¿Qué debería preocupar más a los comunistas cubanos, el crecimiento económico o la inflación?

Elías Amor Bravo economista

La pregunta es importante, porque luchar contra uno exige ceder en el otro. No es posible atender de forma simultánea a los dos. Es lo que los economistas denominan un trade off. Si se pretende reducir la inflación, no queda más remedio que aceptar menos crecimiento. Si se quiere crecer, hay que aceptar un determinado nivel de inflación.

La economía cubana ha salido de 2021 con un cuadro peligroso en extremo de un descenso o bajo crecimiento del PIB (nuestra estimación es de un 1,2% de caída del PIB) y una inflación descontrolada que se incrementó al 77,3%. Las previsiones para 2022 de crecimiento se han establecido por el ministro del ramo en un 4% para el PIB, en tanto que la inflación no ha sido estimada, pero los analistas ven poco probable que baje de un 30-40% en este año.

El escenario descrito para la economía cubana obliga a las autoridades a tomar una decisión. Crecer o cortar la inflación. Pero las dos cosas no se pueden conseguir de forma simultánea, aunque es cierto que la experiencia de la Isla desde 2020 tiene mucho que ver con un escenario de precios en aumento y recesión, conocido como estanflación, que amenaza con convertirse en permanente.

Sin crecimiento económico, un país no puede prosperar. Pero, la preocupación por la inflación ha cobrado importancia en Cuba. Sin embargo, a finales de 2020, cuando el IPC alcanzó un 18,5% nadie hablaba de ello, a pesar de que estaba ocurriendo una expansión monetaria sin precedentes que elevó el indicador M2, como definición del dinero, a un 120% del PIB, porcentaje que habrá sido superior en 2021. 

De otro lado, la permanente escasez de la economía cubana se vio complementada por las restricciones de oferta debidas al Covid-19, los precios del petróleo, la aparición de los cuellos de botella en la logística de la distribución mundial (Cuba denuncia miles de contenedores en puertos que deberían llegar a la Isla) y, además, la expansión de los gastos públicos para afrontar la pandemia.

Al cierre de 2021 la inflación del IPC en Cuba se situó en tasa interanual en un 77,3% de las más elevadas del mundo, y de forma inmediata, los precios, que ya habían sido objeto de críticas sociales al poco del lanzamiento de la Tarea Ordenamiento, pasaron a ser la principal preocupación social. Estos datos han causado alarma a todo el mundo. Lo cierto es que desde los tiempos del período especial no se recordaban tasas de inflación como la registrada en 2021, de modo que la mayoría de la población experimentó un notable empobrecimiento real y una menor capacidad adquisitiva.

Los estímulos fiscales del presupuesto, lejos de estimular el crecimiento económico, como en otros países, se han convertido en un freno al mismo por la emergencia de un déficit público que se sitúa cerca del 20% del PIB. La presencia de inflación acabará reduciendo el margen de beneficio de las empresas, enfrentadas a una subida de los costes de producción y de salarios de sus trabajadores sin el referente de la productividad.

En Cuba, a diferencia de lo ocurrido en el resto de los países, donde las tasas de crecimiento registradas en 2021 y las estimadas para 2022 tienen mucho que ver de un gasto fiscal en expansión, financiado con la compra de deuda soberana por parte de los bancos centrales a través de sus programas de expansión monetaria, no cabe observar estos hechos, por cuanto la financiación del endeudamiento con bonos soberanos que el Banco Central coloca en los bancos, no tiene los mismos efectos sobre la economía. La cuestión es que ese modelo, cuando la deuda reconocida es de 122 mil millones de pesos (más del 110% del PIB) tiene límites y puede estar llegando a su fin, y entonces, ¿qué?

Es en estas condiciones que hay que prestar atención a la inflación, y conocerla mejor para saber si va a ser transitoria o no, si se va a concentrar más en unos bienes y servicios que en otros, y si finalmente acabará provocando una espiral de salarios y precios que dificulte el crecimiento económico. Parece evidente que los dirigentes comunistas cubanos no se preocupan por este tipo de cosas. 

Sin demandas salariales de sindicatos beligerantes, el ministro Gil ha anunciado en el plan de 2022 unas previsiones de crecimiento económico idílicas. Observando la tasa de acierto del plan de la economía cubana, y las complejidades que existen actualmente para poder estimar el crecimiento económico y saber cómo puede evolucionar la situación económica del país, cabe la posibilidad de que la urgencia de corregir la inflación acabe situándose por delante del necesario crecimiento económico.

Y aquí viene lo importante. Si el régimen decide luchar contra la inflación, tendrá que asumir crecimientos del PIB cada vez menores (e incluso etapas de recesión) de modo que, tal vez, a finales de este año tal vez se habrá podido corregir la inflación, pero la economía cubana podrá estar ante una nueva crisis económica. Más aun cuando la economía mundial no parece atravesar un momento dulce y de algún modo, las tendencias negativas acabarán impactando a la economía cubana.

Pero antes, una advertencia. Para reducir la inflación, Cuba necesita poner al día sus políticas monetarias, y otorgar al Banco Central las competencias que en otros países tienen estas entidades, sobre todo, la independencia del gobierno para perseguir sus objetivos de estabilidad. 

Luchar contra la inflación reduciendo ingresos y gastos del presupuesto en un 20% como se ha planteado en 2022 no es suficiente, porque no se está yendo al fondo del problema, que es lograr la consolidación fiscal, sino tan solo, recortar los excesos de la pandemia y de la Tarea Ordenamiento. Por ello, la política fiscal tampoco tendrá éxito en controlar los precios. El ministro de economía debería tener en cuenta estas restricciones y ajustar sus previsiones para los próximos meses. nY además, hacerlo cuanto antes.


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