La regulación del patrimonio geológico: ¿por qué puede resultar en un fracaso?

Elías Amor Bravo, economista

Con la que está cayendo, que no es poco, los dirigentes comunistas cubanos se ponen a regular lo que llaman el patrimonio geológico del país, y dicen que lo hacen, “en beneficio del pueblo cubano”. Desde luego, que nos sorprenden día sí y día también. Insisto, en un momento en que todos los esfuerzos se deberían orientar a luchar contra la pandemia y alimentar a toda la población, el régimen entiende que es prioritario regular la explotación de yacimientos minerales (metálicos, no metálicos, agua e hidrocarburos) para evitar el “beneficio económico que representa”. Lo que se observa fácilmente es la obsesión enfermiza con la riqueza y la prosperidad, clave de los graves problemas de la economía social comunista cubana.

En fin, con el COVID19 campeando libremente por Cuba, a este gobierno de dirigentes comunistas se le antoja que hay que preservar el patrimonio geológico del país. La verdad es difícil saber de quién están hablando, porque por mucho que digan que pertenece al pueblo cubano, nanay de la china. Que la Gaceta Oficial ordinaria de la República de Cuba No. 69, dedique un número a la “Política para el perfeccionamiento de la actividad de investigación geológica e implementación del Servicio Geológico de Cuba”, no es normal.

Por supuesto que la preservación del medio es una actividad estratégica en todos los países del mundo. Las demandas sociales a favor de la protección del medio llevan décadas obligando a los gobiernos a crear parques naturales, reservas geológicas, espacios para la protección de plantas y animales de vida silvestre, y estas actividades irán a más, porque los valores medioambientales cada día están más sólidos y arraigados en la conciencia colectiva social.

Pero los comunistas cubanos no pierden comba, y con estas normas han establecido “el marco legal para la identificación, propuesta, declaración, uso, conservación y control de los geositios, geoparques y muestras geológicas, al tiempo que los define”. La pregunta inmediata es, ¿pero es que no existía anteriormente esa regulación? ¿Es que acaso el medio natural cubano no tenía una regulación que lo protegiese realmente? ¿Han tenido que esperar a 2020, en medio del COVID19 para aventurarse en una normativa de dudosa validez y eficacia?

Entre geositos y geoparques y muestras geológicas y demás, la cuestión es si el gobierno cubano, en vigor desde 1959 cuando se decretó la expropiación de todos los activos existentes en la isla a sus legítimos propietarios (entre ellos, esas zonas de carácter medioambiental de las que se han acordado ahora) tiene alguna competencia para regular lo que no es suyo, y que en cualquier momento, será oportunamente reclamado en tribunales de justicia por sus legítimos propietarios.

A ver si los comunistas se creen que por escamotear con normas y regulaciones un patrimonio que siempre será de titularidad privada, porque no ha sido compensado ni siquiera ha existido la menor intención de hacerlo, hacen lo correcto. En los países en que existen derechos de propiedad privada, los gobiernos pueden crear parques y lo que se les antoje para el cuidado y protección del medio, pero los dueños de la tierra destinada a tales infraestructuras, deben recibir el justiprecio por la expropiación, o la fórmula que se utilice. 

La ausencia de respeto que existe en Cuba hacia los derechos de propiedad ha llevado al gobierno comunista a promover leyes ilegítimas (como ocurrió con la vivienda en 2012) que en cualquier momento saltarán por los aires, porque carecen de base sustantiva para actuar sobre derechos reales que pertenecen a otros.

La norma ha sido publicada, como otras muchas, pero su efectividad será limitada, y en cualquier caso, el único que en Cuba en el momento actual puede realizar alguna actuación que pueda poner en peligro el medio no es otro que el gobierno, con sus entidades y empresas estatales. Por ello, ponerse freno a si mismo es buena cosa, pero bien distinto es que lo respeten.

Incluso regulan la exportación de fósiles y de minerales de Cuba, creando trámites burocráticos y lentos que, de buen seguro quitarán las ganas a muchos, personas naturales y jurídicas, de emprender dicha actividad. Es decir, si alguien se quiere llevar como recuerdo una piedra con incrustaciones de cobre del Santuario de la Virgen, en Oriente, una práctica por otra parte, bastante extendida entre quienes visitan aquel santo lugar, pues igual se ve en la obligación de rellenar formularios y visitar alguna oficina. Un desastre.

La riqueza del medio en Cuba, que según Granma en la nota, comprende, 539 lugares como geositios, de los cuales 35 son monumentos locales, 15 nacionales, 161 están en áreas protegidas y 91 son de turismo de naturaleza, entre otros, debería ser puesta a disposición de todos los cubanos para su conocimiento y disfrute. Es más, si los dirigentes tuvieran alguna visión de cómo hacer bien las cosas, ese patrimonio geológico podría actuar como un potente imán para el turismo rural, que huye del hacinamiento y el aburrimiento en las playas, y que es uno de los segmentos de turismo con más crecimiento.

Lugares espléndidos de gran belleza, como Viñales, en Pinar del Río; la Gran Piedra, en Santiago de Cuba y el Macizo de Guamuhaya, que abarca territorios de las provincias de Cienfuegos, Sancti Spíritus, y Villa Clara, deberían ser utilizados en beneficio del desarrollo económico del país, sin poner en peligro sus valores ambientales, que son precisamente los que atraen a la gente para conocerlos.

En Cuba, los comunistas siempre han puesto en marcha regulaciones de pecera, que sirve como ejemplo visual de lo que hacen. Se preocupan por regular la pecera, el tamaño, la luz, el agua, la calidad, los peces, las horas de comidas, etc., pero nadie se preocupa del por qué la pecera y sobre todo, para qué sirve y cómo podemos beneficiarnos de dedicarle la atención. Como consecuencia de ese pésimo diseño y ejecución de las políticas públicas, las cosas no salen como se esperaba. Son 61 años de fracasos continuos y mucho me temo que con este, va uno más. No tardaremos en comprobar. Menos mal que tienen a los “amigos” de la UNESCO para aplaudir estas majaderías. Así les va.

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