La venta directa de productos agrarios a los hoteles es otro parche
Elías Amor Bravo economista
Un artículo en Granma plantea una cuestión medular a la que quieren dar respuesta los comunistas cubanos. Se trata de que, como dice el titular, “Que el turismo «se alimente» con productos cubanos”, y en ese sentido, se afirma que “la importación no puede ser la solución, el país debe ser capaz de proveer con productos nacionales a los hoteles y asegurar así la atención al creciente arribo de visitantes, lo cual favorece encadenamientos económicos”.
Perfecto, ¿Y por dónde empezamos? ¿No sería conveniente pensar primero en el consumidor cubano? A ver si vendiendo a los turistas luego no hay con qué abastecer las viejas bodegas.
Pero vayamos a la cuestión que nos ocupa. En Benidorm, Baleares, Canarias o en República Dominicana, todos los días, centenares de miles de turistas desayunan, comen y cenan sabrosos y copiosos menús, en modalidad de buffet o de servicio a la carta, y los productos que se sirven y preparan en las cocinas de los hoteles, se obtienen en las huertas y campos de esas zonas. Esto es incuestionable.
Pero, y aquí viene la cuestión, ¿Son acaso los campesinos los que acuden con sus cosechas a tocar a la puerta de los hoteles para vender los productos que luego se sirven a los turistas? En absoluto. Nada de eso ocurre. En España, por ejemplo, los agricultores se dedican a lo suyo que es el campo, aunque obtienen importantes ganancias de esas ventas que, por otra parte, se realizan en moneda nacional, digamos euros. El canal Horeca (siglas de hoteles, restaurantes y cafeterías) en España es uno de los más rentables y competitivos. Entonces, ¿Cómo se consiguen estas ventas de productos agropecuarios españoles a los hoteles, acompañados de buenos precios?
La respuesta es, justo de forma distinta a como dice el artículo de Granma. Los productores agropecuarios españoles no tienen por qué evitar a los intermediarios, como escribe el autor del opúsculo en la prensa comunista cubana. Al contrario, esos intermediarios son los que se encargan de llevar los productos, en calidad, cantidad y precio, a los hoteles, o los venden en sus mercados al por mayor a los que acuden los compradores de los hoteles. Y qué curioso, todo el mundo gana, y se mantienen año tras año los acuerdos comerciales, salvo que haya ruptura por una de las partes.
En la economía de mercado libre, en prácticamente todo el mundo, incluidos China y Vietnam, es impensable que un productor agropecuario se dirija a un hotel a vender sus productos. De la misma forma que no tiene sentido que el campesino venda como carretillero sus cosechas por las calles de La Habana. Los comunistas ignoran que la clave de la prosperidad de las naciones reside en algo que ellos rechazan, por motivos ideológicos, que es la división del trabajo, y la especialización de cada uno en aquello que sabe y debe hacer.
De modo que cuando el campesino se especializa en cosechar productos frescos y de calidad el siguiente paso es lograr que alguien intermedie en la venta de los mismos. Y cuando el comprador es un mayoristas o una cadena de distribución o un establecimiento de venta al público, o un hotel como es el caso que nos ocupa, ese intermediario debe estar altamente especializado para que sus servicios aporten valor a la cadena de suministro. Este proceso recibe el nombre de Logística y es fundamental para que una economía funcione. Por eso, en Cuba, las cosas no salen bien. El odio de los comunistas a los intermediarios y a todo lo que suene a capitalismo, los lleva a prescindir de un elemento fundamental para que los productos, agrarios o de cualquier tipo, lleguen a los consumidores, ya sea personas o empresas, en este caso, hoteles: el intermediario.
La imagen de un campesino cubano cargando un camión con sacos de productos agrícolas para su traslado a la venta en seis o siete hoteles de su zona, como dice Granma, es fruto de mentes calenturientas, que no tienen ni idea de cómo funciona una economía y que obligan a estos campesinos a dedicarse a tareas que otros, con más eficiencia, podrían realizar mejor, y lo que es más importante, lucrarse por ello. La dinámica de una economía es conseguir que todos los agentes económicos que participan en los procesos productivos obtengan una retribución acorde al valor que aportan.
El campesino, debe aportar productos de calidad, frescos, a buenos precios que permitan cubrir los costes. El intermediario vender a los puntos de distribución o los hoteles, de forma rápida y eficiente, no como funciona el acopio estatal dejando abandonadas las cosechas porque no tienen transporte, o lo que es peor, motivación para realizar sus funciones.
