Cuba: ¿Estado o sistema fallido?

Elías Amor Bravo economista 

La edición de Granma de hoy se descuelga con un panfleto titulado “¿Por qué Cuba no es un Estado fallido y qué le preocupa más a EE. UU.?” De lo primero, creo que es obvio que no, pero hay razones fundadas para suponer que el modelo económico y social marxista leninista si que es un fracaso, y que la obsesión comunista por mantenerlo si que puede suponer consecuencias mucho peores. A Estados Unidos, le preocupan muchas cosas, pero a la vista de los últimos acontecimientos, parece que Cuba, cada vez menos. Tienen bastante claro lo que se tiene que hacer.

Los artículos de Granma son únicos, en el sentido literal de que se publican en este diario oficial del partido y del régimen, pero rara vez tienen difusión internacional. Todavía estoy esperando el día que un artículo de Granma sea referido en The NY Times, Clarín o ABC. Se trata de publicar ideas y razonamientos que solo tienen sentido en la realidad difusa creada por los comunistas en Cuba, y dirigidos desde la cúpula del poder, para manipular la opinión pública de ciudadanos que se supone bien formados.

Pero vayamos a lo que nos interesa.

Cuba no es un estado fallido. Los presuntos rumores que avalan esta definición por el presidente Biden no se sostienen. Y citar a la Merkel como la agente de los rumores es hacer un flaco favor a la dirigente alemana, una antigua comunista de la RDA que supo cambiar lo que resulta imposible para Díaz Canel y los suyos. Me temo que han pinchado en hueso con Merkel, que no suele estar para ese tipo de “corre ve y diles”.

No es un estado fallido porque mantiene un poder absoluto y coercitivo sobre una población intoxicada por una desinformación permanente que emana de los órganos directivos de un partido único. Un estado que controla la seguridad, el ejército, los grupos activos de represión, las organizaciones de masas, las empresas, las entidades del sector presupuestado y la vida de los cubanos desde que nacen hasta que mueren, no es un estado fallido.  

Para ese estado “todopoderoso” las remesas o el internet son entretenimientos para pasar el rato, si se tienen en cuenta los problemas principales que lo afectan. Ese estado controla el 80% de los medios de producción, y por tanto las oportunidades económicas de la gente dependen de sus decisiones. La alimentación, educación, sanidad, etc de la gente dependen de la voluntad del estado. Por ello, Cuba no es un estado fallido, porque efectivamente no hay, al menos de momento, vacío de poder, se mantiene su funcionamiento, incluyendo los servicios básicos y sus instituciones. Esto es incuestionable.

En lo que sí podemos estar de acuerdo es en lo de “sistema fallido”, y en este punto hay poco más que añadir. Tan solo contemplar que, de la pléyade de naciones que se sometieron al marxismo leninismo tras la segunda guerra mundial, obligadas por la “guerra fría”, ya no queda ninguna tras la caída del muro de Berlín, y la economía de mercado libre se ha ido abriendo camino incluso en los estados que todavía se declaran comunistas, como China o Vietnam.

El comunismo cubano es un sistema fallido y existen numerosas evidencias que lo atestiguan, no solo los hechos, sino las consecuencias mismas de las actuaciones gubernamentales. Las protestas del 11 de julio son el resultado directo del fracaso de la Tarea Ordenamiento, una política económica impuesta, no negociada, por las presiones ideológicas comunistas ante un congreso al que había que llevar los deberes hechos, aunque se sabía que podría ser muy peligrosa para la nación. Pero más importante para el buen comunista es la jerarquía y la obediencia, y Díaz Canel, acompañado de Raúl Castro, presentó el 10 de diciembre de 2020 un plan que iba a entrar en vigor, si o si, tan solo 20 días más tarde, y del que muy poco se sabía. Lo que ocurrió es de todos conocidos. El sistema falló y la sociedad se convulsionó desde el primer momento.

No es extraño, por ello, que Cuba sea referida a nivel internacional como un sistema fallido, no solo por su absoluta orfandad ideológica que solo comparte con Corea del Norte, sino porque los resultados son más que evidentes y tras 62 años de experimentos fallidos el pueblo cubano se ha levantado y ha echado a andar, diciendo, “No al comunismo” y “Libertad”. 

Nada que ver con alimentos, vacunas o embargo/bloqueo. Las informaciones divulgadas a nivel internacional de las protestas sociales, grabadas valientemente en los móviles de los que protestaban y difundidas por las redes sociales, han logrado una gran adhesión a nivel internacional, en tanto que la propaganda del régimen se encuentra con dificultades para “colocar” su mensaje manipulado e ideologizado, sobre financiación millonaria de las protestas o manipulación exterior. 

Cuanto más abundan en estas ideas, mayor es el fracaso del sistema a nivel internacional. Básicamente, porque se pierde la poca credibilidad que se tiene, como ocurrió en la trifulca entre el canciller y el fiscal general, que no se ponían de acuerdo sobre si había menores detenidos tras las protestas. Este tipo de polémicas encienden la luz roja de fracaso del sistema.

