Economía cubana 2022: lo que se tiene que hacer y ya
Elías Amor Bravo economista
En materia de asuntos económicos, la clave para los dirigentes se encuentra en desplegar un equilibrio entre realismo y responsabilidad. El modelo económico que impera en Cuba desde 1959 está inspirado en justo lo contrario. La planificación central de la actividad de los agentes económicos sin reconocer derechos de propiedad privada y mercado como instrumento de asignación de recursos, ha resultado un ejercicio irresponsable e irreal, que tropieza con los móviles de libre elección y la motivación que inspiran el comportamiento de los individuos y empresas en la economía. Insistir en este ámbito de economía planificada centralmente es poco o nada realista. Cuando el ministro de economía insiste en el plan anual, en documentos como la estrategia o el plan 2030, contribuye a minar las bases de la confianza en la economía e introduce dudas sobre la capacidad para mejorar el escenario actual.
Las previsiones relativas a la evolución de la economía cubana a lo largo de 2022 se han enfriado como consecuencia del nuevo entorno de la economía mundial y, aún sin disponer de datos suficientes que lo avalen, en los próximos meses nadie debe esperar gran cosa. Las referencias a la producción agropecuaria son críticas incluso por los ministros del ramo, los resultados del turismo en enero y febrero apuntan a que esta será una de las peores arrancadas de año desde 2019, la construcción se encuentra paralizada por la falta de estímulos en tanto que la manufactura se encuentra postrada por notables dificultades estructurales. La economía cubana funciona como un zombi a empujones del gasto presupuestado en educación o salud pública, disfrazando unos resultados que son ajenos a un desempeño eficiente y productivo de la economía. A resultas de ello, las previsiones son poco favorables, como consecuencia de una coyuntura que se va deteriorando conforme pasa el tiempo, sin que el gobierno adopte las medidas necesarias para cambiar el estado de las cosas.
Además, aunque de forma limitada, la economía cubana se puede ver afectada por la incertidumbre de la guerra en Ucrania, si se prolonga en el tiempo y obliga a Moscú a reajustar su economía para hacer frente a unas sanciones económicas que pueden llevar a la economía de dicho país a una grave y profunda recesión. En cualquier caso, a día de hoy, resultad difícil saber qué consecuencias puede tener finalmente la guerra, en tanto que algunos países de América Latina con minerales y commodities, empiezan a sacar provecho de los mismos en los mercados mundiales. La esperanza de un rápido final del conflicto en Ucrania incrementa las expectativas de inflación, endurece las condiciones de los fletes y encarece más aún la energía y el acceso a la financiación internacional. El círculo vicioso de la economía cubana se ve agravado por la incidencia de estos factores internacionales.
El régimen ha anunciado que la economía cubana crecerá un 3% proyectado en el plan, pero este dato es irreal y exige una inmediata revisión para ajustar las cifras presupuestarias a un escenario realista de la economía. Esto sería lo responsable, pero no parece que los dirigentes comunistas que tienen la sartén por el mango vayan a tomar este tipo de decisiones. Mientras que todos los países restan 1 o 2 puntos a la cifra de crecimiento estimado de su PIB, en La Habana duermen el sueño eterno, sin actuar de forma similar, lo que reduce la confianza en la economía cubana y, sobre todo, su credibilidad.
No obstante, es posible realizar este análisis y asumir que la economía cubana volverá a experimentar en 2022 un ejercicio inflacionista (el IPC se ha vuelto a acelerar en febrero) con menos crecimiento, quizás incluso caída del PIB en algunos trimestres. El escenario no apunta a más que una extrema volatilidad de la situación, arrastrando las consecuencias negativas de la pandemia (un elevado gasto público y déficit en el PIB), a lo que se añade la crisis de las cadenas de suministro de materias primas que golpea a los distintos sectores, la ausencia de divisas del turismo y la necesidad de cumplir con los compromisos internacionales de deuda, Esto exigirá corregir las actuales previsiones de crecimiento y de inflación. No hacerlo es un ejercicio de irresponsabilidad y de falta de realismo de los dirigentes económicos cubanos.
Por explicarlo de forma clara, la actuación de un gobierno ante un escenario como el descrito, consiste en tratar de anticiparse a los acontecimientos, y, además, realizar esa tarea prospectiva con la mirada puesta en que se vaya a producir finalmente el peor de los escenarios posibles. Insisto, cualquier otra posición es irreal e irresponsable. El gobierno cubano no solo llega tarde en este momento, dilatando en el tiempo decisiones que tendrá que tomar, sino que, además, parece que no lo hace de forma correcta, lo que arroja dudas sobre su competencia técnica, comprensión y enfrentamiento a un escenario que parece desbordar su ámbito de actuación.
A estos navegantes, que se han tirado del barco que se hunde con una balsa para esperar que alguien los recoja del naufragio, hay que decirles que, si mañana se produjera el alto el fuego en Ucrania, tampoco llegaría ese navío salvador que parecen estar esperando. Los problemas de inflación, fletes, transportes, energía, alimentos, financiación, que golpean desde el exterior e interior a la economía cubana van a seguir, lo mismo que la subida de precios que ha llevado a las principales materias primas a niveles históricos.
La resistencia del régimen a adoptar las medidas de ajuste que se precisan, manteniendo unas previsiones irreales que no se corresponden con el escenario descrito, no constituye una estrategia política responsable que permita hacer frente a la coyuntura geopolítica y económica cuya gravedad puede ser un gran error no tomársela en serio. El régimen comunista cubano tiene encima de la mesa deberes que van mucho más allá de la adopción de medidas paliativas para evitar un grave y profundo descalabro de la economía cubana. Tiene que entrar en el ámbito de las reformas estructurales de un modelo obsoleto, irresponsable e irreal para los tiempos actuales y venideros. Cuanto más tarde será peor.
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