Los responsables de compras de los hoteles saben bien de qué hablo. Acopiar, aunque sea semanalmente, productos del agro en las cámaras refrigeradas de los establecimientos, tiene unos costes que se tienen que trasladar al precio de los menús servidos. Mucho más eficiente es la compra diaria, especializada y que sea otro, el intermediario, el que asuma esos costes de almacenamiento. Además, tener que hacer pedidos semana a semana de los mismos productos, porque las comidas no varían en exceso en los hoteles, es una tarea aburrida y burocrática que impide concentrarse en otras mucho más rentables. En última instancia, el comprador del hotel sabe que podría obtener precios más favorables comprando al por mayor, por ejemplo en un mercado, como en cualquier otro país del mundo, en vez de tener que esperar a que aparezca el productor agropecuario con el “encarguito” de la semana.
Por desgracia, este modelo ridículo que los comunistas cubanos quieren imponer impide crecer y ganar dinero, de ahí el artículo de Granma. Además, al régimen le interesa que este tipo de ventas se realicen, en la medida que el productor agrario obtiene divisas o moneda convertible como medio de pago por los bienes que comercializa, y esos recursos los puede después gastar en insumos en las tiendas que venden en MLC, por lo que el referente de divisas va directo a las arcas del estado. Lo normal en estos casos es que los hoteles pagasen la mercancía en pesos cubanos, pero no parece que esta sea la intención del régimen, tal como se desprende del artículo de Granma. De hecho, afirman que “la única insatisfacción del productor es no recibir algún porciento del pago en esa otra moneda que se denomina cl, lo que se dice capacidad líquida, necesaria para adquirir los insumos”. Y añade, “dicho sistema de pago, con un retorno en cl, está aprobado en las instalaciones de Gaviota, no así en las de Cubanacán”.
Lo siento, pero no consigo imaginar a los directivos españoles de los hoteles de Iberostar o Meliá en Canarias o Baleares, incluso de República Dominicana, comprando de forma directa a cooperativas o productores agropecuarios, viandas y frutas a diario. En el artículo de Granma se extrañan de que estos directivos no visiten los campos para comprobar in situ los procesos de producción o los métodos empleados. Insisto, los comunistas no tienen ni idea de la división del trabajo y la especialización.
Por eso, en esa obsesión que desprende el artículo de Granma por eliminar a los intermediarios, se justifica un papel más activo de los directivos de los hoteles. Y acaban diciendo que “no puede ser una visita formal, deben tener la intención de ampliar, diversificar y mejorar el servicio que presta la instalación, sin estar ajeno a la suerte del campesino”. Los directivos de los hoteles están para otras cosas. El refrán de zapatero a tus zapatos no está claro en la Isla comunista. Los directivos de los hoteles deberían pedir aumento de sueldo por estas tareas.
Porque luego está el problema para los campesinos de cómo trasladar los productos de los campos de cultivo a los hoteles, una cuestión que no es baladí en un país en que escasea la gasolina, los medios de transporte y los precios de este servicio se han disparado por encima de la inflación (un 188,6% interanual en 2021, más del doble de la media del 77,3%). La venta directa a los hoteles genera, por un lado, competencia, y eso es bueno, porque asegura precios favorables y calidades mejores, pero al mismo tiempo, incrementa la presión por conseguir recursos, en este caso del transporte que no siempre está al alcance de todos y que resulta caro. Los intermediarios podrían realizar estas funciones de forma mucho más eficiente.
Insisto. Producir para el turismo tal y como quiere el régimen comunista cubano, suena más una consigna para recaudar divisas para las arcas del estado, que como un proceso eficiente y ordenado para ganar más dinero por parte de todos. En una economía en la que escasea todo, pero sobre todo de los productos procesados industrialmente y donde se observa una insuficiente capacidad de frío y conservación, este modelo de transporte diario a los hoteles tiene un recorrido escaso en términos de rentabilidad y eficiencia. Y si ha tenido éxito es porque la situación actual es difícil, complicada, y sobre todo, habría que pensar si parte de esas producciones que se destinan a los hoteles no deberían satisfacer las necesidades de la población. La prioridad del régimen por las divisas está llevando a situaciones que pueden acabar siendo irreparables, como las tiendas en MLC, que llegaron para ser provisionales y han acabado vendiendo bienes básicos.
El sector turístico debe ir por otro camino, y exigir al régimen sistemas de distribución modernos y competitivos como los que existen en otros países del mundo. Al final habrá que pensar que tal vez a los hoteles les interese más este procedimiento que arriesgarse a importar y luego no poder pagar. Los controles de cambios están como están, bajo control absoluto del régimen, y en las casas centrales de las empresas extranjeras, sobre todo hoteleras, empiezan a sentir agobio de la imposibilidad de repatriar beneficios. En todo caso, la venta directa a hoteles es un parche que no va a ningún sitio.
Comentarios
Publicar un comentario