La prioridad es sacar a la economía cubana del colapso inminente


Elías Amor Bravo, economista

Cuba ha iniciado el pasado día 18 un proceso gradual de reapertura de las actividades económicas, que habían permanecido tres meses paralizadas, con el objetivo de afrontar la grave crisis sanitaria provocada por la COVID19.
Todavía se recuerdan los primeros embates de la crisis, cuando el gobierno cubano negaba las evidencias y mientras Europa cerraba sus fronteras y aeropuertos, lanzaban una campaña publicitaria impertinente que trasladaba al turista la imagen de que el virus no llegaría al calor caribeño. Y vaya si llegó.
A pesar de que las autoridades sanitarias del régimen con su presidente Díaz Canel al frente, no quisieron hacer caso de las numerosas advertencias internacionales y su reacción fue tardía, la economía cubana se encontró paralizada en poco tiempo y lo que es peor, con sus motores externos congelados, agravando si cabe más aún, el impacto de la pandemia.
Se podría afirmar que, aparte de la falta inicial de previsión y preparación suficientes, en un país que hace alarde de su sistema sanitario público, las medidas adoptadas para el confinamiento de la población dieron sus resultados, pese a que en Cuba se han seguido produciendo colas y concentraciones de población para la compra de los escasos productos que suministra el estado, o en el caso de protestas, como las que se vienen produciendo de forma espontánea contra la seguridad del estado y la policía.
Pese a todo, la estrategia consistente en someter a confinamiento a la población ha dado resultados y la evolución de los datos oficiales permite albergar expectativas optimistas. La crisis sanitaria en Cuba, en general, ha tenido un impacto mucho menor que en otros países de la región. De modo que las autoridades no han tenido la menor duda a la hora de decidir el levantamiento de las medidas de paralización asumiendo que podrían haber recaídas, ya que el virus continúa en la sociedad cubana.
En ese sentido, convendría igualmente valorar como muy positiva la responsabilidad mostrada por la mayoría de la población cubana que en momentos muy complicados, ha conseguido frenar en lo posible los efectos de la pandemia y evitar males mucho mayores. A la población y su responsabilidad, corresponden en buena medida, estos resultados citados.
En el ámbito específico de la economía las cosas no han sido mejores. Las decisiones adoptadas por el régimen comunista se han basado en el modelo económico de intervención estatal existente en el país, como el envío de trabajadores a casa sin más, la reducción de retribuciones en el segundo mes, la práctica del teletrabajo (que ha llegado a un porcentaje muy bajo de la población laboral), la canalización forzosa de excedentes a otras actividades. Al pequeño sector privado existente en el país, se han aplicado medidas de aplazamiento de pagos de impuestos y seguridad social, pero existe la percepción de que el trato ha sido asimétrico y que el esfuerzo para mantener la estructura estatal ha sido muy superior a lo que se ha destinado a los nuevos emprendedores.
Esto va a significar, en la fase de progresiva recuperación de la economía, que se va a observar (ya se está viendo) una notable destrucción masiva del tejido de pequeños negocios privados, como consecuencia de la falta de atención por parte de los poderes públicos. A ello hay que añadir otros factores no menos importantes, como la absoluta falta de diálogo con los nuevos emprendedores por parte del gobierno de Díaz Canel, la inseguridad jurídica que planea sobre numerosas actividades que ahora pretenden obtener una licencia para operar, la existencia de un clima de improvisación en el que las decisiones políticas se priorizan sobre las técnicas (como la atracción de inversores de la diáspora), la absoluta atención al turismo internacional promoviendo espacios protegidos a los que no se permite el acceso del turismo interior, la lentitud en los procesos de toma de decisiones en materia de inversiones extranjeras, los continuos errores y rectificaciones y, no por ello menos importante, la ausencia de comunicación y el exceso de propaganda son, entre otros, factores que han agravado la situación de la economía tras la pandemia.
Lo hemos dicho en varias ocasiones, Cuba, su régimen político, tiene ante si una oportunidad histórica para promover el diálogo con el sector privado emergente de la isla, y alcanzar un acuerdo político económico histórico, que sirva para sentar las bases de la actividad privada en Cuba, un modelo mixto similar al del resto de países del mundo, que supere la dialéctica del enfrentamiento ideológico que tiene a la economía cubana al borde del colapso.
Por ello, sostengo que la prioridad ahora, en materia de gestión de política económica económica consiste en concentrar todos los esfuerzos en reanimar la actividad privada, la que es más productiva y eficiente, la gestiona mejor los recursos, la que se ha mostrado como un sector capaz de generar empleo y riqueza, y con ello desarrollar el país. El aparato estatal volverá sin más problemas a funcionar, porque se sostiene de un presupuesto estatal cada vez más escaso, pero que viene a suponer alrededor del 75% del PIB de la economía.
El sector privado carece de estos privilegios. Fue abandonado a su suerte por las autoridades y si no se quiere provocar una mortandad de pequeños negocios, de trabajadores por cuenta propia y de empresas, hay que darles una oportunidad. Hay que canalizar recursos para que puedan recuperarse antes de que aparezcan las fuentes de demanda interna y externa que les permitieron crecer. Hay que ayudarles a invertir para que puedan mejorar sus productos y servicios, sobre todo en inversiones tecnológicas con socios foráneos que apuesten por la propiedad privada. Hay que darles un marco respetable para que puedan ejercer sus derechos de propiedad sin necesidad de intermediarios estatales.
En Cuba hace falta una Ley que regule y reconozca la empresa privada como agente principal de la economía. No entender esta necesidad es dar la espalda a la historia. Dado que el Club de Paris ha concedido un gracioso aplazamiento de la deuda, tal vez sería importante que estos países acreedores movieran ficha, y exigieran al régimen comunista de La Habana un nuevo marco operativo para la empresa privada. Desde luego, la Unión Europea también podría ayudar.
Si de la COVID19 surge en Cuba un nuevo modelo económico que permita a la empresa privada prosperar, se podría acelerar la recuperación económica. No es cierto que actualmente estén agotadas las opciones de política económica para Cuba. Podría pensarse que las que se encuadran dentro del modelo social comunista están agotadas, por ello, la urgencia de emprender un nuevo camino. Actuando de este modo, la economía cubana saldría del colapso inminente y podría encontrarse en una senda de más prosperidad a medio y largo plazo. Es responsabilidad de las autoridades hacerlo. Aún están a tiempo. 

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