¿Se puede evitar una crisis alimentaria en Cuba?
Acaba de ser publicado un importante informe de CEPAL
y FAO titulado “Cómo evitar que la crisis
del COVID19 se transforme en una
crisis alimentaria Acciones urgentes contra el hambre en América Latina y el Caribe”[1], que
merece atención en este blog por su contenido. En cierto modo, subraya los
mismos contenidos de otro informe anterior del Programa Mundial de Alimentos,
en que se trataban estas mismas cuestiones.
El informe señala que “la pandemia de la enfermedad
por coronavirus (COVID19) tiene efectos sobre las actividades del sistema
alimentario (producción, transformación, distribución, comercio y consumo de
alimentos) y sus resultados, sobre todo en términos de seguridad alimentaria y
bienestar social. En dicho sentido, el informe formula una serie de “recomendaciones de política para sostener la
demanda y administrar el comercio de alimentos durante la emergencia y para
evitar que su prolongación conduzca a una crisis alimentaria regional”.
Recomendaciones que, de forma explícita, llegan a Cuba también.
La seguridad alimentaria de los países se analiza por
medio de la relación entre las importaciones de alimentos y las exportaciones
totales. Los valores altos de este índice señalan que la vulnerabilidad es
alta, pues una gran proporción de los ingresos de las exportaciones se tiene
que destinar a la compra de alimentos. El informe descubre que en el conjunto
de la región, los países más vulnerables son los del Caribe. Por supuesto,
Cuba, entre ellos, ocupando el puesto número 9 de 11. En todos ellos el valor
de las importaciones es superior al 50% del valor de las exportaciones y, en 6,
supera el 100%. En el caso concreto de Cuba el porcentaje se sitúa en un 81,4%.
Por el contrario, en el extremo opuesto, la Argentina, el Brasil, México, Chile
y Bolivia presentan valores inferiores al 5%.
Este rasgo, de una elevada vulnerabilidad de los
países del Caribe con relación a la dependencia de las importaciones de
alimentos, aumenta a resultas de que sus proveedores se concentran en los
Estados Unidos y la Unión Europea, lo que supone un riesgo para la
seguridad alimentaria si se producen disrupciones en las cadenas
internacionales de distribución de alimentos, como ha estado ocurriendo en la
crisis de la COVD19.
Los países del Caribe, y Cuba entre ellos, presentan
el mayor grado de vulnerabilidad, dado que los porcentajes de su oferta
nacional de alimentos son cercanos o superiores al 40% en el caso de las leches
(36%), las carnes (44%), los azúcares (45%), el pescado (62%) y los cereales
(83%). En el extremo opuesto, los países exportadores netos de alimentos
presentan una dependencia de alrededor del 40% únicamente en el caso del
pescado (36%) y los azúcares (40%). El menor nivel de dependencia de las importaciones
se da en las verduras y frutas en todos los grupos de países.
El informe presta atención, igualmente, a otro factor
de vulnerabilidad, utilizando como indicador la participación de las exportaciones
agrícolas en el total, dependiendo de la diversificación
de los mercados de destino y del grado en que hayan sido afectados por el COVID19.
Se observa que el elevado nivel de dependencia de las
exportaciones agrícolas puede ser un factor atenuante frente a la debilidad del
comercio internacional en otros sectores de la economía y aumentar la
resiliencia de la seguridad alimentaria. En el caso de que ocurra un cierre de
mercados, pueden destinarse alimentos no exportados a apoyar el consumo
interno. No es este el caso concreto de Cuba, cuyo indicador alcanza un 25,2%
situándose en la parte media inferior de los países, lejos de los primeros, Uruguay o
Paraguay que superan el 64%.
El informe destaca, igualmente, que el saldo del valor
de las exportaciones y las importaciones agrícolas establece
una diferencia clara entre los países del Caribe y los países de América
Latina.
En el Caribe, con la excepción de Guyana, todos los
países son importadores netos de alimentos. En el caso concreto de Cuba, el
saldo deficitario es el más elevado del conjunto de países del Caribe, con cerca de 2 mil
millones de dólares al año. Comparado con República Dominicana, cuyo saldo es
inferior, alrededor de 1 mil millones, la diferencia reside en que los dos países
realizan un volumen de importaciones similar, pero Cuba exporta menos de la tercera
parte de lo que hace República Dominicana. El problema de Cuba es el mismo de siempre, su competitividad exterior.
