Una nueva llamada al diálogo posible para superar la crisis


Elías Amor Bravo, economista
La virulencia de la crisis económica que golpea a Cuba, como consecuencia de las medidas de contención de la pandemia de la COVID19, está siendo más grave y profunda de lo esperado. Se abren espacios pero surgen rebrotes de la pandemia que arrojan un balance de incertidumbre al devenir de los acontecimientos.
Los datos e informaciones que se suministran a cuenta gotas por las autoridades así lo confirman. Y si bien es cierto que no existen datos de la coyuntura económica, algunos que se conocen, como la estadística de viajeros, dan motivos de sobresalto. En mayo solo se recibieron 993 visitantes que representan un descenso del 99,7% con respecto al mismo mes del año anterior. El turismo ha desaparecido de la Isla, y sus posibilidades de recuperación son escasas.
No cabe duda que el plan no se cumplirá tampoco en 2020, las autoridades volverán a echar mano de argumentario para explicar el fracaso, pero no habrá que ir muy lejos. Las previsiones de evolución económica en Cuba se tienen que actualizar a la baja, y con ello, asumir que la economía puede colapsar, dado el elevado peso que tiene el estado en el conjunto de la actividad económica.
No existe en este momento ningún asidero que permita obtener una cierta confianza en el futuro de la economía. Nuestras estimaciones de caída del PIB de la economía se situaron inicialmente en un -6,2% cuando CEPAL apuntaba tan solo un -3,8%. Los datos e informaciones que llegan de la Isla obligan a ser cautos y volver a apuntar a un descenso si cabe mayor, probablemente en el entorno del -10%, casi tres puntos más que la estimación inicial. Esto sitúa a Cuba como uno de los países que se pueden ver más afectados por la crisis en América Latina, aunque no será el único.
El hecho de que hayamos revisado a la baja nuestras previsiones iniciales obedece a la desconfianza y falta de credibilidad de las autoridades para remontar la crisis; lo difícil que es para cualquier país intentar afrontar una crisis como la actual en solitario, de modo que toda esta experiencia va a resultar más dura y compleja de lo que se creía.
En realidad, no hay ningún analista que esté pensando en una cierta recuperación de la economía cubana en los dos últimos trimestres del año, de modo que 2020 será recordado como un ejercicio en que la economía cubana se acercó al colapso, tanto por la intensidad como por el inesperado origen de la crisis.
Las nuevas previsiones actualizadas contemplan un complejo escenario internacional para el turismo, con factores de riesgo de difícil control desde la perspectiva cubana, y que van a tener un potencial efecto negativo sobre la recuperación. Esta negativa evolución del turismo coincidirá con una menor llegada de remesas, un bajo nivel de inversión extranjera y unas menores exportaciones de minerales y tabaco. 
Consecuencia de ello, las divisas serán escasas y ello frenará las importaciones. Además, en el frente interno, la agricultura no será capaz de producir suficiente para dar de comer a toda la población, eso lo saben las autoridades, y la construcción no va a tirar de la economía porque el presupuesto del estado tiene comprometidos recursos en gastos corrientes de escasa incidencia en términos de crecimiento. 
En suma, estos factores, unido a la desatención a los cuentapropistas, abandonados a su suerte por el gobierno, dependen de la voluntad política de los dirigentes políticos y de su capacidad para impulsar medidas que realmente sirvan para sacar a la economía del agujero en que se encuentra. Tal vez, si en vez de tomar decisiones individuales respetando la ortodoxia comunista, se diera entrada en una mesa de diálogo a todos los sectores y agentes económicos estatales y privados que operan en Cuba, los dirigentes del régimen se darían cuenta de la enorme importancia y del apoyo social que tendría, por ejemplo, la aprobación de un fondo de ayuda extraordinaria para la recuperación de la economía
Decisiones de este tipo podrían servir para sentar las bases de una economía centrada en un horizonte común, incorporando un plan integral de reformas y medidas de apoyo al tejido empresarial privado, que permita reanudar la actividad y frenar la destrucción de empleo y producción, al tiempo que se generan recursos para la protección social de los colectivos más desfavorecidos por la crisis.
Las autoridades del régimen cubano no han asumido todavía que tienen por delante un proceso de reconstrucción largo y difícil, un gran reto para los próximos meses, que exigirá tomar medidas de alcance, que en soledad pueden no acarrear los resultados perseguidos. El momento del diálogo y el consenso ha llegado. 
Se acabó la toma de decisiones unilaterales comunistas. Si se quieren alumbrar los primeros frutos de la recuperación hay que hacer partícipes a todos de los planes de ayuda propuestos y de los fondos e instrumentos disponibles al servicio de la transformación de la economía. El gobierno de Díaz Canel debe entender que la supervivencia de la economía cubana depende de que sean capaces de afrontar la tarea de reconstrucción económica, colaborando con todos los agentes económicos estatales y no estatales, propiciando un clima de diálogo político y social sobre bases nuevas, que ayude a volver, lo antes posible, a la senda de la sostenibilidad y la consolidación fiscal. 
El reto para los próximos meses pasa por apuntalar la progresiva vuelta al crecimiento y consolidar los primeros frutos de la recuperación. Sin diálogo, será imposible.


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