En torno a la "estrategia" del gobierno castrista frente a la crisis de la COVID19


Elías Amor Bravo, economista
Acaba el mes de julio de 2020. Las recientes medidas, adoptadas por el régimen comunista de Cuba, han llamado la atención de analistas y observadores sobre el enfoque de las mismas y su capacidad para mitigar el colapso económico que todos los informes atribuyen a la economía cubana a lo largo de este año.
Los daños causados en la isla por la COVID19 son elevados y todavía no se han levantado completamente los controles. Las autoridades presumen de haber contenido la expansión de la pandemia, tras haberlo hecho con retraso respecto de numerosos países, y ahora, han apostado por una “estrategia” para que la economía retorne a la nueva normalidad. Que tengan éxito en ello es otra cuestión.
Este documento examina algunas cuestiones fundamentales con relación a la estrategia del gobierno comunista cubano. Una estrategia que se apoya, en general, sobre tres patas: el final del gravamen soportado por el dólar de Estados Unidos, la creación de incentivos fiscales a numerosas actividades y el fomento del empleo no estatal.
En general, las medidas anunciadas tienen que ver con el escenario de escasez de divisas que afronta la economía cubana, provocado por la reducción de los suministros petroleros procedentes de Venezuela, del número de turistas y el freno a las exportaciones de materias primas. De modo que los ingresos que se obtienen de las remesas y la venta de servicios médicos en el exterior son la única fuente de divisas y apenas cubren los compromisos externos de la economía.
En tales condiciones, el aplazamiento del pago de los intereses de la deuda con el Club de Paris forma parte de este escenario agónico de la economía. En el frente interno, los gastos asociados a la pandemia, no previstos en el presupuesto, han debido incrementar el déficit a niveles insostenibles. A falta de datos de las autoridades, es difícil precisar el impacto que la COVID19 ha tenido sobre las cuentas del estado que representan casi el 75% del PIB de la economía. No existe margen discrecional para las políticas fiscales.
De modo que atrapada por la ruptura de los equilibrios interno y externo, las previsiones formuladas para la economía cubana por CEPAL para este año cayeron del -3,8% en abril al -8% en junio, y se estima que el hundimiento puede ser incluso superior, llevando a la economía al colapso. En suma, un difícil panorama que exige tomar decisiones cuanto antes.
Entonces llegó la “estrategia”. Un documento inspirado en los viejos enfoques de los lineamientos y el plan de desarrollo 2030 para recentralizar la economía. Nada que ver con la activación del crecimiento económico, la mejora de la prosperidad de la población y su nivel de vida. Básicamente, se trata de un conjunto de medidas dirigidas a conseguir divisas, dólares principalmente, para afrontar los compromisos con el exterior.
Por ejemplo, la eliminación del gravamen del 10% sobre el dólar de Estados Unidos, en vigor durante 15 años, medida estrella anunciada por las autoridades, tiene como principal objetivo promover mecanismos para drenar divisas procedentes de las remesas que envían las familias en el extranjero a los suyos en la isla.
Recordar que en 2004, Cuba fijó un gravamen del 10% a los dólares en efectivo que ingresaran al sistema bancario, como respuesta a la prohibición de operar con divisas en bancos extranjeros. Al resto de divisas no se aplicaba dicho gravamen. Los grandes perjudicados eran las familias que recibían remesas en dicha moneda. A partir de 2019, comenzaron las ventas de electrodomésticos, piezas de autos y equipos en dólares para hacer frente a los problemas de escasez de liquidez, si bien se mantenía la penalización a los que compraban en dólares, normalmente recibidos a través de remesas.
A partir de ahora, con las medidas adoptadas, el estado cubano se convierte en una maquinaria de captación de divisas internas para entrar directamente en la intermediación comercial selectiva en dólares, moneda libremente convertible. De hecho, las autoridades, con la eliminación del gravamen quieren estimular la demanda y vender en dólares una serie de productos de alimentación, limpieza y aseo personal que habían desaparecido de las tiendas en CUC y CUP.
Para ello, el gobierno ha abierto una red de 72 tiendas que venderán en moneda libremente convertible, 57 dirigidas a alimentos y aseo y 15 a productos de ferretería, y que forman parte del plan de recaudación de divisas.
