En Granma no saben lo que es la democracia y el estado de derecho
Elías Amor Bravo economista
Este blog deja hoy los temas de economía, que son lo suyo para hacer referencia a un artículo, por denominarlo de algún modo, publicado en Granma con el título, "Gobierno de EEUU bloquea, el pueblo no", que se puede calificar de una auténtica vergüenza.
Los comunistas cubanos creen tan poco en la
democracia que llegan a insultar de forma explícita a los demócratas con las
cosas que dicen y que hacen. Solo un perfecto ignorante que desprecia el
gobierno de todos para todos, puede decir en un titular de Granma, el diario
oficial que expresa la opinión del régimen que “el pueblo de Estados Unidos
envía jeringuillas para salvar, mientras su gobierno busca sembrar el caos en
Cuba”.
Esta distinción entre pueblo y gobierno en los países
democráticos tiene poco recorrido, por no decir, ninguno, ya que en democracia, el pueblo
soberano elige a su gobierno que, una vez toma posesión, dirige los asuntos de
la nación sirviendo a los intereses de todos. Entender estos principios no es
fácil para aquel que lleva 63 años haciendo y deshaciendo a voluntad los
destinos de la nación, para que luego, diputados españoles o italianos tengan
dudas sobre si el régimen comunista cubano es una dictadura.
A Granma le sorprende que en Estados Unidos pueda
existir una corriente de opinión distinta en la sociedad a la que representa el
gobierno. Pues claro que sí. En democracia todas las ideologías conviven sin
que exista un pensamiento único. La convivencia permite avanzar a las
sociedades desde la pluralidad. En las democracias, por suerte, no existe un
Fidel Castro que proclame a los vientos aquella frase de “con la revolución,
todo, contra la revolución nada”. O la más insultante de “elecciones, pa qué”.
En democracia incluso es legítimo que el gobierno
tenga una opinión distinta de la que poseen otros sectores sociales, pero no se
practica la represión, ni torturas, no existen delitos políticos. Lo importante es el cumplimiento de la Ley que surge de la soberanía popular representada en un parlamento en que caben todas las voces. La justicia
dicta sentencias basadas en esas leyes, con independencia del poder político. En democracia, no
existen enemigos, solo adversarios, y las distintas opciones políticas se miden
en la arena electoral, donde compiten todos los partidos por lograr el máximo
apoyo social.
Insisto, quien ha escrito en Granma al dictado del
régimen no le debería sorprender que el movimiento estadounidense de solidaridad con
Cuba anuncie el envío de seis millones de jeringuillas para la vacunación
contra la COVID-19, y, al mismo tiempo, que “la Agencia de Estados Unidos para
el Desarrollo Internacional (Usaid) grita a los cuatro vientos que ahora, para
que la contrarrevolución acceda a sus últimos dos millones destinados a la
subversión, debe adecuar sus propuestas a lo sucedido después del 11 de julio”.
Esa diferencia de posiciones entre sociedad civil y
gobierno es lo que no admiten los comunistas. Cuando ellos mandan, se impone la
jerarquía bolchevique, estás con ellos o contra ellos. No valen posiciones
intermedias. Los adversarios deben ser eliminados o convertidos en “gusanos”
despreciables, a los que no se ofrece la menor oportunidad de integración. Los
que sobreviven a la degradante represión política, no tienen otro remedio que
huir a otros países. Cuba tiene 2,2 millones de nativos en el exterior, muchos
de ellos personas que no han podido vivir en la isla, a pesar de ser ese su
deseo.
Los comunistas cubanos no pueden entender, no les
cabe en su pensamiento obtuso y más propio de guerra fría, que en un país
democrático una agencia del gobierno legisle y actúe en función de las
directrices del gobierno del que depende. Su funcionamiento está reglado y
sometido a auditorias periódicas, responde ante un parlamento en que se exigen
responsabilidades y si el dinero del contribuyente no se gasta de forma
correcta, se depuran responsabilidades. Este proceder en Cuba es desconocido y
va por otros derroteros. La Usaid, como todas las agencias gubernamentales de
Estados Unidos, funciona así.
