Club de Paris, inversores de la diáspora y exportación de agentes privados: ¿verdad o mentira?
Elías Amor Bravo, economista
Tres noticias de fuerte contenido económico han
venido a sobresaltar la atención de los medios hacia Cuba. Las tres se
encuentran estrechamente relacionadas, no podría ser de otro modo, porque la
interdependencia es una de las características fundamentales de los hechos económicos.
Además, que lleguen justo ahora, en pleno proceso de retorno a la normalidad
comunista, tampoco es un suceso del azar. Detrás de todo hay una situación
complicada, un escenario de fin de ciclo del modelo social comunista existente
desde 1961 y una absoluta falta de valor y determinación para implementar las medidas
necesarias para empezar de nuevo. La esperanza de un cambio se agota, y mientras
tanto, las autoridades se dedican a jugar con noticias populistas, que lo único que consiguen es minar la
credibilidad de la economía cubana y sus dirigentes a nivel internacional.
Pero vayamos a los hechos tal y como ocurrieron. El jueves
se supo por Reuters que el Club de Paris finalmente aceptaba la petición de
aplazamiento del pago de intereses de la deuda cursada por el régimen comunista cubano a finales
de 2019 (cuando todavía no existía el COVID19) y la renegociación de los plazos
para dentro de dos años. Por el incumplimiento, simplemente se estableció la
multa que se estipula en el contrato.
Que un selecto grupo de acreedores se entregue de
este modo a un mal pagador estructural solo podía tener una explicación. Hay
algo oculto que da garantías de solvencia. Inmediatamente surge la pregunta, ¿y
qué puede ser esa reserva de valor patrimonial con la que el régimen comunista
ha conseguido quitarse de encima la presión de la deuda? Vaya usted a saber,
nos iremos enterando, o tal vez no, porque la oscuridad y la falta de
transparencia es uno de los rasgos principales de la deuda externa cubana, cuya
última pista se perdió en 2016, poco después de la reconversión de más de
18.000 millones de deuda que se venía arrastrando desde 1986.
Qué quieren que les diga. Ojalá todos tuviéramos
acreedores tan buenos con Cuba como el Club de Paris, que le permiten estas
veleidades. Antes, porque Fidel Castro era mucho Fidel Castro, pero ahora, con
Díaz Canel al frente del régimen, habría que preguntarse que oscuros apaños se
pergeñan entre La Habana y el Club de Paris para salir airosos. Algunos ingenuamente
podemos creer que esta negociación tiene mucho que ver con una reciente
recomendación del FMI para facilitar los pagos de deuda a una serie de países
altamente endeudados con el organismo.
Puede ser, pero Cuba sigue obteniendo un trato
privilegiado de este grupo de acreedores que, no conviene olvidar, está formado
por los países que más comercian e invierten en Cuba. Por aquello de la interdependencia
de los asuntos económicos.
Todavía no se había apagado el eco de la fanfarria de
esta noticia, que el ministro de comercio exterior, el inefable Malmierca,
comparecía en la Mesa redonda de Randy Alonso para anunciar, entre otras cosas,
que el régimen había iniciado una búsqueda de empresas foráneas que hicieran
negocios en Cuba, entre las que, por supuesto, podrían encontrarse cubanos no
residentes, es decir, miembros integrantes de la diáspora. Los gusanos, en
terminología castrista.
De pronto, los medios no daban crédito a las palabras
del ministro, y cito textualmente lo que dijo “No existe ninguna limitación
para que cubanos residentes en el exterior inviertan en el país”. Dicen que
hasta Randy Alonso tuvo una sonrisa nerviosa al escuchar dicha afirmación tan
contundente. Así que, ni corto ni perezoso, Malmierca se lanzó a explicar que las
autoridades comunistas quieren suprimir las trabas y dar incentivos, para que
los emigrantes cubanos puedan invertir en el país, como un medio eficaz de
revitalizar la inversión extranjera.
Una medida ciertamente controvertida, que habrá que
esperar a la norma legal cuando se publique para analizar con detalle su
contenido. Es cierto que con la actual Ley de Inversión Extranjera, el inversor
queda definido como "persona natural o jurídica, con domicilio y capital
en el extranjero" y, a priori no se establece una distinción para los
emigrados cubanos. Es cierto, pero el cubano no residente no es sujeto de
derechos en Cuba, sino de deberes, y no existe un marco jurídico estable para que
pueda actuar dentro de unos márgenes concretos. De hecho, tal y como se
gestionan los proyectos de inversión extranjera, las autoridades comunistas pueden dar
prioridad o no, de forma discrecional, a los presentados por cubanos residentes
en el exterior. En ausencia de garantías, arriesgar el dinero es cuanto menos,
problemático.
