Los dirigentes económicos cubanos ante una crisis global en ciernes: ¿Qué hacen?
Elías Amor Bravo economista
Por desgracia, los dirigentes de la economía cubana viven de espaldas a la realidad y pasan la mayor parte del tiempo hablando y hablando de un presunto embargo que solo existe en sus mentes ideologizadas, mientras que se olvidan de la situación interna de la nación, el hambre del pueblo y, lo que es peor, desatienden las señales de alarma que llegan de fuera.
En esta ocasión, puede estar justificado. Cuando ocurrió la
crisis del petróleo de 1973, la actual generación de dirigentes comunistas cubanos
vivía plácidamente, al calor del masivo subsidio soviético que llegaba a la isla
a cambio de la utilización como plaza de vanguardia en aquellos tiempos lejanos
y oscuros de la guerra fría. En Cuba se recibían tanques de petróleo ruso que,
además, se usaban solo en una parte, destinando el resto a vaya usted a saber
qué aventuras calenturientas podría tener entonces Fidel Castro, auténtico
dueño del cotarro.
Pues bien, la cuestión es que nadie en Cuba vivió aquella
crisis de 1973, que llevó al mundo a una recesión dominada por la inflación y
la escasez de petróleo tras la decisión de los países de la OPEP de regular los
suministros y elevar los precios de forma espectacular. Fueron tiempos malos,
en los que la economía occidental entró en una fase de estanflación que muchos
recuerdan con aquella imagen emblemática de holandeses circulando en bicicletas
porque no podían pagar el precio de la gasolina.
Pues bien. De eso se trata. Los dirigentes comunistas
cubanos de ahora no vivieron aquellos tiempos, y, por tanto, no están leyendo
las señales que vienen de afuera. Ahora están llegando unos oscuros nubarrones que
presagian una tormenta perfecta. Y todo provocado por un amigo de Cuba, Putin,
que antes de invadir Ucrania de forma criminal, mandó a sus emisarios a aplazar
la deuda externa de Cuba hasta 2027, eso sí, con intereses más elevados. A los
cubanos no les debió sentar bien esa decisión, y en Naciones Unidas, en cuanto
tuvieron oportunidad, enseñaron a Putin los dientes, absteniéndose junto a
China en la votación de condena a Rusia.
Los cubanos comunistas saben manejar esos hilos
diplomáticos, pero no son capaces de anticipar tendencias económicas internacionales.
Y, posiblemente tengan razón, ya que Cuba, como en tantas otras crisis, vivió
aquella de 1973 protegida por una concha de subsidios soviéticos, y nadie
experimentó las consecuencias de una grave crisis de inflación con caída del crecimiento
económico, que pasó a ser conocida como estanflación.
El problema es que tal vez el mundo se encuentra a las puertas
de algo parecido, o incluso peor. Y hoy, Cuba no tiene a Rusia para protegerla,
y Venezuela, que está recuperando su economía y se beneficiará de vender el
petróleo a un precio muy elevado en la actual coyuntura, tendrá poco interés de
seguir dando apoyo a la Isla. Por esto, el escenario que viene debería
preocupar en La Habana, y dejarse de tanto “informe de balance” y “plan 2030”,
que eso es completamente ajeno a lo que toca hacer en momentos como el actual.
Los dirigentes comunistas cubanos se tienen que preparar,
como el resto del mundo, para un escenario de inflación en aumento (Cuba se
encuentra inmersa en uno especialmente grave como consecuencia de la Tarea
Ordenamiento) y de caída del crecimiento económico mundial, provocado por una
nueva crisis del petróleo (y de las materias primas en general y las cadenas de
suministro y transportes) posiblemente más grave que la de 1973, por mor de la
conectividad y globalización económica que es muy superior a la que había en
aquella fecha.
Que luego no digan que no se les avisó. Por lo pronto deben
estar teniendo señales negativas del turismo, porque los rusos ya no pueden viajar,
pero aquellos que lo hagan, no irán al Caribe y se quedarán más cerca, por
ejemplo, en Turquía donde el precio de un hotel estancia incluida ronda la
mitad de un hotel caribeño, y, además, se puede volar por esos espacios aéreos.
A corto plazo la temporada turística y los ingresos en divisas no van a
remontar, salvo que aparezcan viajeros de algún destino desconocido. Si la
crisis económica mundial se agrava, la gente tendrá que postergar sus
vacaciones para tiempos mejores. Algunos hoteles van a tener que cerrar. Lo más
triste es que el sector privado vinculado al turismo también tendrá problemas
para sobrevivir.
