Yo sí que creo en el guajiro cubano, pero desconfío del estado castrista
Elías Amor Bravo, economista
Un
nuevo artículo en Granma nos ofrece claves para entender el desastre
de la economía cubana y la incapacidad de su sector agropecuario
para alimentar a toda la población. Los comunistas han pergeñado un
modelo económico que sostiene que el “municipio es la célula
básica en la producción de alimentos”, y lo primero que hay que
decir que eso es falso, que no se sostiene en términos de una
racionalidad económica básica y que en esa idea, y otras muchas, se
asientan las claves del fracaso comunista de estos últimos 61 años.
Por
mucho que en Granma destaquen a toda plana las declaraciones de
Machado Ventura y Valdés Mesa en Guantánamo, apuntando a ese papel
fundamental del municipio, existen numerosos argumentos técnicos que
van justo en la dirección contraria. Este blog va sobre ello.
No
es posible apoyarse en la producción de un municipio para superar la
sostenibilidad alimentaria por muchas razones.
En
primer lugar, porque se tiende a minimizar la escala técnica de
producción, apostando por pequeñas explotaciones agropecuarias,
incapaces de alcanzar rendimientos crecientes a escala y consumidas
por unos costes de producción elevados que reducen el beneficio o lo
que es peor, provocan pérdidas. Por lo tanto, en la agricultura es
necesario superar el ámbito municipal para aumentar el tamaño de
las explotaciones, que debe ser el resultado de una decisión técnica
y no “política”, y sacar cosechas en cantidad y precios
adecuados al mercado. Esta máxima está plenamente justificada por
los hechos.
En
segundo lugar, al proyectar la producción a escala supramunicipal
los proveedores de suministros de bienes intermedios, como aperos,
plaguicidas, abonos, etc, se encuentran con clientes que tienen una
mayor capacidad de compra, a los que atender, por lo que aumenta la
competencia entre proveedores y con ello, los precios y las
condiciones de suministro, igualmente mejoran. No se trata de ir a
monopolios o latifundios, esto ya está superado, sino a
explotaciones de tipo intermedio que aseguren a los productores una
competitividad, y sobre todo, la posibilidad de aumentar la superficie
de sus tierras para incrementar a corto plazo las cosechas, cuando
sea necesario.
En
tercer lugar, con producciones limitadas al ámbito municipal, los
salarios pagados son bajos y no atraen trabajo cualificado. Las
explotaciones al ser pequeñas, dan para máximo un productor y su
ayuda familiar, si la tiene, que normalmente no cobra un sueldo. Si
además ese productor debe trabajar para el estado por un sueldo
mínimo (los sueldos más bajos en Cuba se pagan en la agricultura)
el interés es incluso menos. Por el contrario, cuando la producción
se plantea a escala supramunicipal se alienta los mercados laborales,
permite pagar sueldos más elevados por la competencia y asegura una
mayor eficiencia en la aplicación del trabajo a los procesos
productivos.
En
cuarto, la distribución mayorista opera con más rentabilidad y
eficacia cuando debe atender a grandes productores que si debe dar
servicio a pequeños y limitados. La razón es simple,. Hay mucha más
ganancia cuando la oferta es elevada porque permite reducir el coste
por unidad de producto de transporte y almacenamiento, y la
distribución comercial obtiene igualmente economías de escala con
su trabajo. Lo contrario es lo que ocurre en Cuba, donde malviven
pequeñas explotaciones de ámbito municipal que apenas pueden dar
servicio a cuatro o cinco manzanas de una gran capital. El incentivo
de la distribución en tales condiciones es escaso.
Quédense
con esa palabra, que ya ha salido varias veces: incentivo. Mientras
que en las relaciones de producción agropecuarias en Cuba no
regresen valores como la libertad y la motivación (el incentivo) el
atraso y la improductividad seguirán golpeando al sector por
muchas arengas de Machado, Valdés Mesa, o del sun sun corda. Y
realmente, por mucho que quieran confundir al guajiro cubano, este
sabe bien que las trabas y limitaciones que le impiden prosperar, no
están provocadas por el bloqueo estadounidense, sino por el bloqueo
que el régimen comunista aplica a los cubanos y les impide crecer.
Que, además, la constitución, lo dice bien claro. El
enriquecimiento está proscrito.
Mientras
tanto, los dirigentes comunistas siguen dando vueltas al problema de
la suficiencia alimentaria, alarmados por las consecuencias sociales
que puede acarrear. Pero de estas reuniones y discusiones no salen
soluciones eficaces para resolver el problema, sino todo lo
contrario. Parálisis, experimentos, vías muertas, explotación
agrícola en patios de las casas, y otras majaderías, se discuten,
analizan, se debaten, se exponen, se arengan,,,, pero nada se
concreta en la práctica y así, los cubanos van viendo como los
alimentos escasean en las desabastecidas bodegas y cada vez es más
difícil “resolver”.
Esta
historia no tendrá un final feliz. Los productores cubanos de maíz,
yuca, arroz, carne de cerdo, frutales variados, saben mejor que su
gobierno lo que se tiene que hacer para que el campo cubano vuelva a
ser productivo como lo era antes de 1959. Y la clave está en
devolver la decisión al productor, la libre elección y la
motivación (incentivo) para que se dedique a su trabajo con absoluta
libertad sin interferencias políticas. El régimen ideado por Fidel
Castro ha demostrado que es incapaz de conseguir que haya producción
para dar de comer a todos los cubanos. Llegó el momento de dejar que
otros asuman el liderazgo y sus funciones. ¿Cuesta tanto entender
esto?
El
artículo de Granma, un despropósito más, termina con la referencia
bíblica a la “multiplicación de los panes y peces” a escala
municipal. Se equivocan. Incluso los creyentes sabemos que no fue
así, y que este milagro ocurrió en el contexto de una región mucho
más amplia en términos históricos que media isla de Cuba. En el
antiguo testamento ya conocían la importancia de los rendimientos a
escala en la producción.
Si
realmente Valdés Mesa quiere lograr eso que denomina “revolución
de los altos rendimientos” lo que tiene que hacer, con todos mis
respetos, es jubilarse y dejar a los guajiros cubanos que se dediquen
a lo suyo, a lo que saben hacer desde siempre, y que ningún
comunista les ha tenido que enseñar. Por suerte, la llama del
ingenio, la motivación (el incentivo) y de la libertad prenden
rápido en el campo cubano, a pesar de los 61 años de dominación
comunista. Yo sí que creo en el guajiro cubano, pero desconfío del
estado castrista. Su fracaso ha sido, y es, evidente. Toca cambiar,
no perfeccionar. ¿Cuándo se darán cuenta?
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