¿Quién asume la responsabilidad del desastre del turismo en Cuba en 2021?

Elías Amor Bravo economista 

La Oficina Nacional de Estadística ONEI acaba de dar el dato final del turismo en Cuba durante 2021. Las previsiones de remontada con la campaña de invierno, que concentra la mayor afluencia a la isla de visitantes internacionales, se han venido abajo. Desde noviembre, cuando se abrieron las fronteras tras el parón del COVID-19 solo han llegado a la isla tan solo 152.583 viajeros. En el cómputo total la cifra ha quedado en algo más de medio millón de viajeros, en concreto, 573.944.

Un dato que no se puede contemplar como la botella medio llena o medio vacía. Aquí no cabe lugar para interpretaciones o veleidades propagandistas y demagógicas. Alguien tiene que asumir responsabilidades. Un país que había fijado como objetivo recibir 5 millones de turistas antes de 2019, ha llegado a registrar en 2021 tan solo la décima parte. No cabe otra valoración: hundimiento total, y lo más grave es que este resultado es responsabilidad de las autoridades comunistas, con esa obsesión por dirigir, controlar e intervenir un sector que tiene que funcionar en clave privada. Véase si no lo ocurrido en República Dominicana este pasado año.

El dato es demoledor. Como quiera que se mire. Las entradas de turistas han sido un 40% de las que se produjeron en 2020, que fue un año especialmente malo porque empezaron a sentirse los efectos del confinamiento a partir de marzo. Sin embargo, aquel año llegaron a Cuba 1.443.125 turistas. De modo que estamos hablando de nada más y nada menos que 869.181 turistas menos, sin que se hayan notado los efectos que se buscaron con la apertura al exterior del mes de noviembre. Otra irresponsabilidad que alguien debe asumir.

Por países, además, este pasado año se ha trastocado completamente la estructura de llegadas de extranjeros, y así, Canadá que había sido hasta 2019 el principal mercado de procedencia es sustituido por la Federación Rusa que envía solamente a un total de 146.1511 visitantes.

De Canadá tan solo llegaron 68.944, apenas el 16% de los que lo hicieron el año anterior y en tercer lugar, como viene siendo habitual, la comunidad cubana en el exterior con 52.804 el 35% de los que llegaron un año antes. Otros países registran cifras inferiores, en uno de los peores ejercicios que se recuerdan del turismo en Cuba desde que Fidel Castro, con no poca desgana, autorizó esta actividad en tiempos del período especial.

Lo mejor de todo esto es que los planes que hacen las autoridades no se cumplen, y en el turismo exterior, el incumplimiento ha sido palmario. Los dirigentes comunistas habían planificado para 2021 una cifra de 2,2 millones de viajeros, en un alarde de confianza cercano a la irresponsabilidad. Se pensaba que el COVID-19 había quedado atrás, y que las medidas y vacunas adoptadas en la Isla iban a ser suficientes para atraer a un turismo preocupado cada vez más por su salud. 

Y no ha sido así. La incomprensible negativa del régimen a aceptar las recomendaciones que se formularon por la OMS, respecto a la certificación de las vacunas y la utilidad de los pasaportes que exigen todos los países para la movilidad, han llevado a este escenario de “auto bloqueo” del turismo en Cuba en 2021, en que el rebote producido en otros países del Caribe y de América Latina, no se ha producido. 

Y claro, menos viajeros y visitantes significan menos ingresos para las arcas del estado, menos divisas para dedicarlas a lo que se antoje al gobierno, mayores dificultades para los pocos emprendedores privados que sobreviven, y por segunda derivada, menos ingresos y beneficios para las cadenas hoteleras que gestionan el negocio del régimen en la Isla. La paciencia dura lo que dura, y es probable que algunos piensen que ya llegó el momento de decir adiós. Lo veremos. No hay cuenta de explotación, ni consejo de administración que aguante dos años de pérdidas seguidas y crecientes.

Inasequibles al desaliento, y con esa mentalidad irresponsable que cree que la economía se puede dirigir como una cola de gente hambrienta, los dirigentes comunistas, con el ministro Gil muy seguro de lo que dice, han formulado nuevas previsiones para el 2022, señalando que el sector turístico de la Isla espera unos 2,5 millones de visitantes, lo que aportará a las arcas del estado unos 1.159 millones de dólares a la economía nacional. Que esperen. Ni en el mejor de los sueños van a llegar a esa cifra. Los datos mensuales nos irán ofreciendo el desastre que se avecina.

La crisis del turismo en Cuba no depende solamente de la situación epidemiológica a nivel global, o de la torpeza de los dirigentes de no aceptar la certificación internacional de las vacunas. Tampoco es un problema de precios, aunque ya están llegando señales de que la inflación está dejando su rastro en el sector turístico, incrementando los precios de forma escandalosa.

Se destaca que entre los artículos con mayor efecto en la variación mensual de la división de Recreación y cultura del IPC en el pasado mes de diciembre se encuentra “Discoteca y centro nocturno” con un aumento de precios del 279,9%, o “excursión a la playa” con un 19,32% solo en el mes, incrementos que superan notablemente el 4,63% experimentado por todo el índice en diciembre. En el conjunto del año, los precios de “Recreación y cultura” en Cuba han aumentado un 91,74% en tasa interanual, por encima del 77,3% de toda la inflación. El turismo es inflacionista.

Pero no. Se insiste que el problema del turismo no es ese, aunque puede influir. El turismo cubano adolece de un exceso de intervencionismo que raya en el paternalismo por parte del estado, ejerciendo un destacado papel por medio del complejo empresarial del ejército y seguridad del estado que dirige los intereses económicos del sector. 

Una dirección cuartelera, que sigue utilizando términos obsoletos como “polos turísticos”, que calcula la rentabilidad con indicadores de estancias promedio o niveles de pernoctaciones, que invierte en plazas hoteleras (4.607 dicen que van a construir para llegar a 84.906, todas en los hoteles estatales) sin un sólido análisis coste beneficio, y para el que no existe una dirección estratégica sino una ambición de recaudar más y más dinero. 

El régimen observa el turismo como un instrumento para generar divisas, y no se plantea en serio su conversión en sector motor de la economía, por ejemplo, el turismo en España representa el 13% del PIB, en Cuba es algo menos de la mitad, 6,5%. Genera divisas, pero no es un sector motor de la economía, no tira de ella. Tampoco ese es el interés del régimen.

Si el turismo cubano quisiera prosperar, necesita definir un modelo alternativo en el que se otorgue más participación y capacidad de dirección al sector privado. Esta es una actividad en la que el estado no debe recaudar para su caja, sino actuar como líder, orientador y contribuir a crear unas bases sólidas para que el sector crezca y prospere. Si quieren ver de qué se está hablando, lo único que tienen que hacer es imitar a República Dominicana. 

Los datos de este país no dejan duda de qué hacer. República Dominicana recibió en 2021 un total de 4.994.309 turistas con un aumento del 107,6% respecto a 2020, cuando llegaron solo 2.405.315. Cuba, recibió en 2021 los ya citados 573.944 turistas con un desplome del -60,2% respecto de 2020, cuando llegaron 1.443.125. Buscar la remontada a partir de ese paisaje de desolación, será muy difícil. La República Dominicana no tendrá problema en volver a alcanzar sus máximos. Ya va camino de ello. Alguien en la dirección del régimen comunista cubano tiene que asumir responsabilidades por el fracaso del turismo.


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