Por eso, el mayor riesgo viene del aumento de inflación por
las interrupciones del suministro de petróleo y de las materias primas en los mercados
mundiales. La inflación empobrece a todos, pero de forma intensa, a las clases
medias. Su aparición apunta a una recesión, porque las subidas del petróleo
acaban provocando dicho efecto, y la economía cubana que lleva desde 2019 un
escenario parecido, no se puede permitir continuar reduciendo su PIB de trimestre
en trimestre. Es verdad que la economía mundial tiene una menor dependencia del
petróleo que en 1973, pero esa afirmación en Cuba es cuestionable, ya que el régimen
no ha hecho los deberes y actualmente la producción de renovables, en un 3,5%
del total, alcanza uno de los porcentajes más bajos del mundo.
En 1973, la crisis del petróleo fue especialmente grave
porque los aumentos de precios provocaron una distorsión en los flujos de
comercio mundial, concentrando gran cantidad de recursos financieros en países,
los del Golfo y la OPEP, con escasa capacidad de consumo e inversión. De modo
que esa concentración de los recursos en pocas manos y, además, poco
gastadoras, se encargó de contraer la economía mundial en los países avanzados y
los emergentes sin petróleo. La crisis de 1973 demostró que los aumentos del
precio del petróleo enriquecen a unos pocos a costa de muchos, y aunque mucho
se ha hecho desde entonces para revertir esa situación, no parece que en este arranque
de 2022 el mundo esté preparado para salvar esta situación.
Detrás del petróleo subirá el precio de otras materias
primas. Y aquí Cuba puede salir beneficiada por el níquel. No hace muchos días,
vimos al presidente de Sherritt con Díaz Canel en la portada de Granma. Quién
sabe de qué hablaron, pero no solo de níquel vive el hombre y la economía
cubana tendrá que pagar un precio más elevado cuando quiera comprar otros
bienes y mercancías, como, por ejemplo, alimentos que no se producen en el interior
del país.
A tenor de estas tendencias, que en La Habana están pasando
peligrosamente desapercibidas, los analistas (Robobank, citado en El economista)) han ido diseñando distintos
escenarios de lo que puede ocurrir en esta crisis.
En el primero, A. se prevé que las primas de riesgo de la
inversión aumenten de forma limitada, aunque los precios de la energía suban (el
petróleo a 125 dólares por barril), si bien, al cabo de cuatro meses se podrían
reducir. Los precios de los alimentos también aumentarían, con el trigo alcanzando
un 30% y el maíz un 20%, al igual que los precios de los fertilizantes (20%).
Este escenario frenaría el crecimiento del PIB, pero no lograría
destruir la recuperación mundial. Un escenario que está siendo una realidad, mientras
que se prevé que la situación vaya a seguir agravándose y pareciéndose cada vez
más al escenario B o incluso dirigiéndose a un escenario C que podría acabar en
una recesión combinada con fuertes dosis de inflación.
El escenario B (definido como de guerra y sanciones
efectivas), comienza igual que el A, pero también supone que EEUU, la UE,
Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur logran imponer sanciones
efectivas a Rusia, alterando los patrones del comercio mundial. Como
consecuencia, los precios de la energía aumentarían de forma más intensa y,
además, se mantendrían elevados más tiempo. Los precios de los alimentos y los
fertilizantes y el aceite vegetal aumentarían de forma más pronunciada en este
escenario. Las primas de riesgo de algunos activos también crecerían. En este
momento, los analistas consideran que la situación se parece mucho a este escenario
B.
El escenario C, hacia el que parece dirigirse la economía
mundial, significa que las sanciones no solo afectarían a Rusia gravemente,
sino a otros países (los evasores que intentan ayudar a Rusia) y el conflicto
acabaría durando más tiempo. Con ello habría más inflación y el crecimiento del
PIB empezará a caer durante varios trimestres. El impacto lo sentirán aquellos
que imponen sanciones, así como Rusia. El impacto de este escenario es tan
grave que no es fácil de cuantificar. Sería el peor posible.
Por eso, es bueno volver la mirada a la historia y aprender
de los errores del pasado. La crisis de precios de las materias primas es bien
conocida de la humanidad y se denomina “shock de oferta” lo que implica que se necesitan
políticas de oferta y no de demanda, para superar la crisis y recuperar la
senda de crecimiento. La mayor parte de estos shocks acabaron
provocando graves recesiones, en buena medida porque se interpretaron mal y se
intentaron corregir de forma inadecuada.
Uno de los shocks más importantes se produjo
tras la guerra de Yom Kippur en octubre de 1973 y, el segundo llegó tras
la crisis del petróleo en 1979, provocada por la revolución iraní. Ambos eventos
fueron el preludio de dos profundas recesiones que se produjeron en un entorno
inflacionario. El riesgo es que en 2022 nos adentremos en una época parecida. Después
llegaron los años 80, los de Ronald Reagan y la perestroika, con el final de la
guerra fría y el cambio del orden mundial. A veces hay que poner las luces
largas.
Felicidades profesor, hace usted un excelente trabajo. Saludos desde Cuba.
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