Las autoridades comunistas, incluso, introducen el concepto de “guerra de cuarta generación” entendiendo sus promotores que “la situación del país era propicia para el golpe blando como consecuencia de la debilidad de la economía cubana, la falta del suministro de combustibles; la crisis económica global profundizada por la pandemia; las acciones dirigidas a impedir la adquisición de suministros médicos”. Guerra de cuarta generación, es que no saben que inventar.

Estamos ante un escenario en que el sistema no funciona. Básicamente, porque es incapaz de hacer frente a los retos de una sociedad globalizada, abierta, tecnológicamente avanzada, interconectada, en la que todos pueden contribuir con su trabajo y esfuerzo a la generación de valor añadido. La idea de un sistema cubano, como pretenden los dirigentes comunistas, que sustituya importaciones, desconectado de las grandes cadenas de distribución logística, con predominio de empresas estatales por encima de cualquier otro agente, sin respeto a los derechos de propiedad o al mercado para asignar recursos, es un anacronismo distópico en pleno siglo XXI que toca a su fin. 

Desde hace mucho tiempo, los cubanos se quejan que la calidad de los servicios ha disminuido de forma importante, que los alimentos escasean, que la vivienda es un desastre, las comunicaciones, las posibilidades de desarrollar una vida de prosperidad y calidad. Y eso ha llenado el vaso y la última gota del 11 de julio, lo ha hecho rebosar. El sistema ha fracasado y su capacidad para enfrentar los grandes retos que tiene por delante, es limitada y depende de la ayuda externa.

El sistema se ha puesto en evidencia y aunque sus instituciones siguen funcionando, muchos cubanos se preguntan para qué, si no les dan las soluciones que permitan mejorar su vida. No es que se niegue que las instituciones funcionen, es que el fracaso del sistema hace actúen con una extrema fragilidad, insuficiencia y sobre todo, incapacidad para atender demandas sociales crecientes y cada vez más especializadas. Si eso no es un sistema fallido que venga alguien y lo explique.

Ya no quedan discursos que dar, ni arengas que lanzar o visitas a UEBs para trabajo voluntario. La reacción de las autoridades va justo en la línea contraria a lo que demanda el pueblo cubano. No es momento para esconderse, sino para reconocer el fracaso del sistema y reconducir a Cuba hacia una nueva organización económica y social que deje atrás tanta frustración acumulada. La buena relación con Vietnam debería servir para copiar algunas de las principales reformas emprendidas en este país que lo ha convertido en potencia exportadora de arroz, tras décadas de hambrunas comunistas.

Increíble. Los que proclaman que Cuba no debe volver al “redil imperial” siguen diciendo que la “guerra bacteriológica” estuvo en el origen de los problemas de la economía cubana. Que la “prosperidad no se mide solo por la abundancia económica y material”, vaya ¿y cómo se mide? ¿Tal vez con el índice de desarrollo humano? Y siguen convencidos de que Cuba antes de la revolución se encontraba en una situación mucho peor que ahora, y como no pueden recurrir a datos económicos, citan “la recuperación de nuestra independencia, soberanía y dignidad” para apoyar su argumento, como si Cuba como nación no existiera desde 1902.

Y luego erre que erre con las cifras del bloqueo. Después de muchos cálculos, revisiones y estimaciones de dudosa calidad, han “acordado” que el coste del bloqueo en más de 60 años ascendió a 140.000 millones de dólares, alrededor de 2.400 millones de dólares anuales Han hecho cálculos en oro, en “lucro cesante” llegando a afirmar que el 70% del consumo anual y el 30% de las inversiones de cada año, acercarían la estimación al millón de millones de dólares. Para alguien que, públicamente reconoce la importancia de Estados Unidos, este enfrentamiento visceral debería ser objeto de reflexión.

Si. No cabe la menor duda. El sistema ha fracasado y estas estimaciones el bloqueo lo confirman. Desde que Fidel Castro rompió unilateralmente las relaciones de Cuba con Estados Unidos hace 62 años, aventuró el fracaso del sistema. Después, cuando ató en plena guerra fría a la economía cubana al bloque soviético, acabó de romper la geopolítica de la nación, amasada desde sus orígenes. Este, y no otro, es el fracaso del sistema. Obsesionados con criticar y cuestionar a Estados Unidos, los comunistas cubanos han llevado su sistema a un fracaso total y absoluto, que el pueblo cubano ha constatado en las protestas del 11 de julio. La Doctrina Monroe, a la que tanto temen los comunistas, se ha encarado de enterrar para siempre un sistema fallido que solo tiene una salida.

Comentarios

  1. Es una buena idea hacer énfasis en el autoabastecimiento municipal. Es un programa económico sacado directamente de la edad media.

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