Valdés Mesa desatando la producción agropecuaria cubana
Elías Amor Bravo economista
Si es así como se pretende “desatar la producción
agropecuaria con esfuerzos propios” anda listos. Me refiero a un breve artículo
publicado en Granma en que se da cuenta de una serie de “intercambios
sostenidos por el miembro del Buró Político y vicepresidente de la República,
Salvador Valdés Mesa, con hombres y mujeres del campo de varias provincias del
país, en un escenario de pico de la pandemia, y de recrudecimiento del bloqueo
y de la injerencia por parte de Estados Unidos”, con el fin de impulsar un
sector estratégico como es el de la agricultura.
Las indicaciones que se ofrecen son justo lo contrario
de lo que se tiene que hacer. Esta nota se dedica a reflexionar sobre ellas. Tal
y como está redactada la nota tiene más de ópera bufa que de otra cosa. Valdés
Mesa enseñando a los guajiros cubanos como producir. Increíble.
En primer lugar, se propone “explotar todas las
potencialidades para el autoabastecimiento territorial”. Una visión autárquica
del sector agropecuario que está en las antípodas de lo que debería ser su
organización productiva a nivel nacional. Cuba no es un país tan grande, y su mercado tampoco.
Los negocios se deberían proyectar con el objetivo de atender la unidad de
mercado y una vez logrado el objetivo de alimentación general, se podría avanzar
hacia una especialización productiva segmentada destinada a determinadas
necesidades muy concretas. Los comunistas cubanos empeñados en el “autoabastecimiento”
pierden de vista la contribución al valor añadido de la escala técnica de
producción, un concepto fundamental en la vida de las empresas y negocios.
En segundo lugar, se vuelve a insistir en la misma cantaleta
de siempre, que no es otra que estimular las producciones que permitan
sustituir importaciones. Y alternativamente, ¿por qué no lograr que el sector
pueda exportar excedentes? ¿Qué sentido tiene cerrarse al exterior con una
visión autárquica y trasnochada del sector agropecuario que es inconsistente
con la naturaleza misma de esta actividad? Lo que el gobierno debería intentar
es un crecimiento extensivo del sector que sirviera para alimentar a la
población y los excedentes comerciarlos en el exterior. Y eso pasa por justo lo
contrario de lo que plantean, en vez de autarquía apertura al exterior, productividad
y competitividad.
En tercer lugar, dice que quiere “priorizar la
implementación de las 63 medidas aprobadas por el Gobierno para acelerar el
desarrollo agropecuario” y ya se ha señalado en varias ocasiones que estas
medidas son un parche a las reformas estructurales que necesita el sector
agropecuario y no van a dar resultados porque no van al fondo de los problemas,
como ocurre por ejemplo con todo lo relativo a financiación y seguros, que
parece haber sido desarrollado para otro país y otro sector. Estas 63 medidas,
como la Tarea Ordenamiento, la Estrategia, etc, son instrumentos de partido,
que no de gobierno, y simplemente tienen una carga ideológica comunista que es nefasta
para el funcionamiento de la economía.
En cuarto lugar, vuelve con la idea de “extender la
ciencia aplicada al campo (así como la técnica y la sapiencia del campesino) y
el uso de nuevas variedades y productos biológicos”, lo que en algunas
ocasiones hemos denominado la “tesis doctoral de Díaz Canel”. Claro que es
importante la colaboración ciencia y sector productivo, pero este modelo en la
economía cubana no ha funcionado realmente nunca porque el productor nunca ha
podido beneficiarse de los esfuerzos de I+D+i realizados por las entidades
cubanas, porque acaban siendo “regalados” a otros países en términos de “cooperación”.
Solo mediante una asociación efectiva ciencia productores que permita proteger
los resultados de la investigación para su adecuado destino a la esfera
productiva nacional, será posible avanzar. Pero el gobierno en esto se muestra
inflexible.
