Las vanas justificaciones del ministro Gil
Elías Amor Bravo economista
Mientras que los dirigentes del régimen
comunista cubano sigan achacando al bloqueo o embargo la responsabilidad de la
grave situación económica actual del país, estarán perdiendo un tiempo precioso
para afrontar un problema que, como se ha podido observar, esté en el origen de
las protestas sociales que se extienden por toda la Isla. En materia de asuntos
económicos hay que ir olvidándose de la propaganda y la demagogia y reconocer
dónde están los errores cometidos y de qué modo se puede salir del actual agujero,
si es que todavía hay salida para los dirigentes comunistas.
En este blog lo venimos
diciendo desde que se conoció el contenido de la Tarea Ordenamiento, que ha supuesto
un notable empobrecimiento de todos los cubanos y ha sido el origen del
creciente malestar que asola el país. Un dato sirve como referencia. En 2020,
con la pandemia, el confinamiento y la ausencia de vacunas, los cubanos no salieron
a protestar a las calles y soportaron de forma estoica, como han venido
haciendo durante 63 años, la crisis económica y la parálisis de la actividad.
En 2021 siguen la
pandemia, la falta de divisas, de exportaciones y de ingresos, pero hay un
elemento diferencial: el duro ajuste de la Tarea Ordenamiento, una política impuesta
por motivos ideológicos, errónea, ineficaz, mal diseñada y peor implementada. Sus
consecuencias están a la vista. La economía cubana no funciona, está colapsada
porque se han roto los equilibrios internos y externos. No hay suficiente
oferta para alimentar a la población y los precios en los mercados libres, son
imposibles por una inflación de tres dígitos. La Tarea Ordenamiento no ha servido de nada.
El dólar ha hundido al
peso cubano, por su cotización artificial y los mercados informales se vuelven
a extender por toda la Isla. A esto hemos llegado, y las autoridades mirando a
Estados Unidos, al bloqueo económico, comercial y financiero, en definitiva,
descargando sus responsabilidades sobre todo lo que se mueve.
Todo ello, cuando los
cubanos saben que el estado comunista ha dejado de funcionar, no es capaz de
suministrar los bienes y recursos básicos, y en vez de perseguir políticas que
mejoren el bienestar del pueblo, no hacen otra cosa que cumplir mandatos del
partido único para ser presentados en los congresos.
Las explicaciones ofrecidas por el ministro de economía no justifican la pésima gestión de los asuntos económicos. Por ejemplo, ¿para qué tanto plan y tanta planificación, si luego lo fundamental no está previsto y como viene ocurriendo desde hace 63 años, el plan simplemente no sirve? ¿Qué importa a los cubanos que se cumpla o no un plan, si con ello no mejora sus condiciones de vida y bienestar?
Los
cubanos saben que el dinero que gestiona el estado comunista procede de sus míseros sueldos, de las empobrecidas empresas estatales, de lo que pagan los cuentapropistas con sus impuestos personales confiscatorios, en definitiva, que
nada es gratis, y que al final, siempre hay alguien que acaba pagando. Por
mucho que el ministro diga que nadie se lleva una factura de un hospital en
Cuba, la realidad es que el servicio público que se recibe lo pagan los cubanos
con su trabajo. Que no engañen. Nada cae del cielo gratis, y mucho menos en los
sistemas comunistas. Los cubanos quieren que se gestione de forma eficiente
esos recursos y que se deje de dar datos y cifras que solo sirven para justificar una
gestión incompetente de la economía.
Además, si el estado no sabe sortear problemas típicos de gestión empresarial, como el difícil acceso a proveedores, precios superiores y muchos otros inconvenientes, que deje en manos privadas la actividad económica y todo irá mucho mejor. Claro que hay que invertir en salud de la población, y nadie se opondrá a ello, lo que pasa es que esas inversiones no cubren las demandas sociales y por eso la gente pedía vacunas y ayuda.
Reducir subsidios de sopetón, como ha hecho la Tarea Ordenamiento sin
un “plan B” es suicida. Si no se tienen ingresos, es porque el modelo económico
es ineficaz, ha llegado a su límite, está obsoleto y no puede atender desde el
estado todas las necesidades sociales. Hay que cambiar esos procesos y dar
entrada a la iniciativa privada como ocurre en otros países, donde el servicio
sigue siendo gratuito, de calidad y bien organizado, y el sector privado lo
provee. Hay que dejarse de engañar a la gente y lo que se tiene que hacer es
ponerse a trabajar. Ya mismo.
