Defendiendo a los "coleros" y los "especuladores de la deshonestidad"
Elías Amor Bravo, economista
Dice
Granma que en la web del diario se acumulan las denuncias de los
lectores contra lo que el periódico oficial comunista llama
“especuladores de la deshonestidad”. Sinceramente, no se puede
caer más bajo, ni peor. Por parte de Granma, claro.
El
artículo, cuyo autor no recuerdo, describe las colas y los “coleros”
que abundan en estos meses de COVID19 en Cuba sin preguntarse lo más
importante, el por qué de esas colas y coleros. Es curioso partir de un reconocimiento, en Miami, Madrid o
México DF, ningún cubano tiene que levantarse de madrugada y
consumir horas de ocio y sueño en colas interminables para resolver.
Eso es impensable.
En
Cuba la cola es una desgracia, algo que no se puede eludir si se quiere comer
todos los días y tener algún producto básico de limpieza para
luchar contra la suciedad. Y Granma, en vez de ir al origen del
problema, que conocen perfectamente, atacan e insultan a los
“especuladores de la deshonestidad”, justo la punta de arriba del
iceberg.
El
artículo describe los numerosos y variados comportamientos del
“resolver” de los cubanos como si se tratase de delitos, “como
marcar dos y tres veces en la cola para varias personas, vender sus
puestos a quienes puedan pagar altos precios por acelerar su momento
de compra”. Graves delitos, sin duda. No dicen sin embargo, que esto ocurre cuando el consumidor,
desesperado por intentar comprar el producto durante varios días
infructuosos de colas, acaba recurriendo al servicio que le
asegura, por acceder de los primeros al establecimiento, uno de
los escasos artículos puestos a la venta.
Entran
en las mismas descalificaciones hacia quienes “te susurran al oído
que tienen lo que quieras (toallitas húmedas, culeros de bebé,
pollo, picadillo, aceite, splits, neveras…), pero solo si estás
dispuesto a costearlo al doble, triple o quien sabe qué número en
CUC por arriba de su precio en las tiendas estatales”. Normal, para empezar, estas personas pueden comunicar sus servicios como estimen
conveniente, y además, tienen todo el derecho legítimo del mundo a
obtener lucro por una actividad en la que empeñan tiempo, esfuerzo
y, en muchos casos, recursos económicos. La reventa no es una
actividad delictiva cuando está justificada por la necesidad.
Y
claro, de pronto llegó el Ministerio del Interior y se acabó la
diversión, con la emisión de sanciones a más de 1.285 “coleros”
desde el inicio de la pandemia, con la seguridad de que no todos los
que han recibido las multas se dedican a estas actividades. Siempre
se cuela algún acto de represión, por si acaso.
De
modo que, para prepararse ante lo que el Ministerio contempla como un
fenómeno en crecimiento, y por eso, nada se dice sobre cómo
atajarlo con las medidas económicas que son necesarias y
convenientes, el gobierno anuncia a través de Granma, más represión
contra lo que califican de “indolencia de personas sin compromiso
social, dedicadas al trasiego de productos necesarios para las
familias, en medio de un contexto de desabastecimiento y de
emergencia sanitaria nacional”. Una vez más, increíble, pero
cierto. Insultos, descalificaciones, juicios sobre presuntos delitos,
falta de respeto al principio de inocencia mientras no se demuestre
lo contrario. Desde esta perspectiva, para los comunistas, los
culpables son los inocentes.
Incluso
el articulista de Granma llega a “dudar de la humanidad de estos
seres que, movidos por el individualismo, olvidan que niños,
ancianos, embarazadas y enfermos no tendrán la oportunidad de
obtener lo que necesitan”, sin tener en cuenta que gracias a estos
seres deshumanizados, precisamente, muchas personas de las citadas en
esa relación, logran tener acceso a bienes y servicios que necesitan
y que de otro modo no conseguirían ni en sueños. Más que delitos,
estos seres lo que están haciendo es dar un beneficio a mucha gente
que está dispuesta, lógicamente, a pagar por ello. Nada es gratis,
y los comunistas lo saben, aunque luego visten y desvisten a los
santos en su propio beneficio.
También
se cuestiona el importe de las multas, que se considera escaso para
las ganancias que obtienen. Lógico. Si las multas fueran
excesivamente elevadas, el acto sancionable exigiría un precio muy
elevado al cliente final, lo que reduciría el tamaño de la demanda
y por tanto, la capacidad potencial de la oferta. Así que, estas
multas de 100 a 300 cuotas, están perfectamente diseñadas por el
gobierno para que estos coleros y “especuladores de la
deshonestidad” continúen en la brecha dando sus servicios. Que le
pregunten a las autoridades por qué.
El
artículo se extiende por otros derroteros, al señalar que muchos
“coleros” son los encargados mismos de ordenar las colas en los
establecimientos, lo que agravaría los delitos, sin querer reconocer
que el problema se podría arreglar con la desaparición de las
colas una vez conseguida la llegada de productos abundantes a las
tiendas. Entonces, ni colas, ni coleros, ni especuladores; en La
Habana lo mismo que en Madrid. Un sueño imposible para varias
generaciones de cubanos que saben que el sistema económico en que
viven es incapaz de lograr ese objetivo básico de la vida.
Propuestas
como un sistema de escaneo del carné de identidad para el orden y
control de las colas, el perfeccionamiento del control dentro de las
tiendas, el uso de la libreta de racionamiento, la vigilancia
administrativa hacia los trabajadores, etc, son las soluciones
comunistas a este fenómeno que, de aplicarse, tengan por seguro que
aumentaría mucho más. No se engañen. Estas propuestas son las que
dice Granma que hacen llegar los lectores a la web del periódico. Me
temo que hay mucha gente ignorante sobre los temas económicos y que
solo ve la situación a través del cristal de una absurda ideología
que ha llegado al fin de sus días. Tal vez ha llegado el momento de
la pedagogía.
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