El ministro de economía Gil en la mesa redonda de Randy (I)
Elías Amor Bravo, economista
Ya lo reconocen en
todas partes. La economía cubana atraviesa actualmente una compleja
coyuntura. Este es el título de un artículo en Cubadebate que hace
referencia a la mesa redonda en la que participaron el ministro de
economía Gil Fernández y cuatro periodistas con Randy Alonso al
frente. Y yo añado, no solo es complicado el escenario, lo peor es
que los dirigentes no saben o no quieren afrontarlo con perspectivas
de éxito. Basta con leer el contenido de la mesa redonda. En este
post vamos a prestar atención a dos cuestiones planteadas, que se
marcan en negrita.
—La
economía cubana enfrenta en la actualidad una coyuntura compleja,
¿es similar a la de la etapa más aguda de los años noventa?
Cierto es que el
contexto actual de la economía no tiene que ver con el llamado
“período especial”. El tiempo no pasa en balde. El problema es
pensar que el escenario presente obedece al “recrudecimiento del
bloqueo, la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton y la
reciente prohibición de los viajes de cruceros”. No es cierto.
Estas medidas no han trasladado aún su impacto sobre la economía
cubana, que lo tendrán. A corto plazo, los problemas tienen un
origen muy distinto. Los problemas denunciados de “productividad,
déficit en las inversiones, incumplimientos de los ingresos por
exportaciones, falta de incentivos para exportar más, desvíos de
recursos, indisciplinas, trabas y burocracias, ya estaban antes de
las últimas medidas de la Administración Trump, e incluso al haber
sido anunciadas, las autoridades deberían haber preparado las
condiciones para afrontarlas con éxito.
Cuba puede
comerciar y recibir inversiones procedentes de más de 200 países del mundo. Lo
ha hecho, y lo podrá seguir haciendo en el futuro. No hay ninguna
guerra económica contra la isla. Tan solo una diferencia entre dos
países que se podría haber resuelto hace décadas si el régimen
castrista hubiera hecho la menor intención. No ha sido su interés
político, y por tanto, el precio a pagar es el que es. Si la
situación actual es distinta a la de los años 90 es porque ya
existe un pequeño sector privado que compensa la parálisis del
estatal, y gracias a ello, al menos existen de vez en cuando
productos agropecuarios en los mercados. El resto del panorama no ha
cambiado mucho, básicamente porque la credibilidad de la economía
ha quedado al margen de las prioridades de las autoridades. Deberían
revisar las recetas de los llamados “lineamientos” o del “plan
estratégico 2030” porque los operadores internacionales no se las
creen y restringen el crédito a la isla. Y así no se puede
sobrevivir. La realidad es que Cuba lleva viviendo 60 años con el
bloqueo, culparlo de todos los problemas actuales tiene poco sentido.
Hay que ir cambiando el contenido del discurso.
— Un
usuario del sitio, comentó: “Debemos aprender a pasar de pretender
“dirigir” la economía a conducir la economía, como en todas
partes del mundo, de lo contrario, corremos el gran riesgo que todo
sea una vez más un ejercicio que termine cuando entre por la puerta
del MEP. ¿Existen las garantías para que la participación de los
trabajadores en la elaboración del plan sea efectiva? ¿Dominan los
trabajadores y directivos las variables para hacer sus planes
cumplibles y reales?
Afortunadamente en
Cuba hay gente que sabe cómo funciona una economía. Esa distinción
entre “dirigir” o “conducir” la economía no es baladí, y
muestra la enorme distancia que existe entre el obsoleto y anacrónico
modelo castrista y el resto del mundo. Avanzar hacia el socialismo no
necesariamente exige un modelo basado en la planificación central de
la economía y el control por el estado de los medios de producción.
Esa fórmula estalinista ha sido un fracaso y ya ni siquiera la
mantienen China o Vietnam. La fórmula elegida en Cuba, “la
participación de los trabajadores en el análisis y en la discusión
del plan” es otro error y tampoco va a servir para descentralizar y
flexibilizar la economía cubana. Los cambios que se plantean, en un
momento especialmente complicado, pueden acabar provocando graves
consecuencias sobre los desequilibrios de la economía.
Para que las
empresas puedan funcionar libremente y tomar decisiones eficientes de
producción, inversión, contratación de trabajadores, exportación,
etc, necesitan disponer de sus activos de la misma forma, con
libertad, y para ello, se requiere que sean titulares de los derechos
de propiedad que sustentan los mismos. Sin una economía basada en la
propiedad privada, cualquier actuación emprendida por los agentes
económicos vendrá condicionada por esa distancia con respecto a los
medios de producción, lo que elimina la motivación, la racionalidad
y el sentido de la oportunidad de las decisiones económicas. La
alternativa, el plan ya es bien conocida por sus efectos. La empresa
cubana necesita un marco jurídico nuevo para funcionar, libre e
independiente del estado. La política económica entonces debe
“conducir” la economía, como en el resto de países del mundo.
Las autoridades
insisten en señalar directivas para el plan, obligar a las empresas
a ir por un determinado camino que, a la larga se acaba convirtiendo
en un cuello de botella que impide funcionar con eficacia y generar
esos encadenamientos de los que tanto se habla por parte de las
autoridades, pero no se hace nada para lograrlos.
Las normas para la
planificación que se han publicado en la web del ministerio son
confusas, limitadas y no permiten realmente que desde las empresas,
los trabajadores, puedan realizar su aportación a la economía. Me
temo que luego llegarán las rebajas por los burócratas
planificadores del ministerio, cuando se presenten las propuestas, y
más frustración para aquellos que se han esforzado, en condiciones
difíciles, por aportar su granito de arena a la economía. Esa idea
de construir un plan en colectivo no lleva a ningún sitio, se
mantiene el mismo sistema porque el marco jurídico queda,
inalterado. El fracaso está servido.
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