Preocupación con lo que queda de la industria azucarera
Elias Amor Bravo economista
Las autoridades, la prensa estatal, todos están inquietos por la zafra de 2022. Un artículo en Granma titulado ¿Cómo avanza la zafra azucarera? Lo confirma. Tienen motivos para ello. La producción de la industria azucarera se resuelve en los dos primeros trimestres del año, de modo que lo que no se produzca entre enero y junio, e incluso, entre enero y marzo, se puede dar por perdido.
¿En qué se basa esta afirmación? En los datos. La publicación por la ONEI de la evolución trimestral del PIB en la economía cubana desde 2010, y a precios constantes, ofrece una panorámica para entender estas prisas que han entrado a los dirigentes.
La industria azucarera muestra una evolución interanual
bastante regular, consistente en un primer trimestre de intensa actividad, en
que se concentra alrededor del 65-70% de la producción total del año, quedando
el 30-35 % restante para los tres restantes trimestres. Hay otra regularidad en la
evolución, que consiste en que el tercer trimestre, de forma sistemática, la
industria paraliza su actividad y no hay registros de producción. Los datos de producción del
cuarto trimestre son escasos porque se produce el arranque anual, y rara vez superan el
10% del total. Esto implica que la industria azucarera tiene un marcado
componente estacional y concentra su producción en los dos primeros trimestres
de cada año.
Estamos en este período. No es extraño que se estén moviendo en las altas esferas del régimen para tratar de sacar un ejercicio medianamente favorable. Buena falta hace. Si se atiende a la evolución de la producción azucarera desde 2010 para destacar las tendencias, en 2021 se obtiene un descenso del 40% con respecto al año 2010, que aumenta si cabe más aún hasta un 77% si se compara con el valor máximo registrado en 2015. Los datos confirman que desde ese año hasta 2021 el sector ha experimentado un descenso en picado de la producción, y esto, probablemente tiene mucho que ver con la reducción de los suministros petroleros de Venezuela desde dicho año.
Ya se pueden reunir, como dice Granma, los funcionarios del gobierno, los del grupo empresarial Azcuba, los líderes sindicales y anapistas, para ver qué pueden hacer para remontar unas cifras que están en mínimos históricos de dos décadas. No van a resolver nada, porque pretenden resolver el problema con un modelo que no sirve.
Sobre la vieja industria azucarera cubana, que lucha por
superar la condena a muerte que firmó en su contra Fidel Castro a comienzos de
este siglo, caen numerosas dificultades que los comunistas han sido incapaces de
resolver, e incluso, no han querido atender. Por ejemplo, las limitaciones de divisas para
la compra de insumos necesarios, como baterías, neumáticos, partes, piezas y
agregados para las diferentes tecnologías, no deberían existir, por tratarse de
una industria que actúa como motor de la actividad económica de la nación y que históricamente ha tenido un gran potencial exportador y para obtener financiación internacional.
En cualquier esquema de planificación central, el azúcar
debería ser una prioridad y para ello, habría que poner fin a esa “supuesta” distancia
de la cooperación entre los organismos, la falta de comunicación entre los
actores y entidades involucrados en la zafra o la falta de compromiso en lo que
le toca hacer a cada cual, que dice Granma. No es admisible que este tipo de
majaderías políticas y burocráticas, si realmente ocurren, puedan estar afectando la
actividad de la industria. El ejemplo que cita Granma, de las baterías que se podrían solicitar como
préstamo a Recursos Hidráulicos, a la Construcción, o a la Agricultura, o el de
los camiones que se encuentran parados, ofrecen una
perspectiva de cómo está el sector y en qué condiciones tan lamentables se
desarrolla la actividad.
Una nación que ha tenido una historia azucarera ejemplar no
puede acabar pensando en algo tan evidente cómo “concentrar los recursos para
que se pueda aprovechar al máximo cada área para la cosecha, contar en el campo
con la maquinaria de repuesto y agilizar las decisiones que sean necesarias
para no parar el central por falta de caña”. Pero ¿es que esto no se hace actualmente? ¿Por qué?
Ejemplos como la ausencia de un sistema organizado que
permita agilizar tanto el corte como el tiro viene a poner de manifiesto que la
crisis es mucho más que coyuntural o superficial, y empieza a tocar hueso, lo
que implica adoptar soluciones más avanzadas y arriesgadas a los problemas que
se detectan. Las pérdidas de tiempo, las paralizaciones, la falta de agua, los
pésimos transportes por ferrocarril dibujan un escenario crítico, casi
apocalíptico, en el que Cuba pierde completamente su sector azucarero, y,
además, para siempre. Una lástima.
Granma sostiene que las 93 medidas para el sector azucarero,
63 de la agricultura y 43 para la empresa estatal socialista, pueden servir
para superar la crisis, pero se reconoce después de que los centrales no
asimilan las nuevas facultades, o tampoco aprovechan la posibilidad de
crear un colectivo laboral, o algo tan sencillo como arrendar camiones para el
tiro de caña. Es curioso, pero allí donde hay constituidos colectivos
laborales, esta “bondad para el bolsillo de los trabajadores azucareros”, como
dice Granma, no se está explotando y camina con lentitud. Sinceramente, que se esté pensando
en este tipo de majaderías, ante el escenario de derrumbe de todo un sector,
pone de manifiesto cuán alejados están los dirigentes comunistas de la
realidad.
Prácticamente todo funciona mal. Desde el pago de la caña que
debería conciliarse y ser diario lo que no se hace, hasta la evaluación de los parámetros de
calidad en el laboratorio, o la certificación de los equipos, prácticas deberían mejorar, pero incluso si este fuera el caso, no se
garantizaría que el sector saliera del bache, debiendo enfrentarse a áreas
infestadas por plantas leñosas y de bajo rendimiento agrícola en que se
sigue usando tracción animal, porque no hay otra.
Por todo ello, Granma reconoce que “salvar esta zafra es
importante, y también es imprescindible garantizar la gramínea de la próxima
campaña” y para ello se vuelven a citar las 93 medidas que pretenden la
incorporación de nuevos actores económicos con sus medios para lograr mayores
niveles de preparación de suelo y siembra, lo cual se traduce en más caña. Pese
a todo, en enero se sembraron 2.384,6 hectáreas, con un cumplimiento del 70%.
Atrasos, incumplimientos, problemas organizativos y
burocráticos, limitaciones de insumos, de fertilizantes, de semilla, de
energía, de maquinaria, entre otros, configuran un escenario crítico que no
permitirá al sector incrementar las cifras de ejercicios anteriores. La
industria del azúcar seguirá dando qué pensar y qué hacer. Aunque para algunos
la solución es muy clara: cambiar de modelo.
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