¿Sirven de algo las aduanas de Cuba?

Elías Amor Bravo economista

Imaginen por un instante que el régimen comunista cubano decidiera cerrar la Aduana y cambiar de la noche a la mañana las normas que rigen la entrada de mercancía al país. La respuesta la dieron el otro día en Mesa redonda, cuando el jefe de la Aduana General de la República dijo que en 2021 fueron despachados 6.5 millones de bultos. Si se piensa que cada uno de esos envíos puede tener un valor promedio de, digamos, 300 dólares, la entrada de mercancías a la Isla por este sistema alcanzó un importe de unos 1.950 millones de dólares. Hay pocos sectores de la economía cubana que generen estas cifras de valor.

Por eso, las Aduanas no van a cerrar y en el programa de Randy Alonso se dejó claro que el régimen quiere implementar nuevas normas para facilitar la entrada de pasajeros y mercancías en una actividad que empezó siendo algo puntual y limitado en el tiempo, y que ya se ve convertida en una de las líneas de negocio más importantes de la Isla. Aunque el régimen sigue negando esa opción de negocio y en todo momento habla de actividad no comercial.

Y ello, se puede considerar un éxito absoluto, si se tiene en cuenta que durante 2021 los aeropuertos, principal vía de entrada de todo este comercio exterior privado, estuvieron cerrados como consecuencia del COVID-19 y tan solo se produjo un aumento a partir de noviembre cuando se autorizaron los viajes y los vuelos, con medidas específicas como el canal verde, al que se acoge el 76% de los viajeros para beneficiarse de la exención de pago de aranceles a medicamentos, productos de aseo y alimentos.

El nivel de actividad que alcanza este negocio de importación informal es tal, que los turistas que llegan a la isla realizan fotografías sorprendidos de observar a los cubanos con sus bultos, maletas y enseres que desbordan la capacidad de los troleys del aeropuerto, por su volumen. Una imagen difícil de encontrar en otros países del mundo, pero que, en Cuba, por obra y gracia del régimen comunista, se ha convertido en algo habitual. Lo mismo que las tiendas en MLC, que nacieron solo de forma temporal y ahí llevan dos años para acabar eternizándose. Una imagen de desolación, de fin de ciclo, de fase final de un régimen que se aferra a un modelo político y económico obsoleto que da lugar a estos fenómenos incomprensibles para quienes disfrutan de las ventajas de la libertad y de la economía de mercado.

Y claro, como no podría ser de otro modo, corresponde a la Aduana actuar como mecanismo de control de este tráfico y estar atenta para una supuesta “garantía de la seguridad de nuestra frontera”, en palabras del jefe de la Aduana General que acabó su exposición dando gracias a la población y a los viajeros “por su cooperación y el cumplimiento de las normativas, lo cual ha permitido que disminuya el tiempo en frontera, algo vital para la excelencia del servicio, que es lo que merece la población”.

Bien está lo que bien acaba, pero qué hay de nuevo en este proceso de control de Aduana que se anuncia con una resolución para el mes de abril que actualiza la mayor parte de lo regulado hasta la fecha, y qué deben esperar los cubanos que se dedican a este comercio informal millonario en dólares.

Pues más de lo mismo. La burocracia va a seguir igual y los cubanos que salgan o entren al país se van a encontrar con los mismos aduaneros de siempre, tan distintos a los que ya no existen por ejemplo en las fronteras de Europa, donde las aduanas desaparecieron con la creación de la Unión, llegando a los países del Este. 

La aduana sigue siendo una reminiscencia de otros tiempos y allí donde progresan las naciones, las libertades y el comercio, desaparecen. Pero el régimen comunista cubano se aferra a la aduana para mantener el control absoluto sobre las fronteras y someter a sus criterios, a los actores económicos que necesitan participar del intercambio interno y externo de comercio. 

Por ello, a pesar de la "nueva resolución" se mantienen intactos procesos, como la digitalización de la declaración del viajero que pretende “facilitar el flujo de pasajeros por frontera y se basa en un control con seguridad, selectivo, a partir del análisis de riesgos, de orígenes distintos”, pero que ha recibido no pocas críticas.

Para apuntar los cambios en la norma, se creó un grupo de trabajo integrado por organismos del estado que, en su primera etapa, evaluó las normas jurídicas existentes y el resultado fue la creación de 32 disposiciones nuevas para conseguir ese “proceso ágil, seguro y transparente en la transportación de cargas y el flujo de pasajeros y la agilización del comercio exterior”. Es difícil entender qué más normas signifiquen procesos ágiles, rápidos y seguros. La Aduana piensa que es posible en lo que respecta a la actividad no comercial. Algunos cambios, como permitir la importación de motores de barcos sin fines comerciales, la exportación de tabaco torcido a mano, o elevar el límite a la importación/exportación de 2.000 a 5.000 pesos cubanos, tiene poco que ver con el fomento de la actividad comercial. Más bien, nada.


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