En torno al "acomodo de la mentalidad importadora" del ministro Gil
Elías Amor Bravo, economista
Vaya. Ahora resulta
que tenemos un ministro castrista de economía que se hace el
gracioso. No se si con buena intención, o con el ánimo de confundir
más aún la situación, el ministro ha dicho, durante la conferencia
magistral del octavo Congreso de la Asociación Nacional de
Economistas y Contadores de Cuba, que “la mentalidad importadora
acomoda y frena la iniciativa y la creatividad”. Apaga y vamos.
Después de esto, el último en salir, que cierre la puerta. ¿De
verdad el señor Gil está en condiciones de asumir las funciones de
su puesto, si piensa en estos términos? Tengo mis serias dudas. En
este post explico por qué.
Esa obsesión castrista por lo que llaman “poner recursos en la
producción y quitarlos de las importaciones” corresponde a un
enfoque autárquico de la economía, más propio de mediados del
siglo pasado que de los tiempos que corren de la globalización e
internacionalización. E incluso, en aquellos tiempos ya lejanos, los
países que conseguían importar bienes de equipo, tecnologías, know
how empresarial, se beneficiaban de esos recursos para superar su
atraso económico y convertirse en países avanzados. Algunos países
europeos, como España, y los dragones asiáticos décadas después,
se beneficiaron de este modelo de desarrollo en el que las
importaciones resultan esenciales para salir adelante.
El problema es cómo
financiar esas importaciones cuando se es pobre, muy pobre, y no se
tienen recursos para hacerlo. Cuidado. Cuba no siempre ha sido así.
Antes de 1959, la prefinanciación de la cosecha azucarera de la República y los
acuerdos comerciales con EEUU permitían a la nación contar con recursos
suficientes para financiar sus importaciones. Cuba estaba a la
vanguardia internacional y además, su economía era solvente. El
peso cubano, bien dirigido por el Banco Central de Cuba, estaba en la
paridad con el dólar. Las reservas de oro se guardaban en el Banco
de la Reserva Federal. Ciertamente parece mentira que Cuba haya sido
así, pero esa es la realidad y no otra.
La pobreza que
impide al ministro Gil importar los bienes de equipo, bienes
intermedios, tecnologías del exterior es propia del modelo comunista,
basado en la ausencia de derechos de propiedad privada y la
planificación central de la economía. No hay solución, salvo dar
un giro en el timón. Ni con parches en la estructura y la
disponibilidad, ni con el trabajo que se haga desde la base, por
mucho que se esfuercen los colegas en la isla, se resuelve el atraso
y la incapacidad de la economía cubana para financiar lo que precisa
del exterior para salir adelante. Más aún, cuando el régimen
comunista ha sido incapaz en 60 años de promover industrias y
actividades capaces de producir esos bienes y tecnologías que
necesita la economía de la nación para progresar.
No entiendo las
razones por las que el castrismo ha introducido el
pensamiento aurárquico en la gestión de la economía de base
estalinista, incapaz de alimentar a la población. Esta doctrina, más
propia de los regímenes fascistas y comunistas de antes de la
segunda guerra mundial, insiste en la idea que muchos bienes se
podrían producir por la economía del país, y que ello se
puede lograr evitando un eventual “acomodo” a la importación, o
algo así, según ha reseñado el diario oficial comunista Granma.
El ministro Gil se
equivoca en sus valoraciones con respecto al papel de las
importaciones en cualquier economía abierta, como es la cubana.
Primero, se equivoca al afirmar que “las importaciones provocan que
no se esté desarrollando la industria”. Justo lo contrario. La
industria necesita el apoyo del exterior para modernizar sus
equipamientos y ser más competitiva, para traer del exterior las
tecnologías más avanzadas o aquellas que van quedando obsoletas en
los países más avanzados. La industria exige del exterior bienes
intermedios, bienes de equipo, en suma, sin importaciones, una
industria se atrasa, se deteriora y acaba por desaparecer.
Segunda
equivocación del ministro, “hay endeudamiento, más allá de las
posibilidades que tiene la economía de respaldar”. La deuda con
el exterior puede tener muchos orígenes. El ministro lo sabe. Hay un
tipo de deuda que tiene su origen en gastos superfluos que se
despilfarran durante un ejercicio económico anual, por ejemplo, los
que se destinan a sostener las empresas estatales irrentables que
necesitan subsidios para mantenerse en funcionamiento, o muchos de los
gastos que soportan las canastas de bienes subvencionados que se
entregan a la población a cuenta gotas. Para este tipo de gastos, el
endeudamiento es una pesada losa que crece y crece sin control. Acaba agotando.
Básicamente, porque
no genera riqueza, no contribuye a incrementar el valor añadido
bruto de la economía. En cambio, si la deuda con el exterior se
destinase a modernizar tecnológicamente las empresas, a incorporar
bienes de equipo de última tecnología, a construir infraestructuras
energéticas, comunicaciones, suministro de agua y electricidad, para
el país, entonces siempre habrán líneas de financiación abiertas.
El problema es que el castrismo hace tiempo que perdió su
credibilidad como prestatario, y nadie quiere entregar su dinero para
que se malgaste. Sobre esto debería reflexionar, ministro.
La solución usted
la sabe. La economía no da para más, y hay que abrir puertas para
que la iniciativa privada empresarial empiece a hacerse con el
control de los sectores económicos. De nada sirven estos
“encadenamientos productivos de calidad” de los que hablan una y
otra vez, porque insisto, el desarrollo y la modernización de una
economía en el siglo XXI es global, internacional y no se puede contemplar desde
la perspectiva local y territorial, y mucho menos autárquica. Eso es pasado.
Y un último
consejo. La economía no es ninguna "batalla", ni requiere estar en
"primer frente alguno", ni lanzar soldados al campo de batalla. Hay que olvidarse de
eso. Una economía es el arte de asignar con eficiencia los recursos,
a veces escasos, para fines alternativos. Y para lograr este objetivo
y promover la prosperidad y sostenibilidad de la economía, lo único
que hace falta es querer realmente hacer las cosas bien, y no obsesionarse
de forma imprudente con un guion que ya no existe en ningún país del
mundo. Solo hay que mirar lo que pasa en China o Vietnam. Ellos han hecho muy
bien los deberes, y los resultados están ahí. Vietnam importaba
arroz del exterior y con frecuencia padecía hambrunas en la
población. Gracias al Doi Moi, no solo ya no importa el arroz, sino
que exporta este producto a la mayoría de países asiáticos. Esta
solución para Cuba usted la conoce: Doi Moi y propiedad privada de la tierra.
El ministro Gil debe ser consciente que la economía nos
enseña que un país no tiene por qué producir todo lo que necesita,
sino aquello en lo que es especialista y competitivo en la división internacional del trabajo. Gracias a esa
especialización, puede obtener ingresos con los que financiar todas
sus necesidades globales, incluso la transformación estructural y el desarrollo económico. Cuba tuvo ese modelo, que fue un auténtico
éxito antes de 1959. No se si volverá. Pero algo hay que hacer. Y
cuanto más tarden, ministro, será peor.
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