Un contexto de más gastos,
en presencia de menos ingresos de divisas al país, por los menores suministros
de petróleo de Venezuela, la caída de las exportaciones (a pesar de la devaluación
del peso), del turismo, de las remesas, de las inversiones, debería haber
orientado una política fiscal más responsable en la que se tendrían que haber
definido mucho mejor las prioridades. Por ejemplo, ¿para qué tantas
organizaciones de masas, tanto ejército, seguridad del estado, administración
estatal, provincial y local? Esto es coste y además estructural. El gasto del
estado en el PIB de la economía cubana ronda el 70% frente a un 30% de promedio
en América Latina y Caribe. Hay mucho espacio para recortar gastos superfluos e
innecesarios y concentrar las decisiones en lo que es realmente importante.
Pues no. En el régimen comunista
este diseño no entra en los planes del gobierno. Por el contrario, se abren
tiendas en MLC, que obligan a los ciudadanos de un país a comprar bienes de
consumo y equipamientos pagando en dólares en vez de usar la moneda nacional.
Adiós a la soberanía monetaria. De la “dualidad CUP-CUC” que quiso eliminar la
Tarea Ordenamiento, se ha pasado a la “predominancia del dólar”, convertido
otra vez en la moneda fuerte de Cuba. ¿Quién lo iba a decir? La historia se repite.
Y el gobierno recauda. Los cubanos sin acceso al dólar ya se apañarán, eso es
secundario.
De hecho, el ministro ha
declarado que son pocos ingresos los que permiten las tiendas en MLC y que después
se pueden convertir en importaciones, entonces, ¿a qué espera para dejar de vender
en divisas y hacerlo en pesos cubanos? ¿por qué no lo hace? No se dan cuenta de
que esta es una situación anormal que no se da en otros países y que crea notables
agravios entre los cubanos. Da igual lo que se les diga. El ministro no sale del
argumento del "aumento del bloqueo", y como no dispone de 655 millones de
dólares para importar alimentos básicos para la población, productos que no se
obtienen en el sector agropecuario cubano y por lo que debería dar explicaciones, asume con naturalidad la falta de divisas de la economía que, viendo como
está el COVID-19 en Cuba, va para largo.
Y después vienen los apagones.
Resulta que está provocados, según el ministro, por averías que impiden cumplir
lo establecido en el plan. Una vez más, ¿para qué un plan si luego no se
cumple? Echando manos a los grupos electrógenos de diésel no se pueden evitar
los apagones, y lo que es peor, sale más caro a la nación y contamina más.
Pero a pesar de ello, el
ministro se vanagloria que en el primer semestre se importaron 207,000
toneladas de diésel para respaldar la generación, lo que supone nada más y nada
menos que 350 millones de dólares más que el plan durante el primer semestre de
2021. Y así y todo, apagones, lo que también provoca malestar en la población.
En suma, el ministro
declaró que los gastos han sido casi de 200 millones de dólares en
enfrentamiento a la COVID-19 (medicamentos, tratamientos hospitalarios, etc) más
de 5.000 millones de pesos del presupuesto del estado en garantías salariales a
los trabajadores interruptos y demás, y 300 millones, por encima de lo
previsto, en el combustible. Este escenario es difícil de mantener sin
alternativas. Y lo grave es que no las hay, ni se esperan.
El socialismo/ comunismo cubano ha fracasado en su intento de hacer frente a procesos que no se pueden gestionar con la doctrina oficial del régimen. Los cubanos lo saben, y por eso gritan “abajo el comunismo”. La miseria generalizada, la multitud de trabas y obstáculos creados por el embargo o bloqueo interno del régimen a los cubanos, la incompetencia absoluta de los dirigentes comunistas en hacer frente a la crisis, configuran un escenario grave, que puede acabar de forma inesperada y convulsa. Los que no quieren escuchar, luego que no digan que no se les advirtió.
Los cubanos han hablado bien claro y dicen a su gobierno que trabaje, que haga las cosas de forma distinta, que abra espacios a la libertad, que elimine lo que no funciona y traba y que cambie muchas cosas para que Cuba tenga futuro. No hacer caso de estos llamados es peligroso. Incluso, puede acabar muy mal sin que nadie salga victorioso, como pretenden los comunistas, doblegando por la fuerza a sus enemigos. Como han hecho siempre.
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