Sin embargo, al mismo tiempo, en las sociedades
libres pueden existir asociaciones, organizaciones y entidades pertenecientes a
la sociedad civil y el sector privado que mantienen posiciones distintas a las
del gobierno. Se financian con sus propios recursos, diseñan sus planes con
independencia del poder político y responden ante sus propietarios. En Cuba,
obviamente, este tipo de entidades están proscritas por el régimen comunista,
salvo las organizaciones de masas que actúan como correa de trasmisión del
poder comunista.
Volviendo al tema que nos ocupa, los comunistas
cubanos están obsesionados con todo aquello que vaya contra su posición hegemónica, impuesta y que necesitan justificar como sea, poco les importa la detención sin paradero desconocido, la ausencia de habeas corpus y los juicios sumarísimos en los que condenan hasta menores de edad. Por ello, que la Usaid anunciase hace unos
días que otorgaría financiación de hasta dos millones de dólares a aquellos proyectos
que incentiven la democracia y los derechos humanos en Cuba. ¿Qué hay de malo
en ello? Si los comunistas cubanos no dan pasos voluntariamente a la
democracia, este tipo de estrategias parece ser lo más acertado para ayudar al
pueblo cubano.
Es lógico que arremetan contra el gobierno de Estados Unidos y sus instituciones, calificando sus
programas como “una de las estrategias injerencistas más obvias de Estados
Unidos alrededor del mundo, e históricamente usada contra la revolución cubana”,
y si bien algo de cierta es esta afirmación, no cabe duda de que, si tuviera
éxito esta “estrategia” se estarían resolviendo muchos problemas que no parecen
tener solución, pero que el pueblo cubano demanda, véanse si no las proclamas
del 11 de julio.
No hay nada de malo que los movimientos de
solidaridad de Estados Unidos, España o de México envíen a Cuba jeringuillas o
cualquier otra cosa que se necesite. Ojalá el régimen actuara como mayor
flexibilidad en todos los programas de cooperación internacional dirigidos a la
isla, y no solo con aquellos que benefician sus intereses. En los distintos países
democráticos, estas asociaciones procastristas funcionan con absoluta libertad,
ejercen presión sobre los gobiernos y mantienen una vigilancia activa sobre los
opositores y disidentes más activos. En Cuba, nadie piensa en un funcionamiento
de organizaciones contrarias al régimen. Todas están proscritas.
Esta es la realidad, y no estamos inventando nada nuevo. Los demócratas cubanos queremos lo mejor para Cuba y no vamos a cuestionar los envíos de jeringuillas, medicamentos, antibióticos, etc., que la industria cubana no produce o que los vende al exterior antes de entregarlos a sus ciudadanos, si ello puede ayudar a los compatriotas que viven en la Isla.
Pero lo que nunca vamos a cuestionar son las acciones legítimas de un gobierno
democrático, porque eso es tirar piedras contra el propio tejado. El gobierno
de Estados Unidos, el de España, el de México, están legitimados para seguir las acciones políticas que
entienda que son las más adecuadas para propiciar en Cuba cambios pacíficos a
la democracia. Y otro tanto lo puede hacer el Parlamento europeo, la OEA y
cualquier organización o país democrático que simpatice con el pueblo cubano
sometido por una dictadura de partido único, que se mantiene en el poder 63
años sin haber acudido a unas elecciones democráticas y plurales. Enfrentar al pueblo y al gobierno de Estados Unidos es una falta de responsabilidad, una vergüenza que revela el verdadero rostro del régimen comunista cubano. Se le está acabando la artillería.
Que falta hace que dentro de Cuba haya 20 personas que piensen como Usted, de veras hermano, "que analfabetismo político y económico estamos padeciendo"
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