Los ensayos comunistas en materia comercial no sirven
Elías Amor Bravo economista
¿Qué es mejor, ampliar el listado de productos regulados para la venta minorista, o abastecer de forma suficiente las tiendas?
Una pregunta de fácil respuesta para quien vive en Madrid, Miami, Londres o Ciudad de México. En cualquiera de estos lugares, el consumidor que desea comprar o necesita un producto, lo único que tiene que hacer es desplazarse al supermercado o la tienda más cercana a su domicilio y, sin colas, ni esperas y con la absoluta seguridad de encontrar el producto deseado en las estanterías, realizar la compra, pagar en efectivo o tarjeta y volver a su casa a disfrutar del susodicho producto.
En Cuba, año 2022, esto sigue siendo imposible. El problema es que desde 1962 cuando se implantó la odiosa libreta de racionamiento, las cosas apenas han cambiado. Bien, sí. Algunos que peinan canas, aclaran que ahora es mucho peor que antes. Y llevan razón, la comercialización en Cuba es un fracaso del régimen comunista, se mire por donde se mire. Un fracaso que los dirigentes no han sido capaces de resolver en seis décadas, y que achacan al embargo o bloqueo, aunque esta situación obedece a motivos políticos y económicos mucho más complejos que tienen que ver con el modelo comunista que rige la economía, mucho más ineficiente que el mercado para asignar los recursos.
Y como el comunismo es incapaz de lograr una comercialización eficiente, el artículo publicado en Invasor que analiza la solución adoptada en Ciego de Ávila para, según dicen, poner coto al acaparamiento, la reventa y especulación de primera necesidad, recurriendo a la tradicional solución comunista consistente en incluir en la lista de productos regulados los productos de primera necesidad (como pañales desechables, las toallitas húmedas y almohadillas sanitarias, entre otros) es un buen ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas si lo que se pretende es que la gente pueda satisfacer sus necesidades.
El día a día en Cuba, que representa otra anomalía del sistema, es cuando algunos de estos productos se venden en pesos cubanos, en las tiendas minoristas de la red de Caribe y CIMEX. y de forma regulada a determinados consumidores, después son revendidos por estos en los mercados informales para conseguir dinero, generalmente dólares, con los que comprar otros, como alimentos en las tiendas en MLC.
Alternativamente, cuando estos productos de primera necesidad se sacan a la venta sin regulación, es decir, de forma liberada, como suelen decir los comunistas, surgen largas colas, aglomeraciones e indisciplinas, a la vez que también se produce la posterior reventa a precios especulativos, incluso superiores, esta vez en las mismas tiendas.
Entre un extremo y otro, surge la cuestión ¿por qué se repiten las mismas prácticas absurdas que acaban generando este tipo de problemas, y por qué no se produce más y se vende lo que la gente necesita y a precios que puedan ser accesibles?
Esa podría ser la solución que se adoptaría en cualquier país del mundo que no estuviera sometido al yugo que impone el sistema comunista sobre el comportamiento de los actores económicos, limitando su productividad y capacidad de gestión. Pero en Cuba, no contentos con esas opciones ineficientes que son contrarias a la razón humana, y la libre elección, todavía hay margen para otras y a ello se refiere Invasor cuando explica la decisión de los comunistas locales de Ciego de Ávila de implementar nada más y nada menos que la venta de los inventarios mediante lo que denominan “sistema organizativo de los consejos populares”.
Si, como lo oyen. Transformar un acto comercial simple como ir a un mercado, comprar un producto y llevárselo a casa, en una operación de economía de guerra, de “asistencia” similar a la que se suele adoptar cuando se producen calamidades o desastres, en línea con los programas de ayuda de la cooperación internacional en zonas devastadas. Uno escucha estas cosas y llega a la conclusión de que el régimen comunista no da para más. Y, por otra parte, justifican esta actuación señalando que, de esta manera, productos de altísima demanda para un segmento minoritario de la población, como los pañales desechables, podrían llegar a quienes realmente lo necesitan.
Orgullosos del mecanismo ideado para la distribución, los comunistas de Ciego de Ávila hasta explican al diario la metodología basada en conciliar en cada territorio las bases de datos de la Dirección de Salud Pública, con el censo de mujeres embarazadas y paridas, y las bases de datos de la Dirección de Trabajo y Seguridad Social (casos vulnerables), para determinar los compradores. ¿Y si la gente realmente no tiene interés o necesidad en esos productos, por qué se les tiene que incluir en los listados? ¿Quién sabe mejor que cada persona lo que necesita y quiere?
Lo sorprendente es que este sistema de distribución de consejos populares no se utiliza solo para los productos de primera necesidad, sino que también se ha incluido el gasto minorista en CUP de los cigarros H. Upman y Popular, además de otros productos de aseo (champú, pasta dental, detergente) y alimentos (pollo, salchichas y aceite, fundamentalmente).
La idea de establecer este mecanismo de distribución surgió en 2020 como consecuencia de la COVID-19 y la escasez de recursos ante colas desorganizadas y kilométricas, con la reaparición de la figura del colero-revendedor, En aquel momento, cada consejo de la administración municipal decidió organizar las ventas a nivel de circunscripciones y CDR, y si bien, el proceso no ha estado exento de contradicciones y opiniones desfavorables, hay consenso en que el acceso a productos de primera necesidad es más justo.
Justicia en el acceso a productos de primera necesidad significa esperar esa distribución por medio de consejos populares. Ese es el drama diario de los cubanos. Lo curioso es que en Invasor digan que, al dejar de prestarse este servicio, se produjeron protestas populares. Es evidente que las personas que mostraron su descontento no saben lo que es entrar tranquilamente en una tienda o un supermercado, encontrar el producto que se quiere, pagarlo y sin colas volver a casa.
Este comportamiento tan sencillo parece imposible en Cuba, y lo más grave es que las soluciones comunistas no van por el camino de la libertad, sino por justo lo contrario: una economía de guerra y de control e intervención. ¿Hasta cuándo? Invasor no lo pudo decir mejor: el principal problema, empero, sigue siendo el profundo desabastecimiento de las tiendas que operan en moneda nacional. Ese es realmente el problema, todo el mundo lo ve y lo sabe, excepto el régimen comunista, que parece incapaz de resolverlo.
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