Dentro de la estrategia, también se ha anunciado que se está trabajando en la creación de micro y pequeñas empresas, estatales y privadas, en tanto se adoptan medidas para reabrir el sector turístico. El objetivo es aumentar las opciones para el trabajo por cuenta propia en el desarrollo de un mercado mayorista que ofrezca productos con apoyo en moneda libremente convertible para la base productiva y el sector no estatal.
Por vez primera en décadas, las autoridades comunistas cubanas hablan de la importancia del mercado y su regulación indirecta, de la inversión extranjera y de las oportunidades para que los cuenta propistas puedan exportar e importar utilizando empresas estatales especializadas. Todas estas medidas han llevado a algunos a hablar de una posible dolarización parcial de la economía.
No parece razonable pensar en ello. El porcentaje de población cubana con acceso al dólar, alrededor de un 20% del total, según algunos estudios, es incapaz de extender el uso de la moneda al conjunto de la economía nacional. En todo caso, lo que cabe esperar son desigualdades e injusticias.
No obstante, no conviene lanzar campanas al vuelo. El viceprimer ministro Alejandro Gil, encargado de asuntos económicos, ha señalado que la “estrategia” se basa en potenciar la planificación central, el mismo instrumento que ha sido responsable del deficiente funcionamiento de la economía cubana. El retorno a la planificación de la economía no permite abrigar expectativas favorables para la misma, y otro tanto cabe afirmar con respecto a las trasnochadas ideas autárquicas de defender la producción nacional, o desterrar la mentalidad importadora.
Incluso cuando se plantea el tema de la complementariedad de los actores económicos aparecen problemas, dadas las notables diferencias que existen en Cuba entre los estatales y no estatales. Propuestas como dar más autonomía de gestión al sector empresarial e incentivar competitividad y el ahorro se han planteado en ocasiones anteriores y no se han llevado a la práctica. No existe motivo alguno para pensar que ahora pudiera ocurrir.
En cualquier caso, la urgente necesidad de producir alimentos y alejar el fantasma de la crisis alimentaria será seguramente, un factor relevante a la hora de adoptar medidas de política económica en los próximos meses. Cuba no puede seguir apretando el cinturón a sus ciudadanos o paralizando industrias y servicios. En algun momento, la maquinaria de la economía dejará de funcionar. Ese momento, está muy cerca.
Mientras tanto, las autoridades persiguen ganar tiempo y llegar al resultado de las elecciones presidenciales en EEUU con el punto de mira en una eventual derrota de Trump. Ganar tiempo es una actividad en la que el régimen castrista ha mostrado una extraordinaria habilidad a lo largo de la historia.
Ahora ocurre otro tanto, pero existen dudas sobre la capacidad para mantener la economía al ralenti mientras que las desigualdades sociales estallan. En todo caso, la propaganda al servicio del gobierno no escatimará recursos internos y externos en culpar al endurecimiento del bloqueo económico-financiero de EEUU de todos los males de la economía. Lo están haciendo y todavía existen países que se creen este argumentario político.
Lo más grave hasta la fecha para el régimen, junto a la reducción del suministro de petróleo barato de Venezuela, es el cierre de la actividad turística por la pandemia, reconocido por el ministro de economía Gil. Para Cuba, en este 2020, el cierre de fronteras al turismo por el virus puede causar pérdidas superiores a 2.000 millones de dólares y dejar congelada la actividad de las compañías hoteleras internacionales. Por el contrario, y en contra de los efectos negativos de la pandemia sobre las remesas, parece que, al menos de momento, se están manteniendo en torno a niveles similares al año pasado.
Mientras tanto, se ha procedido a abrir las fronteras al turismo internacional en julio, con la apertura de tres aeropuertos, después de recibir un 85% de cancelaciones de reservas hoteleras por el virus.
El gobierno ha decidido, en un ejercicio difícil de entender en otros países, que el turismo nacional y el extranjero no disfruten de las mismas instalaciones, practicando un severo appartheid más próximo de los años 90 del siglo pasado que de los tiempos actuales. En todo caso, los cuenta propistas con negocios orientados al turismo y dispersos por todo el país serán los perjudicados de estas medidas de diferenciación que ya se han empezado a cuestionar, por inservibles y además, injustas.
Un escenario que puede verse alterado en cualquier momento si los elementos de seguridad y confianza que se intentan crear se vieran comprometidos por rebrotes inesperados de la pandemia.


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