarios a los niveles de productividad, como en cualquier economía del mundo, el castrismo detrae de la productividad el “plus valor” marxista y a cambio asegura ofrecer a los trabajadores servicios gratuitos y una canasta normada de bienes y servicios, elaborada por unos planificadores de la economía. El contraste no admite justificación. El valor del producto por trabajador en la economía cubana alcanzó 21.643 CUP en 2017, ese mismo año, el salario promedio anual se situó en 9.204 CUP. La diferencia de un 135% no admite cuestión. El régimen castrista detrae en exceso lo producido por los trabajadores, lo que impide mejorar su capacidad adquisitiva y realizar la libre elección.
¿Por qué necesita tantos recursos el régimen castrista? Un motivo reside en el aumento en los últimos años del déficit público estructural, que se ha mantenido en porcentaje de PIB por encima del 11%, lo que ha supuesto la ruptura de uno de los equilibrios fundamentales de la economía. Lo malo es que la ausencia de un sector privado potente, exige recaer todo el ajuste del gasto en el sector estatal, que tiene grandes dificultades para reducir las partidas que afectan a las distintas ramas de la economía, so pena de provocar un estallido social, al tiempo que es imposible pedir a los cubanos un mayor esfuerzo fiscal del que se realiza actualmente.
En tales condiciones, los márgenes de la política económica son limitados. O se aprueban fuertes aumentos impositivos, que podrían acabar castigando el esfuerzo económico y generando protestas sociales; o bien, se practican intensos ajustes a la baja en el gasto público, los cuales, dado el peso del estado en la economía, supondrán un deterioro de actividad productiva y del nivel de vida de los cubanos, altamente dependiente de los bienes suministrados de forma directa por el estado.
La pregunta es ¿cómo salir con posibilidades de éxito de la trampa de la deuda, sin empobrecer más aún a la población? Una sugerencia: los dirigentes económicos del régimen deberían realizar un análisis detallado y en profundidad, de la estructura de gastos y de ingresos de las Administración estatal. Si este trabajo se hiciera de forma correcta, el resultado podría servir para orientar la estructura del gasto hacia las partidas que tienen un mayor impacto en la acumulación de capital físico, tecnológico y humano, las infraestructuras. Urge acometer cuanto antes una profunda revisión del gasto público, especialmente en el terreno del gasto en subsidios de todo tipo, que lo único que sirven es para sostener una serie de servicios que no son rentables.
El problema del endeudamiento asociado al mantenimiento de un nivel muy alto de deuda pública durante un periodo prolongado, ejerce un impacto negativo sobre el crecimiento económico. Se puede decir que las dificultades que atenazan a la economía cubana, impidiendo que progrese, se encuentran en el abultado nivel de la deuda. Este reduce la credibilidad y la confianza en la economía, así como también la capacidad estabilizadora de la política fiscal frente a un escenario adverso, como el que anticipan las medidas de la Administración Trump.
Desde hace años, el régimen debería haberse preparado para afrontar este tipo de situaciones, apostando por mantener superávits primarios durante periodos largos, evitando así la exigencia de niveles de recaudación no tributaria mayores, o intensos descensos en el gasto. Y lo que es peor, mantener un nivel alto de deuda aumenta la vulnerabilidad de las finanzas públicas ante cambios en el sentimiento inversor de los mercados financieros, y afecta a la necesidad de refinanciar regularmente lo que pasa a ser un volumen elevado de vencimientos. Esta cuestión de los vencimientos y la necesidad de recurrir a los mercados de capitales de forma continua, genera no pocas tensiones, y aleja a la economía de los mercados de capitales, lo que tampoco es una buena noticia.
Unido al endeudamiento, existen otros factores que obstaculizan el crecimiento de la economía a más medio plazo. Uno de ellos, posiblemente el más importante, es el envejecimiento de la población, que plantea retos a la política fiscal que deben ser tenidos en cuenta en el marco de la estrategia de mejora de la calidad de las finanzas públicas. Sociedades envejecidas, como la cubana, demandarán mayores gastos sociales en sanidad y en pensiones, dirigidos a grupos de población cada vez en edades más avanzadas. Este aumento del gasto relacionado con el envejecimiento, podría lastrar el gasto necesario para favorecer el dinamismo futuro de la economía, como por ejemplo, el dedicado a educación, o a determinadas industrias.
Por otro lado, en el ámbito de los ingresos, el envejecimiento incidirá tanto en una menor recaudación por cotizaciones sociales, como en una cierta modificación de los aspectos progresivos de los impuestos que recaen sobre las rentas y la actividad, en la medida que las personas de mayor edad también soportan menores tipos efectivos y menores tasas de ocupación. En Cuba, el mayor gasto relacionado con el envejecimiento va a exigir la financiación por medio de más endeudamiento, lo que puede conllevar un aumento en la presión tributaria y no tributaria sobre las generaciones más jóvenes, lo que plantea algunas cuestiones relevantes de equidad intergeneracional.
Si el régimen castrista quiere conservar el actual modelo económico de base estalinista, no lo tiene fácil. La solución está en potenciar la acción empresarial privada, que tiene un efecto directo y positivo sobre la productividad y la eficiencia del sistema económico. Si se quiere hacer crecer la productividad por medio de un aumento de las inversiones de alto contenido tecnológico y con un capital humano potente, es necesario apostar por la creación y consolidación de un marco jurídico estable para la protección de los derechos de propiedad privada, al tiempo que se restaura el mercado como instrumento de asignación de recursos en todos los sectores y actividades de la economía. Solo mediante estas actuaciones, la economía podrá corregir la brecha que la separa del resto de países de la región y mejorar la calidad de vida y el bienestar de todos los cubanos.

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