Además, mientras que la Ley limite la participación
de cubanos residentes (personas naturales) en la inversión extranjera, no
parece razonable que el cubano no residente se vea obligado a formalizar sus
proyectos con empresas dependientes del estado, que acabarán controlando las
operaciones por medio de la “acción de oro” que les reserva el 51% de la
inversión.
Con estos mensajes, Malmierca dio la sensación de que el balance de la
inversión extranjera en Cuba deja mucho que desear, y en el escenario actual de
COVID19 proyectos que estaban en marcha, han sido abandonados. De ahí la
decisión de aplicar la tramitación y aprobación automática por un año de la
prórroga de negocios con capital extranjero en operaciones o que venzan durante
la primera etapa de recuperación. No conviene perder nada de lo conseguido. Actúan
a la desesperada.
Además, volvió a insistir en la apuesta del régimen
por los proyectos con pequeñas empresas, que según su criterio, resuelven
problemas de la economía local y territorial. Esta orientación hacia pequeños
proyectos empresariales tiene como objetivo captar divisas a corto plazo, una actuación que
se ha visto iniciada por la autorización de las transferencias desde el exterior por concepto de
remesas a las cuentas en dólares, desde otras cuentas en divisas operadas por bancos cubanos y desde
FINCIMEX SA, perteneciente a la corporación CIMEX y parte del consorcio
empresarial de los militares GAESA. Ensanchar la base de captación de divisas es
un mensaje especialmente encriptado a los acreedores del Club de Paris. Más
demagogia castrista que otra cosa.
La otra noticia que saltó a los medios durante la
comparecencia de Malmierca en Mesa redonda fue el anuncio de que el Gobierno
permitiría exportar al sector privado cubano, pero lo obligará a pasar por
empresas estatales. La propuesta es crear "facilidades de
exportación" para el sector privado, a través de empresas estatales que actuarían
como intermediarios y por lo que cobrarían los oportunos honorarios (más divisas
para el estado) según una fórmula que permite al estado mantener el control de
las exportaciones.
La propuesta se inscribe en un plan diseñado para
aumentar la diversificación de bienes y servicios de exportación por medio de un
mapa territorial con productos en tres categorías: consolidados, en desarrollo
y en fomento. Dentro de este plan es como se crearán las facilidades para la exportación de
formas no estatales. Básicamente, las cooperativas y los trabajadores por
cuenta propia, van a poder vender sus producciones al exterior por medio de
empresas estatales especializadas en exportaciones.
En relación con la medida el ministro dijo que
se trata de un asunto complejo desde el punto de vista bancario y otra serie de
factores. No solo. Para poder exportar, se requiere aumentar la escala de
producción de los pequeños negocios y cooperativas a no ser que se decida no atender la demanda interna. Y aquí es donde interviene
el régimen comunista con todas sus barreras legales y administrativas que frenan el aumento de la escala técnica de los agentes privados, bajo el principio constitucional
de que en Cuba no se puede aceptar el enriquecimiento privado.
Por tanto, para que el sector privado pueda exportar,
primero tiene que producir. Y aquí es donde se encuentra el principal problema
que se tiene que resolver. No se trata simplemente de poner unos parches aquí y
un maquillaje superficial allá, sino de incorporar cambios drásticos en la
organización del modelo económico hacia la libertad, los derechos de propiedad
y el mercado.
Esa colaboración privado y estatal en el comercio exterior tiene
además el inconveniente grave asociado a las negociaciones con potenciales
compradores que no podrán entender que haya que entrevistarse para un
determinado negocio con el productor y el intermediario de la operación,
situación que puede dar lugar a no pocos equívocos. Si Malmierca quiere que el
sector privado exporte, que aparte al estado de cualquier papel en el proceso y
que otorgue la necesaria personalidad jurídica a las empresas privadas para que
puedan gestionar su competitividad exterior.
Hay quienes pensamos que detrás de este anuncio, que
habrá que esperar a su concreción administrativa, hay otro guiño al Club de
Paris, lo que no sé si allá habrán entendido el mensaje.
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