Una Mesa redonda que dará mucho que hablar: la "inflación de diseño" de Meisi Bolaños

Elías Amor Bravo economista

Hay días “gloriosos” del programa Mesa redonda que dirige Randy Alonso. Este, del pasado lunes, sin lugar a duda, va a dar que hablar. Nada menos que dos ministras del régimen para conversar sobre salarios empresariales, precios y déficit fiscal en el escenario de inflación y desde la eterna perspectiva de la empresa estatal, “centro de actividad económica en Cuba”.

Una cosa es que la televisión tenga su morbo, y otra bien distinta es preguntarse qué sentido tiene aparecer para decir cosas sorprendentes, pero este fue el cometido de las ministras de Trabajo y Seguridad Social y de Finanzas y Precios en la Mesa redonda. Tal vez confundir a la audiencia.

En este primer trabajo vamos a referir la intervención de la señora Bolaños, ministra de finanzas y precios, que, desde el primer momento, se puso a hablar de la inflación, confirmando que el régimen tiene miedo a las consecuencias del aumento de precios. Recordó que “los precios tienen un impacto objetivo en la población, sobre todo en poder adquirir determinados bienes y servicios que son imprescindibles en el desarrollo de la vida en común y en la realización del proyecto de vida”. Para añadir que, en todo caso, “la inflación no es un fenómeno exclusivo de Cuba, sino que está presente incluso en los países del primer mundo”.

La ministra suscribió la tesis del ministro Gil de inflación de oferta, al señalar que “en Cuba la inflación tiene su origen en el déficit de oferta, porque el producto no está a la mano y entonces se producen fenómenos de incremento de precios ante la necesidad de adquirir estos productos”. Y señaló que hay dos causas que inciden en el incremento de los precios. 

En primer lugar, en 2021 comenzó el ordenamiento monetario en el país y “eso llevó a ajustes, existió un proceso de devaluación del peso cubano, lo que supuso por diseño un incremento de los precios”. Reconoció la responsabilidad de la Tarea Ordenamiento en la inflación y lo hizo en varias ocasiones.

E insistió en este tema relativo al “diseño de la inflación”, reconociendo que “se trataba de una inflación diseñada por el régimen que se compensaba con un incremento en los salarios y en los ingresos”, para añadir que “dentro de sus objetivos, es una medida que incentivaba la producción nacional”. Es evidente, a la vista de los resultados (una inflación interanual del 77,3% que en el caso de los alimentos alcanzó un 113,95%) que el “diseño” salió defectuoso, y ha llevado a la economía cubana a un círculo vicioso del que no sabe cómo salir. La ministra no lo reconoció de forma explícita, pero su referencia fue evidente.

En segundo lugar, atribuyó el proceso de incremento de los precios al aumento de los costos de las materias primas, insumos y los productos terminados de importación, lo que no tiene nada de particular. En todos los países, las empresas hacen este trabajo de forma eficiente y toman decisiones basadas en los precios. Y que, entre los productos importados haya alimentos es algo que ocurre en todos los países. 

La ministra no lo quiso reconocer, pero volvió a asumir que el problema en Cuba es que esos alimentos importados forman parte de la canasta familiar normada y eso crea dificultades al régimen, por el hecho de mantener esa canasta subsidiada. La crisis económica es mundial y la COVID-19 ha afectado en mayor o menor medida a todos los países, y la franca mayoría de las economías han sido capaces de adaptarse al proceso de adquisición de insumos, materias primas y productos terminados. Que Cuba no lo haya hecho o que lo hiciera con más gasto público, no se puede atribuir al bloqueo o embargo, sino al modelo económico que rige el país.

La ministra debería ser consciente que los aumentos de costes seguirán afectando la formación de los precios, y, un buen ejemplo es el petróleo, que actualmente tiene un precio de 90 dólares el barril que está condicionando el diseño de la planificación de la economía, que en su momento se elaboró con precios mucho más bajos. Se requiere actualizar las cuentas nacionales. Y como el petróleo, ocurre lo mismo con el precio del arroz y los frijoles, del aceite crudo, el refino, la soya, el trigo, todo se ha incrementado, incluyendo los fletes, es un escenario que incidirá en más inflación, y ante el que precisamente, la intervención del Estado comunista puede ser contraproducente. Lo que se necesita es liberalizar la economía.

