Sistema Integral para la Modelación y Balance Agrícola en el campo cubano
Elías Amor Bravo, economista
Sí. Han oído bien. Lo último que nos
obsequia Granma es un artículo en que aluden a un Sistema Integral para la
Modelación y el Balance Agrícola, por sus siglas, “simba” que acaba de ser
implementado en los campos de Pinar del Río. Se trata, al parecer, de un
software que ayuda a "proyectar las inversiones y a trazar estrategias en cuanto
al uso de la maquinaria" en los campos cubanos, y con ello, dicen, dar solución
a los problemas concretos que se presentan en la producción. Inteligencia
artificial aplicada a la agricultura. ¿Realmente Cuba necesita esto?
El problema de la agricultura cubana no
se resuelve con un “simba”. Que nadie interprete mis palabras como una eventual
oposición a que la actividad agropecuaria deba estar al margen de las
innovaciones tecnológicas y los cambios que van asociados a las mismas. En
distintos países, se han ido poniendo en marcha diversos programas e
iniciativas en este ámbito con resultados dispares. Pero en Cuba, tal y como
están las cosas, sinceramente, hay que hacer muchas cosas antes de ponerse a
jugar con el software. Por lo pronto, producir suficiente y de forma urgente,
para dar de comer a toda la población, y no precisar importaciones de alimentos
para paliar hambrunas potenciales.
“Simba”, al parecer, es el resultado de
la I+D+i realizada en el Instituto de Investigaciones de Ingeniería Agrícola , uno
de los múltiples organismos del sistema de ciencia, investigación y tecnología
que existen en Cuba y que, por su dependencia del estado, tienen una proyección
muy limitada, lo que les impide poner en valor sus innovaciones y ganar dinero
con ellas mediante una adecuada comercialización. Además, estos centros suelen
trabajar casi siempre condicionados por decisiones políticas y no de mercado,
lo que podría ser eficiente y rentable. “Simba” es hijo de este sistema y se
aplica a dos tipos de producciones agrícolas, como los granos o el desarrollo
del tabaco Virginia. El primer caso, insuficiente para alimentar a la población
lo que obliga a importaciones. El segundo, un producto excelente, competitivo y
eficiente de la agricultura cubana.
En principio, el objetivo de “simba”,
según dice Granma, fue agilizar el trabajo en las estructuras productivas, “que
hasta la aparición de esta herramienta se hacían de manera muy rudimentaria.
Por medio de la informatización, tareas que antes tardaban varios días, incluso
semanas, se pueden lograr en cuestión de minutos”. Esta urgencia en los
procesos de decisión está bien, pero ¿de verdad creen que este es el problema principal de
la agricultura cubana?
Lo mejor de todo viene a continuación, ya que los creadores
del invento tecnológico declaran en Granma que también sirve para “facilitar el
balance de la maquinaria, desde la preparación de suelos hasta la post cosecha,
y ayudar a definir estrategias de siembra objetivas, que eviten los cuellos de
botella”. Incluso, cuando se trata de “las pérdidas en el campo, “simba” permite
calcular con precisión el combustible que se demandará para el laboreo o el
riego, los lubricantes y filtros para el mantenimiento. E incluso prevé los
posibles atrasos y las interrupciones a causa del clima en una región determinada”.
Incluso, este ingenio informático, ayuda a prever “las deficiencias a la hora
de concebir las inversiones” y a “planificar la plantación, con el
escalonamiento requerido”. ¿Alguien da más?
No deja de ser curioso que, todas las
actividades y funciones de “simba” pertenezcan al ámbito de las decisiones
empresariales de los productores de la tierra. Sustituir la decisión humana por
la máquina forma parte de las innovaciones asociadas a la Inteligencia
artificial, de la cuarta revolución industrial, donde algunos apuntan a la
aparición de un sector especializado en la “toma de decisiones”. En Cuba, “simba”
se ha adelantado, tal vez en décadas, a estas innovaciones que seguramente
llegarán en numerosos sectores y actividades.
A diferencia de lo que ocurre en
otras economías del mundo, “simba” llega a Cuba sin que los productores
agropecuarios cubanos hayan podido adoptar libremente las decisiones que se
pretende que tome el algoritmo de “simba”. La agricultura cubana ha estado
dominada por el estado, que en ningún momento ha cedido competencias ni tampoco
derechos de propiedad, a los productores. Una sugerencia. Antes de que “simba”
empiece a hacer de las suyas, ¿por qué no se deja a los campesinos libertad
para decidir en las tierras de su propiedad? Estoy casi seguro que esta medida
podría ser mucho más productiva y eficiente, que confiar en la máquina.
No deja de ser una majadería comunista
que los dirigentes cubanos se planteen sustituir o relevar al estado en la toma
de decisiones productivas en la agricultura, que nunca han sido eficientes ni
productivas, por un programa de software, que pasa por encima del derecho de
propiedad y la libertad de los productores agrarios para trabajar la tierra y
sacar de ella lo mejor.
Los comunistas insisten en que “simba”
da la posibilidad de conocer las necesidades de maquinaria, implementos y
medios de transporte “para enfrentar una campaña de determinada magnitud y
saber a qué atenernos en cada momento, en dependencia de lo que nos pueda
faltar”. Y yo les digo que la respuesta a estas cuestiones tan complejas, está en los productores de la tierra, los que trabajan el suelo infesto de marabú,
los que pasan horas viendo como Acopio deja abandonadas sus cosechas sin
recoger. Pregunten a los guajiros y verán que “simba” no es urgente ni
necesario.
El desarrollo de la agricultura en Cuba
pasa por dar poder a los productores agropecuarios, y ello entraña, derechos de
propiedad respetables y libertad de elección y decisión, sin controles ni
injerencias del estado. Un Doi Moi vietnamita a lo cubano, que devuelva a los
guajiros el poder sobre su destino. Cuba tiene las tierras, tiene la gente,
tiene la experiencia y cualificación. Si no se produce suficiente habrá que
buscar la razón en otro sitio, y no en un programa de software que, insisto,
puede ser muy interesante, pero una vez que las relaciones sociales de
producción en el campo cubano se adapten a lo que funciona en todo el mundo.
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