Reparto de donativos: pan para hoy, hambre para mañana

Elías Amor Bravo economista 

Los comunistas cubanos anuncian en Granma que ha comenzado el reparto de productos alimenticios, procedentes de donativos internacionales (Rusia, México, etc.), en la red de bodegas estatales.

Había estado dando vueltas en redes sociales un rumor insistente: los productos se iban a destinar a la venta en las tiendas en MLC para obtener divisas en un momento crucial para el régimen. Pero esto se ha desmentido de forma tajante por la ministra del comercio interior, Betsy Díaz, que aprovechó para relacionar la distribución de donativos con el adelanto de la canasta familiar normada de agosto en el 98% de los municipios del país, otra forma del régimen para aplacar el malestar social que dio lugar a la explosión del 11-J.

La canasta normada sigue siendo en el régimen comunista la única opción para aquellos cubanos que no pueden acceder, porque no disponen de dólares, a las tiendas en MLC o los mercados informales donde es más fácil conseguir los productos de primera necesidad, pero a unos precios realmente elevados.

Este mecanismo perverso, que elimina de raíz el derecho a la libre elección de los cubanos, lleva más de 60 años en vigor. Nunca anteriormente en la historia, un sistema de racionamiento basado en la escasez había durado tanto en un país. En España, lo hizo durante casi dos décadas tras la guerra civil. En Cuba no ha habido guerras, ni desastres climáticos o naturales. Tan solo la voluntad expresa de un régimen comunista por controlar a la población desde el punto de vista del consumo.

Ahora, en un momento crítico en el que a los cubanos se les ha caído completamente la venda de los ojos, e identifican al gobierno comunista como el responsable del desastre económico nacional, las autoridades han vuelto a sacar a pasear la canasta normada familiar en un intento de salir al paso de las protestas. Lo tienen difícil. 

Básicamente, porque cuando uno observa con detenimiento que hay detrás de la canasta normada, se da cuenta de lo perverso del mecanismo. Pongamos un ejemplo, cada cubano recibe de la “libreta” un total de 7 libras de arroz al mes. Esta cantidad se fija por la planificación central atendiendo a que el arroz es un producto muy demandado en Cuba. Y puede que tengan razón, pero ¿qué ocurre con aquellos cubanos a los que no les gusta el arroz y quieren comer galletas o digamos, malanga o papas? Esto al planificador no le importa. El cubano, todos los cubanos con independencia de sus gustos y preferencias, tienen que comer arroz y al que no le guste, puede hacer con sus 7 libras lo que le dé la gana. ¿Pero se puede disponer una estulticia mayor para regular la elección de los consumidores? Es difícil.

Más aún cuando, a resultas de los donativos recibidos, se anuncia que esas 7 libras del mes se van a incrementar en otras 3 más, es decir, si no te gusta el arroz, el régimen te dará 10 libras. La libreta y su regulación política está por encima de las preferencias individuales. No hay libre elección posible. Bien, una solución puede ser vender la ración del mes al vecino, o regalarlo a alguien, pero no se cuestiona lo que el cubano haga con la ración que le entrega el estado, sino con la motivación que existe por entregar ese arroz, en este caso 7 libras más otras 3.

¿A quién le cabe en la cabeza este mecanismo de distribución, que no asignación, perverso en pleno siglo XXI? ¿Cuándo se darán cuenta los comunistas cubanos de lo inservible de la canasta y todos los instrumentos que tienen para controlar a la población? Alguien dirá que han sido un éxito, a la vista de los últimos 62 años en que han hecho y deshecho lo que han querido en Cuba, y ahí radica la cuestión, que eso se acabó, que ya no hay forma de seguir engañando y manipulando a los cubanos, y que, o cambian, o lo van a pasar muy mal.

Los planificadores comunistas saben más de lo que pensamos. Si esa inteligencia económica se pusiera al servicio de un funcionamiento racional y eficiente de la economía, otro gallo cantaría.

La ministra del comercio interior explicó que, gracias a los donativos y la existencia en volúmenes de un grupo determinado de productos, se han diseñado módulos alimenticios con arroz, pastas alimenticias, granos y azúcar, que se entregarán a razón de uno por núcleo, a todas las familias cubanas, de manera paulatina. El orden territorial establecido para las entregas es La Habana, Matanzas, Ciego de Ávila, Santiago de Cuba, Holguín, Guantánamo y el municipio especial de Isla de la Juventud, otorgando prioridad a las zonas más densamente pobladas donde la explosión social del 12-J fue más intensa.

Además, informó que los productos que lleguen al país por medio de donativos, y no se puedan “homologar para todos los núcleos y por igual” (sin explicar muy bien en qué consiste esa homologación) no entrarán en la distribución, y aquí es donde surgen las lógicas dudas sobre qué va a pasar con esos productos “no homologados” y a donde van a ir.

Mientras tanto, se anuncia reparto de carne enlatada en unos sitios concretos; aceite por otras zonas; latas de atún, en otras; frijoles; leche en polvo a los mayores de 65 años, en otras zonas y así, a modo de lluvia fina las autoridades pretenden ir apagando los fuegos de la protesta social y al mismo tiempo anunciar, que, si te portas bien, tendrás leche en polvo o atún. Una serie de arbitrariedades políticas que confirman la naturaleza perversa del sistema de la canasta normada, antigua libreta.

Hay quien piensa que el régimen va a aprovechar en beneficio propio, los donativos internacionales para calmar las protestas sociales, y ganar tiempo. Pan para hoy y hambre para mañana. Los problemas de fondo no se resuelven con las donaciones, sino cambiando la estructura productiva de la nación para que Cuba, los cubanos, puedan ser más eficientes y productivos. Es más, hay quienes piensan que estos donativos actúan como un calmante del dolor más intenso que sufre la nación, y tan pronto como se acaben, que se acabarán seguro, volverá el malestar porque ya no hay quien lo pare. 

Si el régimen quisiera ganar tiempo con este reparto de productos para ir impulsando reformas estructurales, su actuación sería la correcta, pero mucho nos tememos que no entra en sus planes el giro necesario de 180º hacia la libertad económica que necesita Cuba. Los donativos van a ser pan para hoy y hambre para mañana.

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