Por eso, y a la vista de la experiencia, no tiene mucho sentido que el régimen comunista justifique las prácticas de intervención de precios. La centralización de precios de tarifas y servicios más sensibles en la vida cotidiana de la población, como la electricidad, agua, gas, telecomunicaciones y transporte público no hacen otra cosa que aumentar el déficit. Mantener las tarifas eléctricas cuando el petróleo se ha incrementado un 30% de precio tiene sus riesgos. Hay muchas iniciativas que se podrían acometer para que los precios de la electricidad no fueran tan lesivos en la economía cubana, y ello tiene que ver con las inversiones en renovables que no se han hecho.

El resultado, reconocido por la ministra, es que la capacidad de compra de la población se ha deteriorado, y en ello, la Tarea Ordenamiento tiene una responsabilidad evidente. Pese a todo, la ministra no quiere trasladar el aumento del precio del combustible a la economía, sino que se mantiene en sus trece, que el estado asuma la diferencia entre el costo real y el precio de la tarifa eléctrica, destinando 21.523 millones de pesos a subsidiar el servicio de electricidad. Este mecanismo es el origen de los apagones, que recaen sobre las industrias y actividades económicas, así como sobre la población. Los apagones van a continuar, están en el ADN de la revolución comunista.

Más aun cuando la ministra justificó ese déficit (incluso para el agua o para los medicamentos) lo que no es otra cosa que una irresponsabilidad porque genera efectos negativos sobre la economía, en concreto, con más inflación. E incluso se permite cuestionar a los países europeos porque “trasladan el precio real del combustible, con lo cual sube el precio de la electricidad”. La ministra lo que debe ignorar es que en Europa la electricidad sube por otros motivos, y que la competencia entre las distribuidoras ofrece planes de precios a los consumidores adaptados a sus necesidades. Si, eso es la competencia empresarial, algo en lo que no creen los comunistas.

La ministra justificó la necesidad de reconocer el costo real de los productos y servicios en la formación de los precios y señaló al respecto, “de lo contrario, no vamos a tener sostenibilidad en la economía. Pero lo tenemos que hacer con racionalidad, y aquí también está la intervención del Gobierno, la fiscalización de las instituciones estatales y el papel del control popular”.

La ministra tuvo momentos de lucidez económica, sobre todo al final de su intervención, cuando dijo es que “transitar hacia la racionalidad en los precios se logrará no solo con medidas gubernamentales, sino con la eficiencia y el control en la formación de los precios por las organizaciones”. Y, tal vez para no poner en peligro su cargo de ministra, añadió al respecto que “tenemos que transformar el control institucional, potenciarlo desde las direcciones municipales. También necesitamos impregnar racionalidad en el proceso de los precios, no podemos tener altas utilidades a costa de incrementar los precios y de no actualizar las fichas de costo, que deben tener una utilidad razonable, que permita al negocio reaprovisionarse”.

Un significativo retorno a la ortodoxia comunista, cuando destacó la necesidad de ganar en disciplina y preparación. “No podemos, a costa de subir precios, generar utilidades ficticias que impactan en la inflación, porque no se generan más bienes ni servicios”, al tiempo que hacía un llamado también a “combatir la reventa y la especulación, y aseguró que se están haciendo acciones de control popular”.

En su intervención final, la ministra reconoció que el déficit fiscal influye en la inflación y que “para lograr reducir ese déficit, que es alto, y para que el peso cubano sea el centro financiero del país, se requieren medidas integrales y encaminadas a generar mayores niveles productivos”. La medida sabe qué se tiene que hacer, pero no lo quiere o no le dejan, hacerlo. Tan solo rebatir su propuesta de que “las soluciones al elevado déficit fiscal tienen que transitar por una mejoría gradual, creciendo en los ingresos”. 

Hay una vía alternativa que pasa por la consolidación fiscal y la reducción del gasto, pero esa es la “bestia negra” del régimen y, para dejarlo claro, la ministra insistió en que “el país no renunciará a mantener los programas sociales ni a atender a los vulnerables, pero esto tiene un alto costo en el presupuesto estatal”. En la Mesa redonda de esto no se dijo ni mu.

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