También se observa que la vulnerabilidad alimentaria
aumenta cuando se trata de países de bajos ingresos y altos niveles de
malnutrición, como Haití. El nivel de ingresos de Cuba, uno de los más bajos de la región, condiciona su posición en el conjunto de países. En la clasificación realizada por el informe de CEPAL
y FAO, Cuba forma parte de un gripo de países caracterizados por nivel medio
del indicador de porcentaje de exportaciones agrícolas sobre la exportación
total, y nivel alto del indicador importaciones agrícolas como porcentaje de
las importaciones totales. En dicho grupo se encuentran, Barbados, Dominica, El
Salvador y Jamaica. Una posición nada favorable en la que la seguridad
alimentaria se puede ver afectada por la disrupción de las cadenas de
suministro de alimentos.
Para atender esta problemática y reforzar la seguridad
alimentaria, el informe aporta diez medidas que persiguen tres
objetivos:
En primer lugar, que todos los hogares, especialmente
aquellos en condición de pobreza extrema y de inseguridad alimentaria severa,
accedan a una alimentación suficiente y nutritiva. Un informe reciente del Observatorio subraya la problemática existente en Cuba en esta materia.
Este objetivo se pretende conseguir reforzando el
ingreso básico de emergencia propuesto por la CEPAL con un bono contra el
hambre, reforzando los programas de alimentación escolar para garantizar la
alimentación de niñas y niños y adolescentes y dando apoyo con subsidios
monetarios o con donaciones de alimentos provenientes de las empresas y los
Gobiernos a las iniciativas de asistencia alimentaria de las organizaciones de
la sociedad civil. Cabría preguntarse si alguna de estas iniciativas se está
implementando en la Cuba social comunista donde las tensiones inflacionistas, las colas, la escasez y el racionamiento están provocando estragos en la población durante el confinamiento.
En segundo lugar, que todas las empresas y actores
del sistema alimentario puedan realizar sus tareas sin interrupciones. Este
objetivo supone, otorgar apoyo financiero (crédito y subsidios productivos) a
las empresas agropecuarias, orientado principalmente a la agricultura familiar;
ajustar los protocolos de sanidad y
salud en la producción, el transporte y los mercados mayoristas y minoristas; expandir y garantizar el funcionamiento de los
programas de apoyo a la producción de autoconsumo; así como asegurar el
financiamiento, la asistencia técnica y el acceso a insumos y mano de obra a
los agricultores y los pescadores artesanales. En Cuba, el campo, productor de alimentos, se encuentra inmerso en una
crisis de improductividad que las autoridades creen que se puede resolver con
las “arengas de Machado Ventura” o mensajes equívocos relativos a programas que han mostrado su escasa utilidad. Nada que ver con lo que proponen CEPAL y FAO.
El tercero y último, que los países cuenten con
alimentos suficientes para garantizar el abasto a precios razonables. Para
lograr este objetivo se precisa establecer o mantener mecanismos ágiles de
consulta y coordinación público-privada entre todos los actores del sistema
alimentario, abarcando la producción, el abastecimiento, la distribución y el
acceso a alimentos; también Impedir que los mercados mayoristas y minoristas y
las agroindustrias se cierren o disminuyan sus operaciones; y por último, continuar
con las políticas que han mantenido abierto el comercio mundial de alimentos,
en particular evitando medidas proteccionistas que aumenten el precio de los
alimentos. No hace falta insistir lo alejada que se encuentra actualmente Cuba
de este tipo de recomendaciones, sobre todo en lo que respecta a la colaboración
público y privada, y la garantía de abast de alimentos. La supresión de la venta online puede tener mucho que ver con estas dificultades.
El informe llega en un buen momento y su lectura
debería ser obligatoria para que las autoridades comunistas de Cuba vean y
concluyan que allí donde se abre camino el neoliberalismo, nadie se cruza de brazos, y están trabajando, y duro, para superar
una crisis alimentaria que en Cuba por sus especiales características, puede
llegar a ser realmente muy grave. De hecho, ya lo está siendo.
[1] El
informe y sus cuadros está accesible en https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45702/4/S2000393_es.pdf
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