Bases para un gran acuerdo económico para Cuba y los cubanos
Elías Amor Bravo, economista
Advertencia
al gobierno de Díaz-Canel: un
incremento de
la presión
fiscal sería letal para la
economía. Precisamente,
lo que Cuba necesita es
avanzar hacia una fiscalidad competitiva que
no se plantee el objetivo
de recaudar más, sino
de hacerlo con eficiencia, para evitar los efectos perniciosos que se
pueden producir sobre la actividad económica, como una
caída de
inversiones.
La
crisis será más grave si el gobierno
persiste
en incrementar
la fiscalidad. Solo se
puede salir de esta
crisis con
medidas anticíclicas mientras
la
economía siga
convaleciente.
Las medidas de compensación
de rentas adoptadas al inicio de la pandemia
no se pueden retirar de
sopetón, y
es necesario promover
su
evolución y adaptación
en función de la coyuntura.
Se
trata de encontrar
un equilibrio entre los recursos necesarios para
mantener los servicios públicos esenciales, y
al mismo tiempo estimular el crecimiento de
la productividad. Un
peso excesivo de la recaudación fiscal
podría
ser un lastre para numerosas empresas, sobre todo las que pertenecen
a los pequeños emprendedores privados, frenando
su capacidad de creación de valor.
Las
autoridades deben entender
que este no es el mejor momento
para
incrementar los
impuestos y
cuotas a la seguridad social, sino que es necesario
estimular la actividad económica, el empleo y el consumo. Dado
que
la presión fiscal en porcentaje del PIB en Cuba
es de las más elevadas del mundo, incrementar dicho porcentaje puede
ser nefasto para muchas actividades económicas.
Es
más, si se quiere estimular un
sector crucial para la reactivación, como el
turismo y que mejore su actividad en beneficio del resto de la
economía, el gobierno debe ir pensando en reducir la fiscalidad que
recae sobre este sector, en los establecimientos hoteleros,
restaurantes, bares y cafeterías, salas de espectáculos, y la
oferta complementaria, como
parques de atracciones, peluquerías, gimnasios y los servicios
vinculados con el turismo. Hay
que rebajar los impuestos de
todo tipo para
incentivar este sector y
sacarlo de la grave crisis en que se encuentra.
Se
tiene que
aprovechar la
oportunidad para cambiar completamente los sistemas tributarios y no
tributarios con los que se relaciona el gobierno castrista
con las
empresas.
Hay que evitar la presión que recae sobre la recaudación no
tributaria, especie de exacción fiscal directa que realiza el estado
sobre el valor generado por las empresas, y de manera similar,
reducir los subsidios destinados a las empresas. Los impuestos que
queden, como el de
utildades,
trabajo
o
ventas,
deben
ser ajustados a las características del sistema empresarial
económico cubano e ir dirigidos a incrementar la
actividad, por un lado, y la mejora de la lucha contra el fraude, por
otro. Y, al
mismo tiempo,
no apretar más al contribuyente que cumple sus obligaciones.
Igualmente
esta
es
una buena ocasión para que el gobierno cubano alinee la política
fiscal con la que existe en otros países de América Latina y el
Caribe, potenciando la participación de la formación bruta de
capital en el PIB, y rebajando los impuestos que recaen sobre la
renta y utilidades, para estimular el ahorro y el patrimonio. Las
ayudas
a las empresas se
tienen que redefinir al margen de los tradicionales subsidios de
precios. Las políticas activas de empleo deben entrar a formar parte
de la agenda gubernamental.
En
suma,
todos
los recursos del estado se deben dirigir a promover una política
anticíclica intentando
compensar el incremento del endeudamiento temporal.
Algunas
de las medidas laborales posiblemente se tendrán que prorrogar, a
partir de
las condiciones iniciales en
que
se
adoptaron, con el fin de mantener ingresos y que los trabajadores no
se empobrezcan, a pesar de que la actividad se encuentre paralizada.
El
objetivo es facilitar a las
empresas un
retorno a la normalidad sin prisas que pueda poner en peligro la
supervivencia de las mismas.
Junto
con la prórroga de la
política de rentas, sin embargo, se
han de adoptar otras medidas, como
por ejemplo, suprimir
alguna regulación reciente que limita el poder de la dirección
empresarial y su capacidad para gestionar sus recursos humanos. Se
tienen que
flexibilizar las relaciones laborales, reducir sus costes y, en
especial, las cotizaciones empresariales a la seguridad
social.
Estas
medidas podrían actuar como incentivos para las empresas que tengan
dificultades para retornar a sus niveles de actividad.
De
modo que si el
primer semestre ha sido el del parón de la actividad, y
el
segundo
presencia cómo la
economía cubana
se acerca al colapso, la tarea urgente vuelve a ser pensar en lo que
viene, en concreto, qué diseño se quiere para el próximo ejercicio
2021, dando el actual por perdido. El gobierno cubano tiene que
elaborar una
hoja de ruta que debería
negociar con los emprendedores privados, incorporando a la mesa a
todos los agentes
que operan
en
la economía, para alcanzar un gran acuerdo en Cuba, posiblemente el
primero, para la recuperación de la economía.
Este
acuerdo no debe ser resultado
de la decisión del partido
único que dirige la nación, sino que tiene que integrar a todos
aquellos sectores con algo que decir, y que se respeten
sus posiciones. El Club de Paris, a modo de sugerencia, o la Unión
Europea, deben condicionar sus ayudas y
financiación
a este reconocimiento institucional para el Pacto. La razón es
obvia: si
no se hace un gran acuerdo Cuba
entrará en una larga
etapa de inestabilidad económica.
El
gobierno debe
aumentar la
sensibilidad hacia
los emprendedores privados y los trabajadores por cuenta propia en
los
sectores económicos afectados. Reconocer
su existencia y abandonar
la
dejadez que
existe en Cuba
hacia
estos agentes económicos, que no
se ha visto en ningún otro país del mundo. Es
necesario
ayudar,
facilitando
liquidez para las empresas y aplazamientos de impuestos, así
como
ayudas directas en
los términos antes descritos. Los abultados recursos del presupuesto
del estado castrista se deben dirigir
a todos los
agentes económicos,
y
no solo al aparato estatal presupuestado. Hay que promover
un fondo para empresas y emprendedores, aplazamientos en el pago de
impuestos e
incluso exoneraciones,
mientras no se reactive la demanda y las empresas comiencen a
facturar. La
fiscalidad se debe dirigir a promover el desarrollo
del sector
del trabajo por cuenta propia, que ya alcanza el 30% de la ocupación.
Y
sobre todo, el gobierno tiene que hacer un gran esfuerzo para reducir
la
incertidumbre y corregir
la falta
de complicidad que
se le supone con aquellos que se lanzan a la arena para defender sus
proyectos empresariales. Se tiene que ver que es posible construir
confianza
y
acuerdo entre
los agentes económicos
independientes y
el gobierno.
Y
por concretar en qué dirección deben ir los objetivos del gobierno,
conviene tener en cuenta los siguientes: la
inversión pública, la seguridad jurídica, la colaboración público
privada, la innovación y la reindustrialización. Estas
propuestas son
esenciales
para
facilitar la recuperación, la competitividad y garantizar la
cohesión social.
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