En quinto, se insiste en “ajustar rigurosamente las
campañas de siembra a los ciclos de los cultivos, porque sembrar fuera de época
implica renunciar, desde un inicio, a un número significativo de toneladas por
cuestión de rendimiento”. Que el gobierno tenga que decir a los productores
agropecuarios cuando sembrar y cómo hacerlo da una idea de lo perdidos que
andan en este intento de revitalizar la agricultura. Nadie mejor que el agricultor
cubano para saber cuándo hay que sembrar y cuánto. El problema se encuentra en
la falta de semillas, insumos, aperos de labranza, productos fitosanitarios o
abonos, o en caso de que existan, que se tengan que comprar en dólares en las
tiendas del estado, si que limita al agricultor y le impide incrementar la rentabilidad
de sus explotaciones.
El sexto punto, es algo así como un insulto a la inteligencia,
ya que se plantea “Incrementar las áreas de siembra, a fin de compensar las
afectaciones en los rendimientos debido al déficit de fertilizantes y otros
insumos que demanda la agricultura”. Aquí los comunistas hablan por hablar, sin
fundamento, ya que ¿de quién depende el área de siembra en una economía donde
la tierra es propiedad del estado y la cede a cuentagotas a los arrendatarios?
Si el estado no cede más tierra no se puede aumentar el área de siembra, ni
nada parecido. Y puestos a aumentar, si el régimen quisiera lo tendría fácil,
asegurando los derechos de propiedad de la tierra y dejando en manos de los
productores qué sembrar, cuánto y en qué condiciones. La libertad es necesaria
en la agricultura cubana, donde sobra intervencionismo estatal.
En cuanto al séptimo, se insiste en “lograr un mejor
aprovechamiento de las áreas bajo riego, de las máquinas y de toda la infraestructura
instalada en esas parcelas”. El eterno tema de la eficiencia. ¿De qué depende
ese mejor aprovechamiento? De muchas cosas, pero, sobre todo, de la motivación
del productor para hacer las cosas bien. Y esa motivación, que no cae del
cielo, está fundamentada en unas expectativas razonables de beneficio. Nadie
hace nada gratis, y el agricultor cuando planifica su cosecha, sabe qué va a gastar,
qué puede ingresar y cuánto ganar. Si las condiciones de estos parámetros
cambian de forma inesperada, como ocurrió con la Tarea Ordenamiento (agua, luz,
etc.) nadie podrá estar seguro de nada. No hay predictibilidad en el sector
agropecuario cubano, y por eso no hay motivación ni las cosas se hacen
aprovechando lo mejor posible lo que se tiene.
El octavo hace referencia a que se debe “utilizar
todas las áreas disponibles en función de la siembra, porque urge obtener más
alimentos mediante el esfuerzo propio y las capacidades endógenas de los
territorios”. Este punto remite a lo mismo que se ha expuesto antes. La siembra
depende de la tierra disponible, que es el resultado de una decisión política
del gobierno, pero también de la semilla y de los medios de producción que
estén a disposición de los productores. Puede haber tierra abundante, pero su
explotación ser inadecuada porque los insumos no están disponibles o tienen un
coste muy elevado que los hace prohibitivos. El problema del estado comunista
cubano es que no es capaz de encontrar ese equilibrio porque intenta usurpar el
papel del productor privado que, sin necesidad de tanto plan y tanta medida,
sabe sacar el máximo provecho al surco.
El noveno está referido en un tono acusatorio que
debería, cuanto menos, preocupar a los productores cubanos. La advertencia del
régimen es clara, cuando dicen, “las bases productivas y el sistema empresarial
deben tener conciencia de que sobre sus hombros pesa la alimentación del
pueblo, sobre todo en las circunstancias excepcionales que han generado la
pandemia de la COVID-19 y el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y
financiero de Estados Unidos contra Cuba”. Falso. Tal y como se encuentra
organizada la economía comunista cubana, los productores, el sistema
empresarial y sus bases no tienen responsabilidad ninguna del fracaso del modelo,
como tampoco se les reconoce éxitos cuando lo hacen bien. Hay una institución
que cumple esa función de forma objetiva y racional en las economías que
apuestan por otro modelo. Esa institución es el mercado, que acierta siempre al
recompensar a los buenos, y castiga a los malos con su extinción.
Mejor le iría al sector agropecuario cubano si al
mismo tiempo que se restablecen los derechos de propiedad de la tierra, se
apostara por el mercado como instrumento de asignación de recursos. Todo sería
mucho más fácil y no se necesitaría que un Valdés Mesa anduviera explicando a
los guajiros como tienen que producir.
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