Prohibiciones de viaje a Cuba y de salida al exterior de disidentes: ¿a dónde vamos?

Elías Amor Bravo, economista
Resulta que todo el mundo se hace eco de la noticia, según la cual, la Administración Trump ha prohibido los viajes en embarcaciones de pasajeros y embarcaciones recreativas, incluidos cruceros y yates, así como aviones privados y corporativos, y en concreto los llamados “viajes culturales y educativos”, por cuanto puede suponer de presunto daño a la siempre maltrecha economía cubana y sobre todo, al turismo, que había empezado a crecer tras el deshielo iniciado en 2014 con EEUU.
Sin embargo, casi nadie se ha percatado que el mismo día, en el aeropuerto internacional de Rancho Boyeros en La Habana, las autoridades comunistas habían impedido a varias personas, disidentes, opositores y periodistas independientes, tomar vuelos a otros países con la excusa de “estar regulados”, y ello pese a tener en regla toda la documentación1.
Los dos sucesos han ocurrido más o menos de forma simultánea, pero uno ha recibido la máxima atención. El otro ha pasado casi desapercibido.
Es lo mismo que viene ocurriendo desde hace 60 años.
La aplicación por EEUU de una política en ejercicio de sus competencias, con relación a la última dictadura de la guerra fría, casi siempre se acaba convirtiendo en un teatro para la propaganda castrista ante el mundo, y un ejercicio más de esa “batalla David contra Goliat” que se viene realizando desde hace 60 años y de la que ha obtenido tanto rédito político. Por el contrario, que el régimen comunista pisotee de manera discrecional, y sin ninguna justificación, los derechos humanos de sus ciudadanos, apenas importa a nadie. Silencio total.
El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) ha acusado al régimen castrista de utilizar las prohibiciones para entrar y salir de la isla con el objetivo de mantener un férreo control de los disidentes, los activistas y periodistas independientes. Todo aquella actuación o demostración que se muestre a favor de la apertura, la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos, no tiene cabida en la Cuba comunista. Y será reprimida con la prohibición de salir del país, que es algo que los cubanos ansían de forma especial.
El régimen estudia diversas alternativas para mantener la presión sobre una sociedad que quiere ser libre e incluso, actúa en contra de las normas que publica. En concreto, el Decreto Ley 302 de 2012 que puso fin de algún modo a las restricciones de entrada y salida del país, pero no siempre se aplica de la misma forma. El régimen castrista utiliza las más burdas tretas jurídicas, y con el calificativo de cuestiones de seguridad nacional, interés público y protección de información oficial, impide la salida como en esta ocasión
También estas restricciones se aplican, de forma discrecional, a los que pretenden regresar. Y pese a las facilidades que existen en el papel, son muchos los casos que se encuentran con el veto a entrar al país, por las razones más absurdas, como por ejemplo, “organizar, estimular, realizar o participar en acciones hostiles contra los fundamentos políticos, económicos y sociales del Estado cubano”. Una simple conversación denunciada por algún delator, puede alejar a un cubano del reencuentro con su familia.
El drama que existe detrás de estas prácticas del régimen no interesa a nadie. 
Por el contrario, la decisión del Departamento de Estado de EE.UU relativa a no permitir las visitas a Cuba en embarcaciones de pasajeros y embarcaciones recreativas, incluidos cruceros y yates, así como aviones privados y corporativos, y en concreto los llamados “viajes culturales y educativos”, sí que ha causado gran revuelo mediático y son muchos los analistas que hablan de grave daño a la economía y al turismo en Cuba.
Hay que bajar el listón. En realidad, las nuevas restricciones que ya eran conocidas y se sabía que iban a entrar en vigor, dejan al margen los vuelos comerciales, que podrán seguir operando entre EE.UU. y Cuba. Y que son la vía más utilizada por la comunidad cubana de la diáspora para viajar al país a reencontrarse con sus familiares. No existe prohibición alguna para estos viajes.
La idea del Departamento de Estado, ya expuesta hace tiempo, es lograr que el régimen cubano y sus servicios militares, que controlan la industria del turismo en Cuba, a través de grupos como Gaviota, accedan a dólares estadounidenses. De paso se traslada un mensaje al régimen de La Habana para que sepa que la impunidad en Venezuela, ha llegado a su fin.
El impacto económico de esta medida será muy limitado. Básicamente porque los viajes de cruceros apenas han tenido desarrollo en la isla desde 2014, por las pésimas infraestructuras existentes en los puertos, y porque existen otros destinos en el Caribe que tienen mayor aceptación de los viajeros. Además, el empleo de cubanos en estos cruceros es limitado, y la orientación de algunas cooperativas agropecuarias para suministrar productos a los cruceros es más una quimera del régimen que una realidad. Por lo tanto, el impacto económico será muy limitado, por no decir nulo.
Otro tanto cabe afirmar de los llamados “viajes culturales y educativos” que es la otra modalidad suprimida por el gobierno de EE.UU, y que realmente tenían poco de ello. Estos viajes de contacto con el pueblo cubano, conocidos en inglés como “people to people” tenían un impacto limitado sobre la cifra total de viajeros, y la falta de datos estadísticos por parte del régimen castrista impide realizar una estimación del impacto.
La Administración Trump, además de adoptar las medidas previamente anunciadas, aprovecha para dar traslado al régimen comunista de La Habana de lo que tiene que hacer para superar la actual situación. La propuesta es clara: estas nuevas restricciones tratan de poner freno al “papel desestabilizador” de Cuba en Latinoamérica, especialmente a Nicolás Maduro, y su homólogo nicaragüense, Daniel Ortega. Ya veremos si aciertan.
Todavía no nos hemos recuperado de todo esto, los rusos anuncian su disposición a prestar todo tipo de ayuda para hacer frente a las presiones de EEUU. Una estrategia de acción y reacción que nos devuelve a los peores años de la guerra fría, y que sitúa a Cuba y su régimen como un obstáculo para la normalización de las relaciones entre las dos grandes potencias, lo que es muy deseable para la geopolítica mundial.
Porque una cosa son los "tradicionales lazos de amistad" que tiene Cuba con Rusia, que pertenecen a los tiempos pasados anteriores al derrumbe del muro de Berlín, y otra bien distinta es el eventual papel que pueda jugar Rusia en la región de América Latina y el Caribe, en la que China ya ha empezado a colocar sus peones. Con Venezuela de fondo de este teatro gris, la situación no puede ser más complicada para todo el mundo. No es bueno que se abra un frente de conflicto internacional en el Caribe, por mucho que al régimen castrista le pueda interesar para su propia supervivencia.
No en vano, el castrismo hace unos días reaccionó de forma inmediata a las sanciones de EEUU a Huawei y ofreció a esta empresa utilizar a Cuba como campo para el desarrollo del 5G. Desde luego, que hemos de ver cosas todavía más desternillantes. Es cuestión de tiempo.

1 Entre los impedidos a viajar se encuentran los periodistas Inalkis Rodríguez, Iris Mariño, Sol García e Isel Arango, Luz Escobar y Yunia Figueredo Cruz, la «dama de blanco» Leticia Ramos Herrería y los miembros de la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD) María Elena Mir Marrero, Enix Berrio Sarda, Boris González Arenas, Fernando Palacio Mogar, Abdel Legrá y Alberto de la Nuez.

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