¿Resucitar el azúcar cubano? Imposible sin reformas
Elías Amor Bravo, economista
Fue a Fidel Castro a quien se le ocurrió a comienzos de este siglo que el sector azucarero cubano debía reestructurarse. Mandó a miles de trabajadores a cursos de formación y recualificación sin futuro cierto, abandonó las fértiles tierras sin cultivar dejándolas a merced del invasor marabú, y los centrales azucareros destartalados, sin piezas de recambio e improductivos, quedaron como esqueletos abandonados y la manifestación más palpable de lo que nunca se debe hacer en una economía.
Fidel Castro, que nunca perdonó al sector no haber alcanzado el reto de los 10 millones de 1969, se la tenía jurada. En cuanto llegó la oportunidad, no se lo pensó dos veces. El estaba acostumbrado a hacer estas cosas y poco le importaban las críticas. Tenía una corte de aduladores encabezada por el tal Frei Beto, siempre dispuesto a defender contra corriente, las aventuras de su líder político favorito.
El sector azucarero cubano se sumió a partir de entonces en una crisis estructural, desapareciendo de las cuentas nacionales de la economía y de las cifras del comercio exterior que permitían financiar los préstamos concedidos por las instituciones internacionales. Nunca antes en la historia de la humanidad, un dirigente político había ejecutado una política tan irresponsable y demencial contra un sector económico fundamental para la economía nacional. Otros países aprovecharon la salida de Cuba de los mercados mundiales del azúcar e incrementaron sus cuotas, situándose en mejores condiciones para aprovechar los aumentos de precios.
Ahora 20 años después de aquel desastre, que dejó a Cuba sin su preciado oro blanco, el que le había otorgado el carácter de potencia exportadora mundial en los años 50 del siglo pasado, las autoridades del régimen comunista han decidido dar lecciones de cómo producir azúcar de caña en Cuba. Asombroso. Un artículo en Granma se dedica a ello.
Los comunistas quieren lograr la recuperación de la producción de azúcar cubano, que consideran “necesaria”, contraviniendo los argumentos de Fidel Castro, lo que en cierto modo les otorga una razón de antemano. Fidel Castro justificó su decisión por los bajos precios mundiales, las necesidades de cuantiosas inversiones del sector, la urgencia de una mayor organización productiva, exigencia y disciplina tecnológica. En esencia, los mismos argumentos que ahora, dos décadas más tarde, han llevado a los dirigentes comunistas a aumentar la presión sobre los directivos agrícolas e industriales del sector azucarero para que el sector vuelva a crecer sus cifras. Este es el objetivo del viceprimer ministro Tapia en sus declaraciones a Granma.
El dirigente comunista no tuvo reparos en señalar que el bajo cumplimento de la norma potencial y otras deficiencias que se manifiestan en varios centrales, obedece a problemas principalmente asociados a los mantenimientos y las reparaciones. Y a tal efecto, señaló que “no se puede aceptar que algunas fábricas de azúcar aleguen que los incumplimientos se deben al envejecimiento tecnológico, porque otras en idéntico estado muelen con eficiencia, lo cual tiene que ver con la responsabilidad de los cuadros, la realización a tiempo de los mantenimientos y la disciplina industrial y tecnológica”.
Una vez más, la culpa es de los otros. Nada más y nada menos que de los cuadros, que cobran los salarios medios más elevados del conjunto de actividades económicas (los cuartos con 1.062 CUP frente a la media de 879 CUP) y en absoluto es culpa del gobierno, dueño único de los centrales y que es incapaz de destinar las inversiones necesarias para el mantenimiento y actualización tecnológica de los mismos. Además, culpar al azúcar de falta de control es un insulto a la inteligencia de los cubanos, cuando basta con ver la situación en que se encuentran los viejos ingenios, muchos de ellos incapaces de competir con los brasileros o los asiáticos, que se han modernizado en los últimos años para atender las demandas del mercado mundial.
De hecho, las temidas interrupciones productivas de la producción, una vez que los centrales echan a andar no tienen que ver con el control, como dice el viceministro. De qué sirve el control cuando las piezas se rompen o la máquina es obsoleta. En vez de invertir dinero, que obviamente no tienen ni tendrán, el dirigente comunista anuncia lo mismo de siempre para resolver los problemas. A saber, “crear a nivel de territorio los grupos de expertos, compuestos por los mejores especialistas de los centrales en calderas, molinos y otras ramas, para que participen con los miembros de los grupos técnicos de las empresas provinciales azucareras en las pruebas previas a la arrancada”. Pero, ¿no habíamos quedado que el objetivo es producir más? Entonces, ¿qué hacemos poniendo a la gente productiva a trabajar en equipos, para qué y con qué fin, justo ahora cuando todo el esfuerzo se tiene que poner en la producción?
Los dirigentes comunistas consideran la producción azucarera un “escenario de combate”. Un escenario en el que actualmente solo trabajan 47.600 cubanos, el 1% del empleo total. No me extraña. Debe ser pavoroso remontar un sector económico desde las cenizas y la destrucción. Durante décadas, el sector azucarero cubano fue líder mundial porque era dirigido por empresarios con objetivos claros y bien definidos. Entonces, no se hablaba ni de obsolescencia, ni de problemas de control, rotura de piezas, etc como ahora. En aquellos años, la riqueza de la tierra y de los centrales, junto a la cualificación de los productores, permitió a la nación situarse como primera potencia económica mundial. El sector generaba profesionales de asistencia (ingenieros, contables, tecnólogos, comerciales, especialistas, etc) en todos los ámbitos del mismo, que engrandecían la producción y el nivel de calidad de azúcar cubano. A veces dar marcha atrás en la historia es difícil, por no decir imposible. Sin ejecutar las reformas que el azúcar cubano necesita para progresar, no hay mucho que hacer. Y eso lo saben en el ministerio, en el Grupo Azcuba, y lo saben todos los cubanos.
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